Dentro de la última sala del Altar de Muertos 2013 del Museo Dolores Olmedo, una mujer no se contuvo, marcó en su teléfono móvil y dijo, con contagioso entusiasmo: “no me lo vas a creer, pero estoy en Les Champs Élysées y enfrente de mí estoy viendo dibujar a Picasso en un restaurante, y del otro lado, a Diego Rivera en su departamento de un primer piso. ¡Esto está increíble y tú también tienes que venir a verlo!”.
La dama de referencia no mentía, la escena parisina la contemplaba en el Distrito Federal. Efectivamente, gracias a la creatividad de manos mexicanas, expresada en el oficio de la cartonería, los dos célebres artistas cobraban vida al ser recreados en escenarios de la capital francesa, como su principal avenida ya mencionada.
Como cada año, el recinto cultural de Xochimilco, en la capital de la República, presenta de manera creativa su propuesta de Altar de Muertos, en esta ocasión bajo el título De la Ciudad Luz al Mictlán, inaugurada el 24 de octubre y que permanecerá en exhibición hasta el 29 de diciembre.
En el marco de la exposición pictórica proveniente delMusée de l’Orangerie y del Musée d’Orsay, titulada Obras Maestras del Musée de l’Orangerie -30 grandes obras de 11 artistas: Paul Cézanne, André Derain, Paul Gauguin, Henri Matisse, Amedeo Modigliani, Claude Monet, Pablo Picasso, Pierre-Auguste Renoir, Henri Rousseau, Chaïm Soutine y Maurie Utrillo-, el Museo Dolores Olmedo exhibe una ofrenda mexicana que toma como referente a la vida cultural del París de finales del siglo XIX y principios del XX.
De esa manera, al ingresar el visitante puede trasladarse a la entrada del mundialmente conocido metro de París, el Metropolitain, con elegantes calaveras merodeando por la zona de transporte e incluso, una de ellas, sentada en una banca mientras lee su periódico de la época.
Al pasar al interior de la sala, el entusiasmo se dispara en el espectador: aparece la mexicana adaptación de la muerte en la recreación de El desayuno en la hierba –el famoso cuadro pintado por Édouard Manet, a quien se le observa en su concentrada labor- e incluso, el propio Claude Monet en huesos, mientras trabaja en una de sus pinturas de exteriores, de la colección dedicada a los nenúfares y su puente japonés.
Las piezas obligan a caminar despacio y dedicarse a contemplarlas para sorprenderse con los hallazgos, como encontrar en el camino a Modigliani, Renoir, Toulouse-Lautrec y otros.
De plano la risa estalla y uno siente un deseo de aplaudir, delante de un panorama pasmoso:
una calaca baila cancán y es captada en el momento en que alza su huesuda pierna para dejar ver lo que hay debajo de su largo vestido, en tanto sus compañeras humanas aparecen trabajando en el escenario del famoso cabaret “Moulin Rouge”. La vista es captada por
un artista con paleta y pincel en mano: ¿quién más que Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec?
Son varios los ambientes divertidos que podrá reconocer el espectador y que la tilica hace brillar con su presencia.
La propia dirección del museo informa que las escenas “muestran lugares icónicos de la capital francesa, como el barrio de Montmartre, la basílica del Sagrado Corazón, la catedral de Notre-Dame, la vista de los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo.” Todos ellos espléndidamente recreados, hay que decir.
Aunque precisa que “las calacas de cartón representan a los artistas con los que Diego Rivera convivió durante su estancia en París, como Modigliani y Picasso”.
Por ello el guiño referencial al que hizo alusión la dama del celular, dado que Rivera aprendió sobre el arte del cubismo de su amigo y maestro Picasso. Dentro del museo hay un conjunto de piezas como muestra de esa etapa del mexicano.
Las calaveritas de azúcar, la fruta y demás elementos de la tradicional ofrenda, aparecen distribuidos por diversos rincones de la singular propuesta que de esa manera combina elementos de lo mexicano con lo universal del mundo parisino.