Muchos paisanos nos vamos a encontrar el tamaño del hombre que fue gobernador del estado y renunció por condiciones que si bien en su momento parecían escandalosas, hoy son mucho muy menores. Su principal enemigo era el presidente Ernesto Zedillo, con el que tuvo diferencias desde que ambos eran parte de la cercanía de Carlos Salinas de Gortari, cada uno en su flanco, nunca juntos.
Es directo Carrillo Olea en su crítica contra el presidente Felipe Calderón, más cuando se mete en los territorios que dominó como es la seguridad nacional y la inteligencia. Dicen que es, precisamente, el padre de “la inteligencia moderna en México”. Así como hay que leer detenidamente su libro, vale revisar más de una vez el libro de la valerosa periodista Anabel Hernández, Los Señores del Narco, donde don Jorge es entrevistado, habla claro, pero ahí nos encontramos que el aparato que hoy no funciona a los gobiernos panistas tiene origen, precisamente, en la escuela de Carrillo Olea y sobran nombres y personajes, desde el asesor de Felipe Calderón, Jorge Tello Peón, hasta el mismo Genaro García Luna, actual secretario de Seguridad Pública Federal.
Esto, claro, no es responsabilidad de Carrillo, pero se evidencia que fueron malos alumnos, con lo que se vive en el país y en las propias críticas del ex fundador del CISEN.
Indudablemente que el jojutlense se ha convertido en un referente obligado para consulta de los temas que ocupan los primeros sitios de la preocupación nacional. Quizá si lo hicieran –consultarlo-- desde el gobierno federal, algún avance tendría la feroz lucha perdida contra la delincuencia organizada. Estos asuntos, se diría popularmente, “son el mole” de Carrillo, es donde mejor se siente y es lo que más conoce. Un especialista, sin duda. Rehabilitado socialmente por la actuación de sus malos sucesores, el también militar en retiro enseña un buen nivel profesional y ratifica su grado alto de intelectualidad, lo que si bien no está reñido no debe obligar a que sea un buen practicante del quehacer político. Esto que ratifica lo que hace años, justo cuando regresaba a Morelos para gobernarlo, ya exhibía: la política no era lo suyo, y menos cuando desde su óptica en esta tierra su práctica (y, obviamente, sus practicantes) era “primitiva”, lo que reprochaba a cada uno de sus paisanos con los que llegaba a encontrarse en su oficina o en algún restaurante de la Ciudad de México antes de 1994.
En su momento, en este espacio señalamos que Jorge Carrillo Olea no se sentía cómodo en la función de gobernador, que seguramente no era completa la información que su equipo le daba sobre el estado de Morelos, donde nació en Jojutla pero muy joven se fue a preparar y regresaba periódicamente; sin embargo, su familia completa es de morelenses. Quienes olvidan la historia reciente o no gustan de ella, la administración de cuatro años de Jorge Carrillo Olea apenas existió. Cuestión de revisar, pero sí se evidenció desde un principio que tenía poca tolerancia para el trato directo con la gente común y poca confianza en la capacidad de los políticos --de su partido y los otros-- en la localidad. Su gabinete fue de nombres que alguna ocasión trabajaron en el gobierno federal, cada uno de ellos desconocedor de la problemática local y, sobre todo, de cómo pensaba cada uno de los que aquí vivíamos. No sabe el columnista si alguna ocasión don Jorge entendió que ahí estaba el punto fino entre trascender o lo que sucedió.
Alguna ocasión caminando con uno de estos servidores públicos llegados de la capital con altos blasones, con el que nos encontramos frente a Catedral, conversábamos sobre cualquier cosa cuando sonó su celular, contestó y lo que escuchamos, luego él mismo se hacía bromas:
--“Qué pasó. No sé exactamente, pero ahorita te digo para que traigas la camioneta”.
Nos consultó en qué calle nos encontrábamos. Le preguntamos el lugar donde estaba su auxiliar y dijo que en su oficina de gobierno.
--“Dile que salga por la puerta de atrás de Palacio, que en tres segundos te encuentra”.
Y cómo no, nos hallábamos a punto de doblar de Hidalgo a Galeana, a 10 metros de la espalda del Palacio de Gobierno.
Estamos abriendo el libro de don Jorge, hay que leerlo, porque no sólo ha alzado con propiedad su voz en temas que domina y para los que el Estado mexicano lo preparó, sino que esperamos encontrar en sus líneas alguna luz al final del largo túnel en que nos han sumido los gobiernos en temas de seguridad. De lo contrario, refugiémonos en las que para esos años parecían adelantadas palabras del maestro de periodistas Carlos Reynaldos Estrada, precisamente en los días que a México lo gobernaba Zedillo y a Morelos, Carrillo:
“¡Ya basta de Realidades! ¡Queremos Promesas!”.
Buscaremos a Carlos para que ratifique o nos renueve la frase, finalmente por algo le sobrenombrábamos cariñosamente “Catástrofe” y le rogábamos que no viniera tan seguido a Morelos, “porque siempre pasaban cosas”. Coincidencia o no, pero hace once años que aquí sigue nuestro querido amigo.
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Hey
QUIEN COMO CARRILLO OLEA DESEA SER ESCUCHADO POR SUS SEMEJANTES SE ENCUENTRA… Compartelo!