La guerra, la miseria y la persecución política son tres de los principales motivos que orillan a los individuos a abandonar su tierra en busca de un mejor sitio para su familia o para sí mismos.
De tan mencionada, tal parece que la fuerza de la palabra «refugiado» se ha desgastado en los últimos años en el mundo, entre titulares y titulares de prensa que la toman a la ligera e incluso encienden los ánimos y han hecho ver al refugiado no como alguien que huyó de su país motivado por una necesidad con el único fin de la supervivencia, sino como un enemigo al que hay que combatir.
Los totalitarismos y las guerras obligaron a cientos de miles de personas a abandonar sus países en el siglo XX –hoy en día aún hay éxodos–. Una de las zonas de donde salía más gente era de los países que estaban bajo el control de la URSS.
Europa Central y del Este ha parido artistas sin parangón. Particularmente, en lo referente a la literatura, hay nombres que quedaron sepultados bajo el dominio de los sistemas totalitarios, ora por considerarlos burgueses, ora porque eran críticos del modelo político. Pero el tiempo se ha encargado de desvelarlos para bien de aquellos que ven en la literatura la única estancia habitable.
La recomendación de esta semana tiene que ver precisamente con una autora que dejó su país en busca de otra vida, aunque en ello se le fuera la vida misma, entre la rutina y la desesperanza. Me refiero a Agota Kristof (Hungría, 1935-Suiza, 2011).
Tras el intento de la revolución húngara, en 1956, Kristof abandonó su país –junto con su marido y su hija– en busca de dejar atrás las condiciones a las que estaba sometida. Halló lugar en Suiza, donde comenzó a trabajar en una fábrica de relojes.
Su obra no es extensa, pero sí altamente valorada. La propuesta de este espacio para acercarse a la narrativa de Agota es una novela breve: Ayer (1995; Edhasa, 1998; traducción de Manuel Pereira).
El narrador y protagonista, Tobías Horvath, es hijo de una prostituta que vive en un pueblo miserable. Todos los campesinos han estado con ella, toda la gente sabe quién es. El hambre acecha, muerde con sus rabiosos dientes.
Un suceso marcará la vida de Tobías, quien huye del pueblo hacia otra nación, donde adopta el nombre de Sandor Lester. Al llegar encuentra empleo en una fábrica de relojes donde, luego de diez años, se ha convertido en una especie de autómata: por las mañanas toma el autobús, llega a la fábrica, se sienta a perforar y perforar; regresa de noche para dormir y despertarse muy temprano…
Sin embargo, para combatir esa rutina y sacudirse el peso de la angustia, Sandor sueña en convertirse en escritor. Así, la historia que narra da pequeños saltos a las historias que salen de la cabeza del escritor en ciernes, quien vive atado a los años de su infancia y al amor por Carolina, Lina, una compañera de la escuela que solía ofrecerle comida y de la que no ha sabido nada durante diez años.
Pese a la desesperanza de Sandor, vive con la idea de que algún día se encontrará con Lina y las cosas podrían mejorar. No obstante, hay suficiente desesperanza acumulada en el personaje: «Ahora me quedan pocas esperanzas. Antes buscaba, me desplazaba constantemente. Esperaba algo. ¿Qué? No tenía la menor idea. Pero pensaba que la vida no podía ser sino lo que era, es decir, nada.» (p.45).
Aunado al pozo de soledad en el que se hunde, Sandor llega a convivir con algunos connacionales, cuyo desfile es tan miserable como el del propio narrador. Hay una serie de personajes que conmueven nada más por su mera existencia: refugiados que intentan sobrevivir en un sistema que no termina por ser amistoso con ellos.
El estilo de Kristof es descarnado, directo y no presta lugar a adjetivaciones ni a autocondescendencia. Cada frase contiene una dosis de pólvora, bien calculada, que estalla frente al lector. Cada párrafo se degusta como un sorbo de algún licor selecto y del que no se espera que se termine.
Agota Kristof es una escritora valiente con una pegada brutal. Hacerse de algún libro de ella conlleva un grado de fortuna. Si bien no es fácil acceder a sus obras –dado que fueron descatalogadas hace unos años–, exactamente dentro de dos semanas su aclamada trilogía Claus y Lucas –conformada por El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira– aparecerá una vez más en el mercado, ahora bajo el sello Libros del Asteroide. Será una oportunidad inigualable de conocer a una prosista de primer orden.