Muchas veces no comprendemos que para que se dé algo, se debe dar el proceso opuesto a lo que esperamos. La vida es paradójica. A veces para encontrar hay que perder, para abrirnos a una nueva vida hay que morir a la vieja vida, hay que vaciarnos para poder llenarnos.
Otra paradoja al respecto es encontrar personas que sienten un vacío en su interior. Y en realidad uno se da cuenta que están demasiado llenas, pero de lo equivocado. Si de verdad estuvieran vacías, se llenarían. Pues lo que está vacío puede ser llenado y lo que está lleno no.
Es frecuente escuchar a la gente decir que se sienta “vacía”. Y al mismo tiempo comprobar que están llenas de miedos, de envidia, de resentimientos, de falsas creencias, de egoísmo, de actitudes que les cierran al amor y a lo que realmente “llena”.
Puede parecer que este artículo es sólo un juego de palabras. Pero lo que pretendemos transmitir es que para estar bien debemos vaciarnos y saber de qué llenarnos, y que la plenitud sólo Dios o la perfecta y cabal realización de la vida de cada uno es la que daría el lleno total. Para llegar a eso debemos de haber vivido toda nuestra vida lo cual nos va a llevar todo el tiempo. Antes siempre habrá un grado de insatisfacción que es parte de seguir deseando más, lo cual nos hace querer vivir. “Los plenamente satisfechos ya no hacen nada”.
Vaciarnos del dolor padecido puede ser una labor que dé miedo, pues implica repasar el pasado y contar con alguien que sepa recibir nuestra pena y nos ayude a procesarla, finiquitarla y dejarla atrás. Vaciarnos de los malos pensamientos, la negatividad, las preocupaciones, los miedos, los resentimientos y las decepciones es un trabajo difícil. Implica dominar la mente, solucionar los problemas que tenemos con los demás y tener fe a pesar de desconocer lo que nos deparará el futuro. Todo esto cuesta lograrlo. Es necesaria madurez y buscar ayuda si es necesario.
Llenarnos, el otro lado de la moneda, es algo que tampoco es fácil. Mucha gente se llena con basura: chismes, modas, cosas materiales, posición, dinero, imagen social, videojuegos, computadora, alcohol, drogas, comida en exceso, ejercicio en exceso, relaciones destructivas, esoterismo, brujería, relaciones prohibidas, etc.
Entonces eso en vez de llenar nos aumenta el vacío, irónicamente. Y es que llenarte con lo equivocado da más hambre. Siempre se quiere más en la fantasía de que ahora sí se va uno a sentir bien. Pero eso no ocurre porque nos estamos llenando con lo que no llena o con lo que no corresponde a las necesidades que genuinamente tenemos.
Nuestro interior es como una olla para llenar con ciertos alimentos que preparados allí han de nutrirnos a nosotros y a los que nos rodean. Si lo llenamos de cosas vanas, eso es lo que daremos a manos llenas. Si lo llenamos con amargura, esa es la que emanaremos y con la que nos alimentaremos. Por lo tanto, es fundamental que conozcamos nuestras genuinas necesidades y no andemos buscando llenarnos de lo que no llena, pues más sed nos va a dar y además no va a darnos paz.
El hambre más fundamental de todo ser humano es el amor. Finalmente el amor más pleno y perfecto sólo está en Dios, pues Él es amor. Los amores menores ocupan todos los días de nuestra vida. Desde que despertamos hasta que nos dormimos nos ocupamos de lo que amamos, de lo que deseamos, de lo que queremos, de satisfacernos, de llenarnos y de llenar y satisfacer a otros. Debemos reconocer que todo eso nos llenará parcialmente.
Ahora bien, para llenarnos realmente hay que estar vacíos de lo que no llena. Los momentos de vacío, de dejar atrás ciertas cosas o personas con las que ya no nos sentimos plenos, donde ya no fluye el amor, sino la agresión, el rencor y la amargura son difíciles. Nadie tolera estar vacío, pero ese es el estado de mayor paz en el que con nada estamos abiertos al Todo. Es en ese instante que podemos ser colmados. Alguien muy lleno de amor propio, de coraje o de amargura es impermeable al amor, nada lo penetra o si lo hace todo lo convierte en ese dolor que viene cargando. Es preciso hacer lo adecuado para vaciarnos y conocernos para acercarnos a las verdaderas fuentes que de verdad nos llenen.
La Biblia nos tiene dos enseñanzas al respecto. Una dice que “el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lc.6:45). Así sabremos qué tiene en el corazón alguien por lo que habla. Y la otra enseñanza es que sobre lo que sale de nuestra boca que dice: “¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?” (Stg.3:11). No podemos pretender decir que estamos bien si en nuestro corazón hay amargura. Tenemos que vaciarnos de amargura y así podemos llenarnos de dulzura. No se pueden las dos cosas. Por lo tanto quien dice que ama y habla rencor, amargura y queja no ama. Su corazón está lleno pero no de lo que llena, sino de lo que vacía, pues ¿quién querría amar a alguien amargado? Aún cuando se quisiera amar como su fuente está llena no se le puede llenar de amor.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al tel. 01 312 3 30 72 54
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