Fue en el municipio de Temixco, en la colonia Villa de las Flores, donde hay decenas de grupos de esta índole, es la cuna de los llamados anexos, desde que un hombre visionario, Guillermo Magaña, fundara la mítica “Granja 24 Horas”. Lo hizo basado en los principios fundamentales de Alcohólicos Anónimos que fundaran en 1935 un corredor de bolsa llamado William Wilson y un doctor de nombre Robert.
Para los que han vivido los beneficios de este programa casi perfecto, lo que hace años en lugares como los anexos son aberraciones de las que una cantidad menor logra salvar la existencia. Es increíble el número de gente que ha salvado su vida, pero mayor la de improvisados que con recursos o sin ellos a unos cuantos meses de haber sido recluidos por su propia familia, salen a la calle para regresar abriendo una clínica. Cobran servicios tipo hospitales de primera o cuarta categoría, sin los elementales servicios que la ley obliga. ¿Quién los regula? Y lo más grave, tan infinita es su ignorancia que se consideran seres con iluminación propia, elegidos de su poder superior cuando por sus venas todavía corre el alcohol o la droga ingerida pocas semanas atrás. Intoxicados, según la ciencia médica, aunque pasen meses de abstención.
Conocemos el tema hace más de 30 años –33 y un mes con 8 días para ser exactos— y claro que sabemos de la gran ayuda que ha sido para la humanidad la visión y acción de Bill Wilson y el doctor Bob. Conocimos meses después de su aparición que hacía Memo Magaña, el “Gato” Humberto y Honorato en Temixco con “La Granja”. Trataban casos aparentemente sin remedio. Les compartimos uno, de un gran amigo llamado Carlos apodado “El Mugres”, del mero centro de la ciudad. Lo vamos a hacer responsablemente porque este fuerte hombre, es una prueba viviente a sus casi 70 años de edad, que el programa denominado AA sí funciona y que en sus inicios los “anexos” tenían mística y principios. Carlos fue llevado por un comerciante, lo sacó de Los Patios de la Estación donde tenía cuatro años bebiendo alcohol puro, a veces comiendo, los más no. Lo llevaron a Temixco con Magaña y compañía. Nunca hablaba, actuaba como autómata, obedecía, se aseaba, acudía a sus sesiones. Todos lo creían parte del grupo aunque no mencionara palabra alguna, no obstante su poderosa voz en pulquerías, bares y picaderos de borrachos. Siete meses después de estar ahí, “El Mugres” literalmente “regresó”. Había estado sin conciencia. Hoy nadie lo para de hablar y es uno de los más respetados exponentes del programa de AA puro, el de hora y media, el que no obliga la asistencia, no cobra cuotas y se mantiene con la cooperación voluntaria de cada cual.
Hace algunos años la Policía Ministerial detuvo a los “responsables” de un grupo llamado “Ave Fénix” en la colonia Polvorín de Cuernavaca. Un abogado había sido enclaustrado contra su voluntad por su cónyuge, como pudo denunció a través de terceros, fue la policía por él y detuvo a quienes lo resguardaban. Les encontraron pequeñas dosis de cocaína, algo común de los que se encuentran “en proceso de recuperación”, sobre todo los que lo hacen en condición de privilegios, con pagos de la familia y demás. Ahí paró un tiempo un negocio que partía de un programa maravilloso considerado por la historia del tamaño que es. Piratas lo hicieron negocio, llegaron empresarios como un señor apellidado Leal de nombre Raymundo, que hizo de un grupo de ayuda mutua una empresa que trasladó a otros estados como Chihuahua, donde vendieron sus servicios en penales. También en Morelos, se le llamó “Programa Ave Fénix”. Negocio redondo. Nunca hubo algo más lejano a las intenciones e ideario de Bill y Bob. Y ninguna de tantas oficinas que se presumen como entes divinos y no son más que monsergas burocráticas, han denunciado y dicho algo al respecto. En tanto, que sigan matando en los interiores de los llamados “anexos” que no son más que negocios particulares de personajes todavía enervados por alguna sustancia. El que escribe sabe por qué lo dice y conoce el tema, a poco tiempo que este programa rehabilitador, no religioso, no lucrativo –así estaba plasmado en sus tradiciones y principios- llegara a Morelos.
Es un tema largo, un tanto complicado, porque existe gente, seres humanos, muchos, que le deben la vida tanto a los grupos tradicionales de hora y media como a los de 24 horas. Pero ya hace tiempo. Se acabó el compromiso, la mística, enterraron convicciones y apareció el negocio. Ahora, cualquier truhancillo, con dinero, abre su clínica y suceden cosas como la de Julián López, que no llegó a ser Julián “N”, del sitio de los privilegiados. ¿La Secretaría de Salud tiene qué ver? ¿Lo hace? Esperamos puntual respuesta del gentil y eficiente doctor Víctor Caballero Solano, secretario del ramo.