De acuerdo al museo, la cera de “tres fuentes” era utilizada como un símbolo del cristianismo, pero las personas que las confeccionaban también incluían detalles prehispánicos aunque no bien definidos.
La cera representaba la trinidad cristiana, cada nivel se adornaba con figuras de santos y deidades cristianas como San Antonio, la Virgen de Candelaria, la Trinidad, ángeles, palomas y flores, además de dioses prehispánicos como Quetzalcóatl colocándolos como soporte de la fuente, así como de pequeñas incisiones que daban un aspecto de escama.
Esta cera es elaborada con miel virgen o como la llaman también “cera legitima“. Actualmente, son pocos los artesanos que hacen este tipo de trabajos en la población de Ixtenco.
La cerería en México ha existido desde tiempos prehispánicos, artesanía que evolucionó con el devenir de los años, principalmente a causa de la intervención de la cultura española y evangelización, que no siempre fue la más apropiada. Debido a la actividad de la apicultura primitiva y del producto derivado de ella, que en otomí se llama táfi gäne (miel de abeja), en dicha cultura prehispánica se va dando el aprendizaje del manejo de la cera y sus múltiples usos.
Con la llegada de los españoles y la enseñanza de técnicas más especializadas se comenzaron a producir velas y ceras, las cuales, en un principio, se utilizaban para alumbrase en la oscuridad.
Sin embargo, las ceras fueron adquirieron un carácter ritual gracias a la doctrina católica, pasando por un proceso de sincretismo, fusionando los ritos prehispánicos y la forma de veneración hacia las deidades de la religión católica.
En el caso de Ixtenco no fue diferente y las ceras adquirieron un significado muy específico de acuerdo a la celebración en turno, ejemplo de ello es la ceremonia conocida como sacada de misa donde al niño recién nacido, pasada la cuarentena, se llevaba a la iglesia como símbolo de que profesaría la religión católica (era una ceremonia independiente al bautismo pero con bastante similitud).
Como práctica y estilo de vida, la cera se bendecía y era tomada como la luz de la fe.
En esta celebración estaba la otra parte, la pagana, aquella que se realizaba al terminar la celebración católica, y que consistía en un festín en la casa de los padres del niño, acompañados de los compadritos (padrinos del niño). Entre otras cosas se realizaba la danza de las flores, la cual con el paso del tiempo se sustituyó por el baile del guajolote, la vela adornada dedicada al niño se bailaba junto con la olla de mole, con el guajolote cocido con las patas hacia arriba, así como con un canasto llamado chiquigüite repleto de tamales y botellas de aguardiente de diferentes sabores como tejocote, anís, calanca (planta parecida a la manzanilla) y ajenjo.
Y así la fiesta se terminaba con todos los invitados bailando. Entre los siglos XVII y XVIII se cantaba en este tipo de celebraciones una canción que se llama Di Ma Mande que traducido al español significa “se fue ayer”, refiere el MMAPO.