Sociedad
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El tigre en Tetelpa

Zacatepec. El tigre recorría las calles de Tetelpa. No era por la noche, tampoco fue en el vacío que se forma en el pueblo cuando se apagan la luces y es hora de dormir, aunque no falte el canto lastimero de un borracho enfermo de amor o un balazo que se expande por el aire y revienta el sueño; fue a plena luz del día y el tigre caminó entre la gente que salió de su casa para ver el argüende que se formaba por la calle Hidalgo.

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Ancianos, mujeres y niños oyeron el sonido monótono del tamborcillo y el puntiagudo silbido del pito de carrizo por allá por la escuela primaria Vicente Guerrero.

La gente había oído esa música con cierta frecuencia e imaginaba a don Florentino Sorela Severiano y a los tecuanes; pero esta vez era más fuerte y no era un solo tambor sino varios; no eran ocho o nueve danzantes sino un río de personajes que realizaban movimientos muy ágiles y vistosos bajo el sol que estaba a punto de llegar a la mitad de su recorrido.

Fotos: Máximo Cerdio

Entonces el pueblo se asomó a la calle y observó una procesión de varios grupos de tecuanes y entre ellos al tigre:

Su cabeza era enorme, su andar felino y sus movimientos de cazador sorprendían a los ancianos, a las mujeres y a los niños escondidos entre las piernas de sus padres. Acechaba, se abalanzaba sobre una jugosa presa imaginaria, mientras la multitud danzadora movía su cuerpo al ritmo del son que tocaban los piteros.

Las gentes de Tetelpa están acostumbradas a ver esta representación de éste animal, pero esta vez la persona vestida con una máscara imponente, un traje de rayas y un látigo los sorprendió: en ocasiones parecía un hombre metido en un tigre o un tigre dentro de un hombre.

De pronto, en todo lo alto la punta del chirrión tronó como un disparo: ¡Sssplas! Avanzaba unos pasos, preparaba el látigo y de nuevo el sonido seco sobre el aire: ¡Sssplas! Después, el hombre se volvía tigre, avanzaba en cuatro patas, se relamía los bigotes y se echaba.

El tigre se llama Wilber Martínez León, tiene 25 años de edad y es de Acatlán  de Osorio, Puebla. Es bajito, moreno y sus ojos son rasgados. Ya sin esa máscara que la gente no podría olvidar, relató que desde los 13 años de edad es tecuán (del náhuatl, tecuani, el que come gente), pero que representa al felino (al que los españoles llamaron tigre porque desconocían que en México había ocelotes o jaguares) desde hace 10 años:

“Tuve figuras como el diablo, la perra, la curandera; así comencé a ascender, pasé por todas las figuras. Después me eligieron tigre. Me dijeron que si sabía tronar el chirrión (látigo) y les dije que sí, entonces me dijeron que lo tronara y lo troné y me dieron el papel. Me gusta, se siente bonito, la gente ve tu trabajo, ves las expresiones, el sonido del chirrión, eso impresiona”, platicó.

Eso pasó el sábado 8 de abril a eso de las 11:40 de la mañana. Por las calles principales de este pueblo de Zacatepec los piteros marcaban el ritmo a los danzantes. Cada grupo interpretaba los sones con diferentes ritmos, algunos eran lentos, otros veloces.

En este “Primer Encuentro de Tecuanes” organizado por el pueblo de Tetelpa, participaron danzantes de otros estados como Veracruz, Puebla, Guerrero y, desde luego, Morelos, con un grupo de jóvenes y adultos y otro pequeño de niños; además llegaron tecuanes de Ocotepec y de Alpuyeca.

Los participantes consideraron de suma importancia esta reunión porque permitirá intercambiar saberes, como los diferentes sones, vestimentas y movimientos dancísticos, además de establecer relaciones como pueblos pertenecientes a diferentes culturas, pero que comparten intereses comunes. Así lo dieron a conocer Rodolfo Gil Sereno, integrante del grupo de los tecuanes de Guerrero y el profesor Ismael Moya Méndez, coordinador del grupo de danzantes de Acatlán de Osorio, Puebla.

En el caso de la danza de los tecuanes se trata de la persecución del tigre (o jaguar u ocelote) por los hombres; y cada pueblo le da una connotación diferente a la danza, a la música y a los personajes. El día del tigre en Tetelpa hizo un calor que hubiera hecho sudar hasta al mismo satanás, aunque la gente de Tetelpa dijo que el clima había sido bueno con los fuereños porque había estado “templado”. No fue así, y de esto tienen memoria los perros que se pegaban a las paredes como queriendo untarse con un poquito de sombra, de esa que había quedado en las paredes de las casas de cemento antes que el sol hundiera su lanza en la mollera de la gente que salió a ver a los tecuanes.

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Máximo Cerdio

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