Los grandes escritores se destacan por la capacidad inventiva de su imaginación, la riqueza de sus historias o el arte de su tratamiento. Una historia bien contada siempre resulta atractiva para todo tipo de lector.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando no hay historia, cuando ésta es casi invisible o cuando la trama apenas si se percibe en un cuento o una novela? De entrada, se corre el riesgo de ingresar a un libro del que se saldrá acaso muy pronto.
En 1999, Andrzej Stasiuk (Varsovia, 1960) obtuvo el premio al mejor prosista polaco por su novela El mundo detrás de Dukla (1997). En 2003, Acantilado lanzó la primera edición de dicha obra en español, con traducción de Elzbieta Bortkiewicz y Juan Carlos Vidal.
Ésta es una novela cuya historia no se centra en la trama. Es más, en las primeras líneas, el narrador advierte que «…no debe existir trama alguna en este relato, porque ninguna cosa debe ocultar otras cosas cuando nos encaminamos hacia la nada…».
El mundo detrás de Dukla comienza con el retorno del narrador a Dukla, ese lugar que lo vio crecer y donde tuvo las primeras impresiones de la vida. En su regreso cuenta el estatismo de los domingos por la tarde, la luz que cubre las horas y todo parece inmóvil, encerrado en una especie de tristeza que acecha ese día a las personas.
El personaje narra cada espacio; no deja resquicio sin ser descrito y cada paso se convierte en un poema en movimiento. El hombre vuelve al sitio después de varios años y encuentra apenas ligeros cambios, pero los espacios permanecen, cuentan lo que años antes no pudo percibir.
Sin duda, la mayor virtud del autor en esta novela es el lenguaje: un lirismo que atrapa al lector y lo lleva a Dukla, un pueblo situado al sur de Polonia, para conocer los rincones que el autor describe con una sensibilidad destacable.
La prosa de Andrzej Stasiuk encanta, convierte al libro en un remanso donde los ruidos del exterior no se escuchan y, en cambio, la inmovilidad de Dukla se planta ante los ojos del que lee y se sabe habitante de ese pueblo.
Hay pasajes de los primeros años del narrador. Destaca a sus abuelos, la vida de entonces, las costumbres, la capacidad de existir con la mera presencia. O la aparición de Wasyl Padwa, un peculiar habitante del pueblo que guarda dinero, pero no con buenos resultados.
El protagonista es Dukla, sus espacios, su gente, el lenguaje con el que están narradas las cosas… Stasiuk hace del pueblo un mundo, pero en cada rincón, cada resquicio, describe un microcosmos con una maestría y una sutileza únicas que nos colocan frente a frases escritas con seda.
El mundo detrás de Dukla es una novela de 191 páginas para beberse a sorbos, degustarla frase a frase y deleitarse con el destacado lirismo de Stasiuk. Es asimismo como si la luz se posara sobre los cuerpos, sobre los espacios, se infiltrara entre los resquicios: todo está cubierto a través de las descripciones. Es un libro, pues, para disfrutar con todos los sentidos.