Bueno, el 27 de octubre de 1964, cientos de familias de comerciantes del viejo mercado “Benito Juárez” cargábamos lo poco que se podía en tanto, en coro y con lágrimas, le rementábamos la madre a las autoridades municipales en turno.
Era abandonar la nacencia, el origen, para encaminarse a lo desconocido, a una tremenda construcción, impresionante, que se antojaba imposible que llegara por ahí algún cliente. Nada sería igual que en el mercado viejo, donde los espacios eran menos reducidos y la anarquía el sello de permanencia. La pequeña construcción del mercadito con entrada por la calle Guerrero, con su quiosco en medio. Parecía chiquito, era chiquititito. Pero como en todo centro de abastos, sus alrededores se encontraban a reventar: No Reelección, aceras de Guerrero, Clavijero completo, Zarco una parte, Tepetates pleno, todo ello integraba a la gran familia de comerciantes que tenían que poblar una nave con cientos de planchas y un exterior bien diseñado, ordenado, moderno, que lo repetimos, parecía imposible algún día llenarlo.
Los recordatorios familiares eran a personajes como el alcalde Valentín López González y los regidores Crisóforo Ocampo y Agustín Pedraza Ávalos –padre por cierto del apreciado amateco del mismo nombre--. Nunca imaginamos que poco después el lejanísimo mercado sería ni más ni menos que “el ombligo de Morelos” como bien lo definiera el mejor gobernador que ha tenido esta tierra, Lauro Ortega Martínez. Fácil, de esos finales del 64 a principios del 68, el mercado no se pobló. Al contrario, las planchas del mercado permanecían abandonadas, el pasillo principal servía para “la cáscara” de los chamacos, colocando una portería pegado a La Virgen y la otra debajo de la administración. Los pasillos de norte a sur, desde las dulcerías hasta las carnicerías, servían de pistas donde se deslizaban igual carritos de baleros, que pedazos de madera con corcholatas cual ruedas jaladas con un lazo, una pista sui generis.
No se diga en las afueras, el tianguis desierto; las fondas, apenas ocupando uno de los bancos de fierro de cuatro en total, jodidísimo. Las zapaterías haciendo la lucha, con sus grandes patios al frente. La famosa cevichería “Panchos Place’s” era de los pocos lugares que parecían rentables. Ya era la central camionera, con gente que bajaba del centro para dirigirse a cualquier punto de la ciudad o el estado, apenas uno que otro introductor de fruta o legumbre, porque los fuertes de la época habían rentado locales en el centro de Cuernavaca por “la lejanía” del López Mateos. ¡Se imaginan!
Apenas se rasguñaba el 1970 y el ALM inició su vertiginoso crecimiento. Nadie lo imaginó y todos fueron tomados desprevenidos. Finalmente, la visión de los que construyeron el mercado arquitectónicamente más completo del mundo, tenía la razón. Ahora a tratar de frenar la anarquía. No se pudo: el mercado fue devorado por los intereses, siguió siendo como hasta hoy la central camionera del estado, continuó –igual que este día, 46 años después—la central de abastos no sólo de Morelos sino de la región (con el norte de Guerrero y el oriente del Estado de México), ha sufrido incendios, inundaciones, golpe tras golpe y sigue en pie. Ha quedado claro que en el alud de especulaciones tras el último siniestro que lastimó parte del techo de la gran nave construida por el arquitecto Mario Pani, ingenieros del Politécnico Nacional, ampliamente calificados, hacen los trabajos de rehabilitación y con trabajos alternos debe quedar listo.
El mercado ALM es relativamente joven, la concesión para cada locatario es por cien años. Falta que lo usufructúen hijos, nietos y bisnietos de los actuales que son a su vez hijos y nietos de los fundadores. No se dobla a la primera. Y nos ubicamos en una realidad que pocos entienden: no es probable que se cierre este mercado, porque representa económicamente uno de los pilares de la entidad, porque alberga a cientos de familias que componen un aproximado entre 25 y 30 mil junto con empleados. No es cosa sencilla como opina la gente su retiro. Es una historia amplia, que se ha contado en partes. Algún día.
Mientras, un abrazo a todos los que integran la gran familia del ALM, y de paso un anuncio importante de ocasión: Avísenle a los demás que el ALM se encuentra en buen estado y goza de buena salud a pesar de los pesares.