No pasó ni una semana que exaltado, el hidalguense Adolfo Lugo Verduzco, entonces dirigente del PRI nacional, citó a Ortega en su despacho para lo mismo. “No puede ser, al rato en todos lugares van a querer hacerlo igual, con esas urnas”. Y don Lauro, tranquilo, repitió lo que con Bartlett: “El presidente tiene conocimiento, háblalo con él”. Y de nuevo en el retorno comentaba los tonos y las poses que le hizo pasar a Lugo Verduzco. Obviamente que el gobernador de Morelos esperaba la llamada de Los Pinos, pero esta nunca llegó, así que manos a la obra. Reunió a su gabinete político y giró instrucciones. Los responsables eran el secretario general David Jiménez González, el secretario de Gobernación Luis Arturo Cornejo Alatorre y mandó traer a Julio Mitre Goraieb, director de adquisiciones.
Les explicó lo que iban a hacer, dos de los tres pusieron cara de asombro y a Mitre le ordenó que le manufacturaran las urnas, que fueran transparentes, que se viera todo lo que tenían adentro, que no dejara dudas a nadie. Las urnas finalmente se construyeron de acrílico y sólo se quedó la tapa superior, del mismo material, para ser atornillada. Que no se diera ninguna sospecha, sería una elección histórica, y así fue: la primera en el país con urnas transparentes. Originalmente Ortega quería que el PRI ganara todo, sabía que así sería pero había que demostrarlo, y por ahí surgió la voz que le dijo: “¿Y si ponemos urnas transparentes?”. Las recias miradas de Ortega lo fueron más: “¡está usted loco! ¿O qué? Cada uno a lo que seguía: don Lauro a su recámara y su colaborador a su casa. Cuando vino la llamada para la reunión extraordinaria de la decisión histórica.
Hubo otros intentos desde Bucareli y Ortega en lo suyo: “Pues ya está decidido aquí, licenciado. Morelos pondrá el ejemplo y luego el país lo tendrá qué hacer, es en beneficio de la democracia. Transmítale mis respetos al señor presidente De la Madrid y a usted le dejo un fuerte abrazo don Manuel”, le dijo Ortega.
Bartlett insistió que al presidente no le iba a gustar su respuesta, que ya el presidente del PRI y los sectores estaban molestos y le pedía que reconsiderara. “Gracias mi secretario, pero aquí el órgano electoral ha tomado su decisión y yo la respeto”. Sabemos que eran tiempos de la hegemonía priista y quien mandaba en todo era el gobernador, incluso el manejo oficial de las elecciones lo hacían desde el propio gobierno a través del secretario general o de Gobernación local.
Este inicio de democratizar las elecciones eternamente juzgadas como robos, fue una verdadera odisea logística para la instalación del nuevo modelo de urnas. En lugar de llevar cajas amarradas en bulto, transportaban urnas de acrílico y el trabajo se multiplicaba. Además, a su llegada al destino, no se desplegaban y ya, para colocarles su cinta para distinguir los cargos. Había que bajarlas con cuidado y llevar la herramienta lista para su instalación, con los militares resguardando y los responsables de cada partido al tanto. Pareciera de trámite en esos días, hace 27 años, pero al tiempo se trata de la primera aportación real a la ciudadanización de los procesos electorales. Luego vino lo otro, importante, como la integración de personajes de la sociedad en los órganos electorales. Por ello, cuando leemos a José Woldenberg toca con conocimiento el tema, solamente le falta este hecho trascendente, 11 años antes que él fuera consejero ciudadano del IFE. Ojalá lo consigne en adelante.
El último domingo de marzo Morelos fue el primer estado del país que celebró elecciones con urnas transparentes, se veían las boletas depositadas desde cualquier ángulo. Hasta antes eran cajas de cartón selladas en los costados, con su respectiva rendija para meter el sufragio. La novedad llamó la atención de los medios informativos, luego de especialistas, se multiplicó y comenzó a aplicarse el modelo en el país entero. Alguien nos precisará, pero nos parece que la elección federal de julio siguiente, la intermedia, fue con urnas transparentes. Las nuevas generaciones no conocieron otras urnas más que las actuales, las transparentes, de ahí la relevancia de este recuerdo, porque lo hizo el gobernador de Morelos con alta visión de Estado. Si la competencia fuera la que hoy vivimos, no sabemos qué haría don Lauro, pero esa acción de “brincarse las trancas” presidenciales, contribuyó al avance democrático en materia electoral. Años después se ciudadanizaría el órgano electoral convirtiéndolo en el actual Instituto Federal Electoral y los institutos estatales.
Lo que sí tenemos bien presente, es que la siguiente elección constitucional en Morelos, de abril de 1988, que el candidato a gobernador fue Antonio Rivapalacio, la elección fue con urnas transparentes. Y en julio siguiente, la presidencial de Carlos Salinas de Gortari--Cuauhtémoc Cárdenas, también fueron usadas, ya decretadas en muchos estados del país, como una obligación pues. Pocos sabíamos que la decisión de don Lauro para sus urnas no pasó por ninguna instancia legislativa, lo hizo porque esos eran sus tamaños. Seguro una violación a la ley, pero más seguro que la aportación para abrir la caja del voto al ciudadano. Ya imaginamos a Manuel Bartlett, el secretario de Gobernación que hoy paradójicamente el PRD lo hará senador, recordando a su ex jefe Ortega con coraje cuando buscaba cómo dejar caer el sistema para apoyar a Salinas. (El lunes continuamos).