1.- Negociar el presupuesto del ejecutivo para el 2011, y
2.- Coordinar estrategias a la dupla Julio Espín—Maricela Sánchez en el proceso que vive el PRI en este momento.
Ambas aparentes acciones, ha comentado el mismo López a políticos y periodistas, son instrucciones precisas del mandatario estatal. Intenta enviar la señal que es asesor del diputado Rufo Villegas porque así conviene al gobierno del Estado. Don Rufo, sospechosamente separado del PAN y casi infiltrado en la bancada del PRI, aparece seguido con iniciativas que lo hacen verse cual político vertebrado e inteligente, tarea donde le ayuda López. Chabelo ha echado a un lado penas, vergüenzas y cuantas barreras morales le coloquen, en el afán de que se olviden todos de su paso por la oficina de prensa de la administración. Hay asuntos pendientes de suma gravedad, de mucho dinero.
Un claro ejemplo es el ejercicio del presupuesto del 2008, donde en lugar de los casi 40 millones de pesos autorizados, se fueron a cerca de 120 millones, nada más tres veces arriba de lo legal. Es un delito aquí y en Singapur.
Tanto la Contraloría del Estado que encabeza la licenciada Patricia Mariscal como la Auditoría Superior de Fiscalización de Gerardo Casamata Gómez, saben del tema, tienen los números pero no han actuado. La apuesta al olvido va en subida, según López y quienes lo encubren. Sin embargo, pasado el proceso priista van a comenzar a salir las verdades, una de estas elemental: Javier López Sánchez se enriqueció explicablemente desde su dualidad oficial de funciones –era dos veces secretario de despacho—y sobre todo en la tarea que con mayor gusto ejercía: el cobro del diezmo a constructores de obra pública, en la secretaría del ramo, en CEAMA y en el sector educativo. ¿Se imaginan el porcentaje en lo general? Incluso se afirma que existen dos averiguaciones previas manejadas con sigilo en la Procuraduría de Justicia, que no han caminado sólo en espera de su ratificación. Pareciera que se hará justicia, cosa que habrá de atender con cuidado, porque se habla de cientos de millones de pesos, siendo conservadores.
Todos lo saben, el año pasado fue un gran murmullo pero nadie ha hecho nada para que se esclarezcan todos estos dichos. Javier López fue impune no sólo en su trabajo como jefe de prensa, donde entabló compromisos millonarios con porcentajes que empiezan a ventilarse, sino determinaba en algunos lugares qué periodista sí y cuál no. Ignorante del tema, dañó la imagen del gobierno y del doctor Marco Adame. Consta a muchos que Adame ha sido respetuoso del quehacer de los informadores, que no ofende y lastima a nadie, incluso en su tarea de gobernante ha traído recursos importantísimos para el desarrollo. El jefe del ejecutivo tiene ingredientes naturales en su personalidad y su actuar, que lo mantienen bien ubicado entre la clase política de su partido, y con respecto de los de otros frentes partidistas, es cuidadoso. Cuando menos no tira golpes que lo evidencien, y si lo hace es discreto.
La actitud de Javier López a partir que reasume una tarea pública, por más pequeña que sea como es la asesoría a Rufo en el Congreso, cambió. Era evidente que buscaba la recuperación de un “estatus” sin importar sueldo, oficina y demás cosas burocráticas. La cosa era “estar”. Ya es, ahí se encuentra, se asoma en las sesiones, ha entablado relación con priistas y hasta uno que otro perredista. Tal pareciera que nada haya pasado, que los que hoy comparten espacio con él no hayan sido lastimados en su función de coordinador de comunicación social. El olvido. Precisamente es por ello la reacción de personajes de relieve que a partir de Chabelo van a iniciar un ajuste de cuentas político porque, dicen, si algún servidor público en cualquiera de los tres niveles con influencia en la entidad ha sido rapaz e impune, se llama Javier López Sánchez y le apodan “El Chabelo”.