El cuarteto mencionado tuvo que ser elegido por un equipo de trabajo que acompaña en esta tarea al mexiquense, y para hacerlo revisan con minuciosidad cada una de sus acciones en sus lugares de origen donde gobiernan, además de la temporalidad en sus cargos.
Por ejemplo, la gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco, única dama al frente de un Estado en el país por cierto, el año próximo termina su encargo, pero tiene una alcaldesa en Mérida, Angélica Araujo, que es presidenta de los ayuntamientos priistas del país y, el presidente de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigós es el vicepresidente de esa sin duda poderosa organización. Bueno, Manuel es uno de los que públicamente y con audiencia nacional, se pronuncia en favor de Peña Nieto. Es el primer priista morelense que lo hace abiertamente y con reflectores más allá de Tres Marías.
Se incluye al gobernador de Veracruz Javier Duarte, que recién tomó el cargo y no genera ruido a sus homólogos priistas por el pronunciamiento a favor de Peña Nieto. Todos lo sabemos, que el crimen organizado acaba de mostrar su capacidad mortal arrojando en una avenida principal en Boca del Río, 35 cadáveres que con o sin antecedentes penales es envío de una señal de la ingrata realidad del país. Pan de cada día la violencia, Veracruz está inmersa igual que otras entidades como la nuestra, pero en el marco de la política—política que hoy nos ocupa, los espacios televisivos en horarios importantes, no sólo dan la señal que el ex gobernador del Edomex es sino el único, el mejor colocado para ser candidato del PRI, y entre quienes lo dicen se destaca a dos que caminan por el mismo sendero de don Enrique: Aristóteles Sandoval, alcalde de Guadalajara, y Manuel Martínez Garrigós, de Cuernavaca, que ganaron el mismo día en julio del 2009, que han aguantado el aluvión no sólo de gobiernos estatales contrarios sino de estrategias con participaciones de todos los niveles de gobierno, el PAN como partido, la propia presidencia de la República y sus brazos federales --léase delegaciones—y la suma de empresarios con intereses a las órdenes de sus contratantes y con ansias particulares por dañar las carreras de ambos jóvenes. Aristóteles es dos años mayor de Manuel que tiene 34.
Ambos salieron a cuadro en la televisión nacional, dijeron cada uno lo que pretendían pero hacia el mismo objetivo: el mejor priista para contender por la presidencia es Enrique Peña Nieto. Clarísimo. Más similitudes:
Aristóteles en Jalisco es el mejor posicionado para la candidatura al gobierno, Martínez Garrigós lo es aquí en Morelos. Los dos han actuado firmes en circunstancias difíciles, el de Guadalajara enviando lejos al complicado, frívolo y ultra religioso Emilio González Márquez y Garrigós enfrentando asuntos heredados como el de PASA o el incendio del mercado que en lugar de hacer caso a las voces de destruirlo o cerrarlo, optó porque en él se realice una de las restauraciones más importantes de las últimas décadas, porque está incluida como una de las cinco más trascendentes del arquitecto Mario Pani (Torres de Satélite, la Torre de Rectoría en Ciudad Universitaria, por el momento recordamos) y es la estructura mejor hecha del mundo y, seguro, en América Latina, en un mercado popular, arquitectónicamente referencia indiscutible. ¿Por qué derruirlo? Olvidando la comodidad, Manuel Martínez se arriesgó, igual que en la avenida Morelos, en las fuentes que aderezan camellones y parques en la ciudad cambiándole el rostro, o la obra de Buenavista. Ha silenciado bocas y eliminado venenos con remitentes oficiales o cortesanos. Se ha rifado, como se dice.
Es preciso decir que en casos como estos que en apariencia coinciden gobernadores y alcaldes con cobertura nacional, es una de las estrategias político—mediáticas ordenadas en los cuartos de trabajo de Enrique Peña Nieto. Si entre decenas o cientos de priistas escogieron a cuatro, dos mandatarios estatales y dos ediles, cada uno de los pasos tuvo que ser presentado en el escritorio del licenciado Peña Nieto, para su aprobación. ¿Señales o qué? Como se guste llamar, pero allá, donde se decidirán acciones de suma trascendencia para el PRI, tienen detalles (porque los pagan, los encargan, los revisan a fondo) sobre el posicionamiento de todos aquellos “que suenan” para cargos de elección popular. Morelos lo tienen bien determinado.
Sí, claro, es un tema importante, porque así como se ha anunciado que en Morelos el siguiente gobernador será priista, en la justa electoral no será lo mismo que coloquen al que menos riesgos corra a otro con el que las cosas si no se emparejarían sí generaría dudas. Y, según vemos, el PRI de Humberto Moreira y Peña Nieto, gusta de distancias indiscutibles.
Lo que venga del grupo compacto, carísimo, diseñado para combatir al presidente de Cuernavaca a partir de su aparición televisiva hace días, es consecuencia natural solo para el registro. Relevante en este momento que entre los aspirantes priistas, cada uno vaya tomando su lugar, el que les corresponde y en el nivel que saben lo pueden, y no enviar señales de desunión porque quién lo haga se descarta él mismo.
Importante, también, escuchar la voz de la calle, es vital, ya verán la realidad de las cosas. En el 2008 ya se escuchaba en diciembre, en el 2009 era más intenso y en julio se vio. Se siente un fenómeno parecido, claro, esto para los que acostumbran el pie tierra, el servicio público, el taxi, exactamente donde está el voto mayor. Si los estrategas mediáticos de Enrique Peña Nieto optaron porque dos alcaldes de capitales gobernadas por el PAN, aparecieran en su modelo de comunicación estos días, no se debe nada más a que están bien calificados por el ex gobernador mexiquense, sino porque tienen la frescura del rostro joven y el descaro con responsabilidad en la toma de decisiones, esas que pesan, decisiones de Estado.
Nunca la casualidad en asuntos de este tipo, es imperdonable hacerlo al azar. Como se dice entre la palomilla: no dan paso sin huarache.