Acaso las obras, los pensadores, son de lo más rescatable que deja una guerra –si es que algo hay de rescatable en un conflicto bélico–. Uno de los países más afectados durante la Segunda Guerra Mundial fue Italia, con la presencia de Mussolini y la sombra del fascismo.
Sin embargo, también es un país que legó al mundo una vasta cantidad de escritores y pensadores como resultado de ese demencial conflicto. Entre estas figuras destaca la del novelista, cuentista, ensayista y filósofo Ítalo Calvino (1923-1985).
Hacia finales de 1945, terminada la guerra, el prolífico escritor se afilió al Partido Comunista Italiano; sin embargo, la invasión de la URSS a Hungría lo decepcionó y ello provocó que abandonara dicha ideología, hacia 1956.
A raíz de esta decisión, Calvino escribió una de sus novelas más famosas, El barón rampante (1957), que forma parte de la trilogía Nuestros antepasados, que es complementada por El vizconde demediado (1952) y El caballero inexistente (1959).
El barón rampante (Bruguera, 1980) es una de las obras más conocidas de Calvino. En ella cuenta la historia de Cósimo Rondó, integrante de una familia aristocrática italiana en decadencia, encabezada por el barón Arminio, un hombre preocupado por el qué dirán, y Corradina von Kurtewitz, la hija de un general cuya influencia militar terminó por bombardear su vida.
La novela transcurre en la Italia del siglo XVIII. El narrador es Biaggio, hermano de Cósimo. Ambos están fastidiados de su hermana, Battista, que está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de hacer imposible la vida de sus hermanos. Por ejemplo, les prepara alimentos con caracoles, ratas y animales extraños que deben comer sin protestar.
Sin embargo, cierto día, tras una discusión con su padre, Cósimo, de doce años de edad –Biaggio tiene ocho entonces–, se levanta de la mesa y abandona la casa para subir a un árbol, que se convertirá en la decisión más importante de su vida, pues a partir de entonces vive en los árboles.
En un principio, la familia creía que se trataba de un mero capricho, pero al paso de las horas, los días, las semanas y los meses, se da cuenta de que la decisión de Cósimo es definitiva y éste expresa que nunca más volverá a poner un pie en la tierra.
Así, Biaggio narra la historia de su hermano, a quien admira, quiere y ayuda para que la vida entre ramas sea lo más llevadera posible.
En uno de los recorridos de Cósimo llega al jardín de una familia vecina, enemiga de la suya, y en un árbol descubre un columpio, en el que está Viola, una niña de diez años que a la postre se convertirá en el amor de su vida. Inicia una relación más bien extraña, con retos por parte de la pequeña para que Cósimo baje. Además, él se entera que ella lideraba una banda de ladrones de frutos… Se enamora y no abandonará su mente al paso de los años.
La agilidad para vivir en los árboles le permite a Cósimo ver, desde las alturas, la vida del pueblo, saber ciertos secretos y entender las pasiones. Conoce a cualquier cantidad de personajes –lo mismo italianos que españoles y rusos y franceses–; uno de ellos, Gian dei Brughi, es el ladrón más famoso y temido del pueblo. No obstante, al conocer a Cósimo, se vuelve más bien dócil pues adopta un gusto por la lectura y lee de forma frenética, encerrado en su escondite, hasta que su fama se convierte en mera leyenda.
En El barón rampante se cuenta la vida de Cósimo: sus aventuras, el reencuentro con Viola, el acercamiento a exiliados españoles, soldados rusos, incluso un divertido encuentro con Napoleón Bonaparte.
El estilo de Calvino es ameno, en partes muy fluido y en otras más pausado, aunque nunca decae el interés por la historia. Hay episodios muy divertidos, otros rebosan ternura y otros más dan cuenta de la erudición del también autor de Las ciudades invisibles.
A grandes rasgos, la novela es una crítica contra las imposiciones, contra las ideas preconcebidas y las acciones de los regímenes. También es una invitación a la libertad, a decidir sin presiones exteriores. El barón rampante es, en su conjunto, una lectura que deja lecciones enriquecedoras al lector.