A más de un año de esta legislatura “nos cayó el veinte” por qué la improductividad en la mayoría de los casos. Las excepciones están a la vista, igual que los protagonismos. Hay quienes juegan con los demás, por ejemplo el perredista Fidel Demédicis que hizo lo que quiso con Luis Miguel Ramírez Romero, el coordinador de la bancada del Partido Acción Nacional. Los reproches, mohines, desplantes, se fueron sucediendo. Algún diputado imperturbable, como divertido de los juegos de sus compañeros, otros como Gabriel Haddad Giorgi, tranquilo, fiel a su estilo. El presidente de la mesa directiva, el médico Esteban Gaona, solícito, paciente, quieto, jugando su rol, agotando los tiempos, tolerante, hasta sonriente.
“Es cuánto, señor presidente”, se escucha hueco, prefabricado, burdo. Mejor como el juguetón, travieso Demédicis, que se levanta a la hora que quiere, interrumpe al que tiene la palabra, gesticula, se los come completos pues. En tanto, el diputado silencioso sólo observa, se nota que se divierte con el juego de los muchachos. Mientras, la maestra Lilia Ibarra se enoja, le mete pasión, refuta al chonchito Luis Miguel, un panista joven pero rancio, tradicional, parte de la numerosa y sacrosanta familia que ha mandado en el partido del gobierno hace diez años. Ramírez en lo suyo, demostrando que conoce los pasillos del Congreso, donde ha servido desde que era un mozuelo. Parece que pelea contra todos, pero caemos como el legislador que permanece imperturbable, como divertido con las chamacadas, que Luis Miguel es con Fidel Demédicis y Othón Sánchez Vela parte del trío de “los rudos”, que se han puesto de acuerdo para que uno gane la primera caída, otro la siguiente y el tercero los empate, como en la lucha libre pues.
Sí, porque se miran feo, se lanzan bravatas, pero no se lastiman, como que están de acuerdo en reventar a la apasionada Lilia Ibarra, con su punto de acuerdo que a todas luces es importante, en el sector educativo, el que maneja José Luis Rodríguez, el persignado y buen muchacho secretario, o el gordolobo experimentado y mañoso de Felipe Sedano Reynoso, el que fue tesorero del PRI y eterno seguidor de Juan Salgado Brito, cuernavaquense de cepa, eso sí, burócrata contumaz y cuestionado director del más cuestionado IEBEM, el mismo desde donde desaparecieron 11 millones de pesos que pararon en la cuenta de la esposa de un subsecretario de Educación, según afirmó un empleado que ha regresado al redil y dejó atrás su pretendida denuncia penal para “mostrar el verdadero rostro de la corrupción de panistas tradicionales”. Un bla, bla, bla que no puede quedar en bla, bla, bla, hay que rascarle porque huele feo.
Pero la sesión sigue y Fidel continúa con su mismo rol, acapara la atención porque es secretario de la mesa, lee a veces un informe, lo que puntualmente hace la convergente Yesica Ortega, que de pronto le gana la carcajada cuando está en el recuento, al grado que el micrófono parece una extensión propia. Ni se entera la joven legisladora que Fidel “le carga la chamba” para seguir en lo que le gusta y sabe hacer: la controversia, el tonito “paisanón”, ladino, taimado pero agudo cuando la necesidad lo requiere, el hombre que ha hecho de la palabra litis su herramienta preferida, la tiene siempre a la mano. Inamovible, el legislador del silencio sigue con su mirada a los protagonistas de la velada vespertina—nocturna, se sigue divirtiendo.
Por ahí un llaveo y contrallaveo entre Fidel con Othón, se tiran “cates” pero no se sacan mole, se gritan pero no se ofenden, se fintan pero no se cuentan las tres, claro parece que se opusieron de acuerdo en el vestidor: “hay que reventar a Lilia”, parecemos oírlos. Entra “al quite” Luis Miguel, y el silencio del diputado atento es imitado por otros que cansados, sólo esperan que el árbitro Gaona cuente las tres de la caída definitiva. Entra la gente atribulada de Hueyepan que pelea a muerte la dotación de agua con los de Tetela del Volcán, vecinos desde siempre, antes de los españoles, peleados eternamente. Es cuando las palabras de Fidel Demédicis toman forma: “ya están cansados, no puedo decir la palabra exacta por respeto a este Congreso, pero interprétenme…”. Allá. La gente cercana a Don Goyo es brava, casi incontenible, lo acabamos de ver. Para qué rascarle los tompiates al tíger.
Todo lo seguimos frente al televisor en el canal 70 del Cable, estoicos los muchachos del sistema de radio y televisión evidenciando las carencias del legislativo, bueno, de los protagonistas que siempre son los mismos. No supimos en qué terminó, porque Luis Fernando Armendariz, el colega director del sistema, entraba a cuadro con las noticias. No conocimos el desenlace, pero lo imaginamos: El diputado observador, impávido, se fue a su casa pensando en que mal cometió para merecer el castigo de compartir curul con personajes tan rudos como cursis…