Casi diez mil mujeres recorrieron las calles céntricas de Cuernavaca; las radicales –apenas un grupo pequeño- volvieron a causar destrozos en edificios públicos y privados.

Miles de mujeres se apoderaron de las calles y macharon este miércoles en Cuernavaca para protestar por la violencia de género y para exigir un alto a los feminicidios en la entidad.  

La convocatoria rebasó las expectativas de las propias organizaciones convocantes, ya que según las estimaciones de las voceras acudieron cerca de seis mil personas, aunque de acuerdo con reportes de los cuerpos de seguridad, eran casi diez mil las participantes en el contingente, desde su inicio hasta el final. 

La movilización se desarrolló mayoritariamente de forma pacífica, sin incidentes, en un clima de respeto, con la participación de miles de mujeres que gritaban, bailaban, cantaban y enarbolaban pancartas y mantas,  pero en el recorrido,  el llamado “bloque negro” -un grupo de aproximadamente treinta mujeres encapuchadas- realizó pintas, rompió vidrios y causó otros daños y sustrajeron bienes en edificios públicos y privados. 

Como lo anunciaron, al mediodía de este miércoles las mujeres se concentraron en la glorieta de Tlaltenango, y la marcha arrancó a las catorce horas. En su trayecto, la columna se fue nutriendo de mujeres que esperaban a las demás a las orillas de cada calle y avenida. 

Las avenidas Emiliano Zapata, Obregón, Matamoros y Galeana se fueron pintando de negro, morado y verde, pues las miles de almas acudieron al llamado con estos colores, que se han convertido en símbolo de la lucha feminista.  

En esta ocasión -a diferencia de años anteriores- el número de participantes fue mucho mayor y se organizó por bloques. Al ritmo de una batucada, caminaron mujeres de todas las edades y de diversa filiación política.  

Con algunos lazos a modo de valla de protección participó un gran número del llamado bloque “de infancias”, en el que estuvieron había niñas, niños, bebés en carreolas, caminando o en brazos y algunas personas adolescentes junto con sus madres y otras familiares. “No soy princesa, soy una guerrera” se podía leer en una depancarta que portaba una niña de apenas unos siete años, que como las otras, gritaban frases exigiendo un alto al abuso sexual, al maltrato, a la violencia vicaria y otras formas de agresión.  

Otro de los bloques fue el único mixto, en el que marcharon también algunos hombres y que estaba conformado por familiares víctimas de feminicidio y de desaparición.    

Como en otras ocasiones, las manifestantes eran observadas por otras mujeres, que desde sus ventanas y puertas apoyaban la movilización; como una mujer de avanzada edad, que durante varios minutos causó sensación entre las feministas, pues desde su ventanal en un segundo piso de la casa ubicada en la avenida Obregón, acompañada por su perro, aplaudía y animaba a la causa.

“Mujer consiente apoya al contingente”, “Mujer, escucha, esta es tu lucha”, “mujer, hermana, aquí está tu manda”, fueron algunas de las consignas que lanzaron con emoción a la mujer que participó en la movilización con sus efusivos ademanes. 

La marcha, ya con miles de mujeres, arribó al Centro.

Las manifestantes  al final se concentraron en la Plaza de Armas y ahí, con apenas un megáfono, una mesa plegable y una pequeña bocina portátil, fue leído un pronunciamiento.

Muchas de las participantes se dispersaron antes de que iniciara el mitin.  

El “bloque negro” y sus destrozos 

La movilización se desarrolló mayoritariamente de forma pacífica, pero el llamado “bloque negro” marcó la otra cara e la marcha de este ocho de marzo.  

A lo largo del trayecto las mujeres de ese grupo realizaron pintas en diferentes inmuebles. Encapuchadas, portando hasta martillos irrumpieron en la sede del Consejo de la Judicatura, donde lograron romper las tablas que habían sido colocadas para proteger las oficinas y sustrajeron objetos diversos y rompieron otros.  

Más adelante, en el restaurante “Las Mañanitas” de nueva cuenta “las radicales” grafitearon la fachada. Apenas unos metros más adelante causaron daños en el edificio “Victoria” de la Secretaría de Turismo y Cultura, donde provocaron daños irreparables a obras de las artistas expositoras. 

Al arribar a la iglesia de El Calvario las mismas jóvenes del “bloque negro” se confrontaron con un grupo de católicos que intentaban -primero de rodillas- evitar que fuera dañado el chapitel de la Virgen de Guadalupe y el templo. Unas cuantas manifestantes terminaron golpeando a algunos varones de ese grupo religioso.  

A pesar de que otras mujeres les pedían suspender dichos actos, las mujeres encapuchadas continuaron con sus destrozos, ahora en la antigua sede del Congreso local, así como en dos sucursales bancarias, en las cuales se habían colocado tablas para proteger los ventanales.  

 Al llegar al zócalo, - con el pretexto de la expresión de iconoclasia- el grupúsculo de las “feministas radicales” tiró vallas y rompió vidrios de las ventanas de la fachada del palacio. Estas manifestantes hicieron múltiples pintas incluso en la ofrenda a las víctimas de la violencia. 

Las mismas mujeres radicalizaron su postura contra los periodistas, a quienes les impedían grabar y documentar los hechos.  

Finalmente, las manifestantes aseguraron que desde el interior del palacio de gobierno alguno de los guardias lanzó un químico gaseoso, “al parecer gas pimienta”, sin importar que había muchos menores de edad.  

Esto ocasionó varios casos de personas con ojos llorosos y picazón en la garganta, incluso entre las manifestantes.  

Por la noche el gobierno del estado informó que durante toda la marcha de dio acompañamiento a las mujeres, pero ante los destrozos y robos causados en distintos inmuebles se procedería conforme a derecho. 

Demandas 

Como parte del pronunciamiento, las voceras de las organizaciones convocantes expusieron su reclamo a las autoridades de los tres niveles de gobierno porque no han abatido el feminicidio.

Demandaron la aplicación de recursos económicos suficientes y la aplicación de políticas eficaces para prevenir y erradicar las diferentes formas de violencia y las condiciones de inequidad que enfrentan las mujeres en el estado en diferentes ámbitos, como el laboral o el estudiantil. 

Exigieron la actuación inmediata y justa de los jueces en casos de violencia vicaria y reclamaron justicia en los casos de feminicidios, así como de violación y otros delitos cometidos contra las mujeres de forma sistemática. 

“Denunciamos el acoso en las universidades, la narco violencia, la violencia mediática, digital e institucional, pero sobre todo denunciamos la violencia en el poder, el pacto patriarcal y las ideologías políticas que lo sostienen. Asimismo, ponemos en evidencia la precarización laboral, la brecha salarial y las violencias ejercidas contra las mujeres: amas de casa, trabajadoras del hogar, trabajadoras sexuales, vendedoras ambulantes, médicas, enfermeras, cuidadoras, maestras y otras trabajadoras que se encuentran en trabajos inestables y sin prestaciones de ley. 

Denunciamos la explotación que viven las mujeres campesinas que, según informes de INMUJERES, el 60% vive en pobreza. En Morelos hay 47 mil 852 trabajadoras del hogar según el Inegi. Demandamos la incorporación del trabajo del hogar a las políticas públicas del Estado. La pandemia dejó al desnudo la situación de desigualdad de las mujeres en cuestiones de trabajo doméstico y de cuidados. Las niñas y las mujeres son las principales cuidadoras y el 91,1% tiene al menos una persona a cargo. Sin contar que no hay reconocimiento de los derechos laborales de las mujeres consignados en el capítulo XIII de la Ley Federal del Trabajo”.  

*En el Consejo de la Judicatura:

*Frente a la parroquia San José El Calvario:

*Sucursal bancaria en la calle Matamoros: