Sin embargo, hay otro texto de Melville que ha crecido en reconocimiento y le ha valido la admiración de escritores de la talla de Albert Camus, Jorge Luis Borges o Enrique Vila-Matas, por nombrar tres ejemplos.
La obra en mención es Bartleby, el escribiente. Publicado originalmente en 1853, de forma anónima, en la revista Putnam’s Magazine, se trata de un relato inquietante que, en la actualidad, es considerado una obra maestra del género y se han hecho diversas adaptaciones para el cine y la televisión en varios países.
La historia se desarrolla en una oficina de Wall Street, en Nueva York. El narrador es un abogado en retiro que tiene tres empleados –dos copistas y un recadero–: Turkey («Pavo»), Nippers («Pinzas») y Ginger Nuts («Bizcocho de Jengibre»), pero ya le resultan insuficientes para desarrollar las labores de la oficina, por lo que pone un anuncio para contratar a un escribiente más.
Así, aparece Bartleby, un hombre de figura «pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente respetable» que cumple con eficiencia las labores que le son encomendadas, desde su puesto, ubicado junto a una ventana.
No obstante, la percepción del abogado cambia cuando le solicita a Bartleby realizar una actividad diversa: analizar un documento entre los dos. Por respuesta, el trabajador dice: «Preferiría no hacerlo». Nada más.
A partir de entonces, el abogado –cuyo nombre se desconoce– es presa de la inquietud, de pensamientos que intentan analizar qué clase de persona es Bartleby. Porque éste continúa sus labores de forma eficiente, pero cada vez que el abogado le solicita algún trabajo que no sea el de escribiente, el protagonista se limita a su habitual respuesta. Les pide su opinión al respecto a los otros empleados, mientras trata de descifrar al extraño trabajador que le contesta «Preferiría no hacerlo» constantemente y del que descubre que nunca se retira de la oficina y ha hecho de ésta, su casa.
Después, el hombre termina por dejar de escribir. Agotada su paciencia, el abogado decide despedir a Bartleby, pero él rehúsa abandonar la oficina.
Decidido a no echarlo por la fuerza, el abogado opta por mudar su oficina, pero los nuevos inquilinos le reclaman la presencia del hombre extraño que no hace nada, que se limita a responder la misma frase todo el tiempo.
Después llega el desenlace para Bartleby, el final de su historia con un epílogo en el que el abogado trata de descubrir el origen del comportamiento de ese hombre; averigua sobre el anterior empleo del hombre e intenta asociarlo con su forma de ser.
Bartleby, el escribiente(Plaza & Janés, 1999) es considerado precursor del existencialismo y del absurdo (mediante una carta, Camus manifestó ser influido por Melville). De una forma muy original, anticipa el vacío existencial del que hoy en día es presa el individuo en una ciudad como Nueva York, entregada al amor por los dólares y desentendida de los hombres.
Además, existe una traducción de Jorge Luis Borges, de la que se ha dicho que el argentino le imprimió algo propio para romper con el estilo del siglo XIX y hacer del relato, algo más atractivo.
A través de 115 páginas (varía el número, según la edición), el libro se lee de un tirón y crea una mezcla de desencanto, tristeza y una forma de agotamiento emocional. El lector se enfrenta a una obra conmovedora de principio a fin que ya entonces puso en alerta al hombre que veía en el desarrollo una forma para acceder a la felicidad: Bartleby le lanza un escupitajo en la cara.