Tiene razón un amigo fumador cuando advierte que las llamadas de atención que a cada cajetilla le colocan en cada cara, debieran hacerlo con fritangas empaquetadas y etiquetadas que consumen niños y jóvenes y con gran demanda por cierto, “porque ésas engordan y dañan también la salud”, agrega.
Algo más comentó el tradicional discotequero Remis en relación a que las autoridades deben revisar que el alcohol que se expende en esos negocios no tenga adulteraciones. Eso es importantísimo. Vivimos hace algunos años lo del alcohol con metanol, cuyo origen era una de varias destiladoras de Temixco que durante décadas trabajaron sin la molestia de ninguna autoridad, al grado de hacerlo no sólo costumbre sino en apariencia legal. Los dueños de esos negocios, la familia Díaz Rubio, fueron vinateros por excelencia desde las épocas del granel hasta que los desapareció el grave accidente de un ambicioso heredero de ellos (que, tiene que reconocérseles, eran tan profesionales que grandes firmas transnacionales les pedían maquila); éste adquirió dos tambos de alcohol industrial, de madera, que se usaba en refinerías de petróleo, los mezcló y comercializó en casi toda la entidad, lo que causó una mortandad de aproximadamente cien personas. No era experto como su padre y tíos. Una verdadera matanza. Pero lo repetimos: todos en Morelos conocíamos el negocio de la familia Díaz Rubio; casi se admitía y se reconocía “su calidad”, por increíble que parezca. Se hizo moda la frase “alcohol fino de Temixco”.
Bueno, Andrés Remis hizo la referencia a la obligación de expender alcohol legal en cada establecimiento. Lo marcamos por un par de sucesos que conocimos recientemente. Uno en un bar de la avenida Teopanzolco donde una joven se tomó dos tequilas y casi pierde el conocimiento, al grado de que sus acompañantes la llevaron a un nosocomio a que la rehabilitaran. Según el parte médico, ingirió demasiado alcohol. ¿Dos tequilas? O la persona está enferma o le dieron gato por liebre. Es de sobra conocida la versión que al hielo le colocan éter o que siguen inyectando botellas originales con otro tipo de alcohol. Pero entra en las leyendas urbanas porque desconocemos si alguna autoridad lo ha corroborado.
El otro caso fue en una de tantas cantinas de la parte norte de la ciudad, por los rumbos de la avenida Domingo Diez, similar al anterior: dos tragos, mareos, vómitos y hospital. El diagnóstico idéntico: demasiada ingesta de alcohol. Y afirman que fueron sólo dos copas.
Los negocios nocturnos, discos, bares, restaurantes tienen que ser incentivados, tampoco puede cancelárseles a los jóvenes el esparcimiento y todos debemos colaborar en el rescate de nuestros espacios y el sentido de la pertenencia que junto con la identidad se ha ido perdiendo. Cuernavaca fue durante años el sitio de reunión de los jóvenes defeños. Hoy, los muchachos de Cuernavaca optan por ir al DF. Nos hemos ganado en base a realidades una mala fama, que ha generado pérdidas económicas incuantificables. Uno de los sectores más lastimados es el gastronómico, los hoteles, los bares, las discotecas, cada uno negocio que genera riqueza y empleos. Tiene razón Andrés Remis: la cuerda no debe ser tan tensa, hay que aflojarla un tanto. Parte de ello es el respeto a la gente que no fuma, pero también garantizar el derecho de los fumadores a terminarse las cajetillas que quieran, porque si es tan grave el tabaco al grado de satanizarlo, no entendemos por qué en todos lados, hasta farmacias, venden cigarrillos.
El Club de Fumadores tampoco representa discriminación; que lo vemos en el Distrito Federal con grupitos de gente con su cigarro a los costados de restaurantes, bares o centros comerciales, como también es ya común en Cuernavaca. Las “bolitas” de pronto aparentan gente obligada a alejarse porque tiene un gusto, hábito, adicción o lo que los expertos digan. Como que son empujados por los demás. Dirían los ancestros: “Ni muy muy, ni tan tan”.
Sí, que los discotequeros o dueños de bares cuiden la calidad de sus bebidas, que no se preste a ninguna especulación, que vendan calidad, porque todos deseamos que Morelos y sus municipios regresen a los días (y noches sobre todo) que nos dieron fama de buenos anfitriones. Ojalá…