Difícilmente nos encontraríamos ante la llamada de auxilio de personas de un estrato social estable, llamémosle clase media, media alta y alta. Esa gente vive en Tabachines, en Vista Hermosa, en Delicias, en Palmira, en Lomas de Cocoyoc y, también, se encuentran con el miedo, frío, frío, escurriéndoles por la espalda. Lo conocimos ayer mismo que un gran amigo nos transmitía el sentimiento múltiple de temor, terror, coraje, impotencia y dolor de residentes del fraccionamiento Tabachines. “¡Hagan algo ustedes, los de los medios, no es posible que vivamos bajo estas condiciones!”.
Varios de ellos seguramente van a encontrarse mañana en la marcha que la Sociedad Civil hace de La Paloma de la Paz a la Plaza de Armas. La portada de la revista “Proceso” nos muestra el grito que todos quieren dar. Los rostros de la multitud marcan el clamor general: “¡Ya estuvo!”. Luego la frase tan común que impresa por el inmenso dolor que vive Javier Sicilia de “¡Ya estamos hasta la madre!”, la han hecho suya por todas partes. Sobran razones para esta expresión popular, Morelos ha sido inmerso, como nunca en su historia, en un escenario de guerra desigual, donde brutales “sombras” pegan a quien y dónde quieren. ¿Dónde está el enemigo? No nos han mostrado a ninguno de los de a de veras. Aparecen “Las Barbies”, “Los Grandes”, “Los Teos” y sus pequeños cuanto peligrosos pandilleros, pero todo indica de acuerdo a la tersura como se dan “estas espectaculares” detenciones que son bajo un sistema que funciona mediáticamente, para la foto, el circo, la maroma y el teatro: la concertación. ¿Cómo personajes tan peligrosos, con recompensas de millones de dólares, son agarrados sin una sola bala, sin rasguños, sin los rastros de rostros destrozados de sicarios con salarios apenas superiores al mínimo en una industria que es millonaria en dólares como es el narcotráfico?
La estrategia gubernamental ha fallado, no hay necesidad de meterse en debates con funcionarios, carecen de elementos para ello, está a la vista la derrota. Entonces, es hora de la sociedad, que acude inerme pero determinada a las calles para recuperarlas porque son suyas, deciden que las emociones atrapadas en un interior que se hace trizas, broten, griten y encuentren el alivio, cuando menos, de que a los lados va otro ciudadano en su misma condición. Intentos por pedir a las partes en conflicto, ya cártel contra cártel, ya policía contra delincuentes, ya federales contra cárteles, que sus batallas las libren tratando de no lastimar a terceros, han sido vanos. Nadie ha hecho caso. Morelos está herido, nos han ido quitando parte del ser y se comienza a llegar hacia la esquina de enfrente, la que nadie quiere pisar pero es obligado, la que quema, la que tienen los del poder, ya sea político, policíaco, militar o delictivo. ¿Por qué? No han dejado de otra.
Sí, por menos, mucho menos, la administración de Jorge Carrillo Olea fue obligada a dimitir. Sí, por menos. Y en aquellos momentos las calles eran encabezadas por políticos de oposición al régimen que gobernaba, incluso por mismos priistas hartos. Hoy no caben los oportunistas, porque donde marcha el dolor y la rabia no combina la demagogia ni la incongruencia. No es sólo un desahogo. Se trata de una expresión general, porque en los primeros meses de esta guerra estúpida, los muertos eran aportados por barrios y colonias populares. La delincuencia ha escalado peldaños de la sociedad y se genera un sentimiento entre la gente con capacidad adquisitiva, que viven en Morelos porque es su tierra y saben que huir, correr, desplazarse a otro lugar, representa perder la batalla.
Si durante décadas hemos presumido el sentido de pertenencia sobre ésta, nuestra tierra prodigiosa, se han dado momentos que sentimos que la vamos recuperando, cuando caminamos, de noche, por el centro de la ciudad y hacemos escala para comernos unos tacos, o cuando salimos de un espectáculo bello donde nos repiten una y otra vez “Yo soy de Morelos, que viva Morelos”. Pero de pronto la perdemos cuando en tu propia casa te arrebatan un hijo, igual al escuchar, ver o leer noticias que masacran a grupos de jóvenes grupos de sicarios que para efectos de la realidad son sólo “sombras”, a las que nadie detiene y sólo sabe que existen. Los medios están ahí, dando cuenta, también con miedo, porque “Las Sombras” están por todos lados según los números de víctimas y cuentan con protección. De otro modo no se explica tanta impunidad en su modelo de actuación.
Hoy la gente sale, viene de cada escalón de la sociedad, hasta no hace mucho sólo de la parte baja, hoy llega hasta arriba el terror. Salen a la calle con razones que nadie puede siquiera cuestionar, porque salen a clamar por la vida.