La gente es presa de sus deseos. La mayor parte no logra llenar nunca lo que quiere. Pero en algunos casos marca con una ansiedad desmedida o con obsesiones. Condiciones así hacen sufrir. Para librarnos del sufrimiento tendríamos que dejar de apegarnos a las cosas, a las personas y/o a ciertas situaciones o momentos. Nadie dijo que era fácil.
El sufrimiento viene porque el deseo no para. Ser curados de nuestro propio deseo es imposible. Es el mismo deseo que nos hace vivir. Pero nunca podemos llenar todos nuestros deseos. Y cada vez que satisfacemos uno hay decenas más sin satisfacer todavía. A veces llenar un deseo abre otros deseos. El camino del deseo es vivir para la parte más indomable de nosotros mismos: nuestra voluntad. Queremos imponer nuestra voluntad en todo. Hay deseos que persisten por mucho tiempo y nos tironean por dentro con sus exigencias. Otros se satisfacen pero por poco tiempo y vuelven a renacer. Algunas ocasiones lo que nos satisfizo un día, en otro nos aburre. El camino del deseo es tortuoso.
Algunos mal pensados supusieron que los enfermos de deseo son los que se dejan llevar por el sexo de manera desmedida. En realidad es parte del mismo tema que nos ocupa. Después de todo la satisfacción sexual es uno de esos espejismos de oasis en el desierto de nuestras vidas. Y cuando es una realidad no es tan fantástico o sólo cuando se da en condiciones de tensión y de dolor, de imposibilidad y de prohibición. Como parece escapársenos y lo tenemos por momentos nos engañamos con que si tuviéramos al otro por completo sería nuestra máxima felicidad. Y cuando es así viene el aburrimiento, el tedio, el buscar más y pierde todo atractivo. Y es que nuestro deseo quiere colmarse en todos sentidos, es esa tendencia que busca la paz, la calma de la satisfacción, de sentir esa plenitud y llenura del que ya no desea nada porque lo tiene todo. Pero eso no existe. Los seres humanos somos seres deseantes toda la vida debido a que así es la naturaleza humana. Schopenhauer, filósofo alemán, consideraba que la vida es sufrimiento precisamente porque la voluntad siempre quiere más y no encuentra la paz. En realidad él recibió influencia del budismo que predica precisamente esta idea de que la vida es sufrimiento y que el origen de éste es el deseo. Sea como sea es una verdad perenne, es decir una experiencia constatable por cualquiera que no la pasamos deseando mucho y no todo lo obtenemos y que cuando lo tenemos, deseamos otras cosas, la satisfacción es temporal y lo obtenido puede llevarnos a aburrirnos o a sufrirlo.
Es parte de la condición humana es ser esencialmente deseantes. Y no podemos ver colmados nuestros deseos porque ese sería el final de nuestra existencia. Sin deseo ya nadie buscaría nada ni se movería a hacer nada. Nuestros planes y nuestras ganas de hacer ciertas cosas y conseguirlas es colmar nuestros deseos. En su origen el deseo es deseo de vivir. Por eso el día que ya no tengamos deseos estamos muertos.
Es necesario que nos hagamos cargo de esta tendencia nuestra, que tengamos dominio sobre de ella, pues es por donde nos atrapan, nos controlan o por donde podemos perdernos en el aferramiento y el apego a algunas cosas, personas o condiciones “idealizando” que serán “todo” lo que necesitamos.
Este deseo imposible de colmar, este anhelo y esta fantasía es la que tan bien manejan los comerciantes. Vemos en un fin de semana a la gente corriendo a los almacenes por el “buen fin” a obtener lo que en otras condiciones no pueden y cayendo en la trampa del crédito y del comprar lo que no necesitan. Pero todos podemos creer que si tuviéramos esto y aquello sería mejor, estaríamos más contentos. Nuestras ansias son aprovechadas en todos los sentidos. Viviendo en una sociedad consumista nos tienen presas de nuestros deseos.
Emocionalmente hablando las personas que dejan rienda suelta a sus deseos suelen pasar por periodos de ansiedad, depresión y continuas decepciones resultado de sus anhelos no colmados. También los deseos satisfechos pueden no haber sido lo que esperábamos o una vez alcanzados nuestros objetivos todo se volvió aburrido.
La vida basada en el deseo es sufrimiento, es pura futilidad, es como diría el sabio Salomón en el Eclesiastés: “vanidad de vanidades”. La vida debe ir por encima del deseo y esta parte deseante debe ser domada para que nos mantengamos con ganas de hacer cosas, con pasión por entregarnos y con ilusión, pero sabiendo que nada en esta vida nos colmará totalmente. El aferrarse a ciertas cosas, a ciertos amores, a ciertos vicios no es otra cosa que un intento de llenarnos con lo que no llena. Sólo nuestra vida completa y cabal, realizada y feliz podría colmarnos y eso sería el final de nuestra vida. Sólo encontrarnos con el ser perfecto, que es el amor y la plenitud misma, es decir Dios, podría completarnos. Sólo el amor intenso y pleno vivido durante toda la vida podría ser parte de esta satisfacción que nada en este mundo puede colmar.
La psicoterapia es ese espacio en el que aprendemos a domar nuestros deseos para esquivar el sufrimiento inútil. En la vida es inevitable el sufrimiento pero que al menos nos lleve a un estadio de mayor crecimiento, madurez y entrega amorosa y no sea sólo sufrir para nada.
*Mtra. Ruth Holtz, Terapeuta psicocorporal, Analista bioenergética, Psicoterapeuta psicoanalítica. Orientadora cristiana. Informes y citas para videollamada a Colima al teléfono 01 312 3 30 72 54 ó al
Correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. www.facebook.com/crecimientoemocionalintegral