Los nombres más destacados de este grupo son William Faulkner (1897-1962), Ernest Hemingway (1899-1961), John Steinbeck (1902-1968), Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) y John Dos Passos (1896-1970).
Si hay que agregar algo respecto de su importancia es que los tres primeros fueron premios Nobel en los años 1949, 1954 y 1962, respectivamente, además de que figuran entre los escritores más importantes del siglo XX.
Algunas características de la Generación Perdida son el pesimismo, una fuerte crítica a la guerra y su inutilidad, a la voracidad del capitalismo, así como a lo que los políticos de la actualidad llaman «desarrollo» y «progreso».
La recomendación de esta semana gira en torno a estos conceptos: Manhattan Transfer, de John Dos Passos.
Esta novela fue publicada en 1925, es decir, cuatro años antes del inicio de la Gran Depresión estadounidense. Con maestría, el autor ya anticipaba las catástrofes económica y social que devinieron tras el crack financiero.
La estación Manhattan Transfer sirve a Dos Passos como metáfora para desarrollar la que es considerada –quizás– su mejor novela, pues en aquélla, como en todo paradero del transporte público, confluyen personajes que se cruzan de forma constante o que nunca más se vuelven a ver.
El escenario es la ciudad de Nueva York de los años veinte. No ocupa nada más el telón de fondo, sino que el escritor hace de ella un personaje, acaso brutal: devora seres y sus sueños un día sí y el otro también; los regresa al mundo como almas grises, despojadas de toda esperanza. Hombres y mujeres completamente desolados.
La historia de la novela no gira en torno a un personaje en sí, sino más bien a la masa en su conjunto: Dos Passos entrega un collage en el que nos da cuenta de los sueños y las aspiraciones de un montón de hombres y mujeres que creen que en Nueva York hallarán –y lo llevarán a sus vidas– el ideal de bienestar.
Con base en estas motivaciones es que los personajes fluyen a través de párrafos y párrafos; sin embargo, Dos Passos no permite profundizar en la vida de las personas, pues en cuanto el lector comienza a saber algo más, llega el cambio repentino, los espacios en blanco en las hojas como símbolo del vacío que hay en los personajes y en el lector.
En la obra hay jóvenes que anhelan hacer dinero, mujeres que buscan alcanzar la felicidad, suicidas, obreros, políticos, sindicalistas; seres atormentados que beben alcohol, pese a la prohibición…
Éste es un elemento de la crítica de Dos Passos hacia la sociedad norteamericana de su tiempo; sabe que, pese a la falsa transparencia en la política de ese país, la corrupción es uno de los tantos defectos sobre los que está cimentada la llamada democracia estadounidense.
La novela no es corta (472 páginas, en la edición de Bruguera de 1980), pero se lee a buen ritmo; está escrita con una técnica de alguna forma innovadora del autor en cuanto al collage que ofrece al lector a través de sus páginas.
El ritmo se mantiene, pese a que no existen momentos de tensión ni hay una trama que exija la atención máxima del lector, aun cuando sólo algunos de los personajes vuelven a aparecer, años después, ya en desgracia. Muchos aparecen y desaparecen, sin saber nada más de ellos. De otros, nos enteramos de sus fracasos. Porque, en el fondo, es una novela de fracasos, de la soledad como único recurso para encarar la derrota frente a una sociedad que exige materializar los sueños para comprobar el éxito en la vida.
En esta obra encontramos a un John Dos Passos pesimista, pero a la vez desengañado de las falsas ventajas del progreso y demás mentiras. Pero, como todo gran pesimista, deja un resquicio para que se cuele la esperanza.
Otra obras destacadas de este autor son: Tres soldados (1921), novela de corte antimilitar; la trilogía U.S.A., conformada por las novelas El paralelo 42 (1930), 1919 (1932) y El gran dinero (1936), entre otras.