Jojutla.- La luz del foco da sobre la cabeza de la col morada y algunos elotes; brinca al verde intenso de chiles jalapeño y después al tenue de los chayotes, de los ejotes, de las calabacitas y los limones; enciende el anaranjado de las zanahorias y la palidez de las papas ruboriza a los jitomates.
En el local número 11, los obesos morrones parecen de juguete; también hay unas frutas como ombligos que son las tunas del xoconoxtle, tallos como dedos de bruja llamados jengibre y demás rarezas.
Todos están limpios y ordenados como niños de primaria o militares en una ceremonia cívica importante.
La gente avanza por el pasillo oscuro y observa las combinaciones de colores, algunas personas se detienen y preguntan o compran.
El puesto de frutas, verduras y legumbres es pequeño y se ubica en el lado oriente del mercado Benito Juárez, pasando las carnicerías.
Es atendido por Silvia Parra Leyva, hermana de la propietaria, quien relata que se dedica a vender desde hace más de 40 años en el mercado: desde que su hermana (de 60 años) era una niña y acompañaba a su mamá que vendía aguacates dentro de la central de abastos.
Silvia Parra vende frutas, verduras y legumbres de primera calidad, poco pero bueno y a precios accesibles, además en el local no hay productos magullados o podridos y si le piden sólo un “trozo” de jengibre ella lo vende porque sabe que es lo que su marchante necesita.
“Tengo mi clientela de hace años y nunca nos abandona. Me piden cosas muy especiales y yo se las consigo a buen precio, cerezas, fresas, manzanas americanas, peras, tunas, espárragos, alcachofas, chiles morrones, corazón de lechuga, jitomate cherry y otras rarezas que consigo en la Central de Abastos de la Ciudad de México; lo demás lo compro en el mercado Adolfo López Mateos de Cuernavaca o lo traigo de la central de abastos de Cuautla”.
Los productos están limpios, brillosos, se ven fresco y dan ganas de comprarlos, así los mantiene Silvia:
“Hay que saber escoger la fruta, la verdura, todo. Yo sé cómo les gusta a mis clientes y por eso escojo lo mejor, lo hago para ellos, sé lo que les gusta. Además del producto el trato, yo le doy muy buen trato a mis clientes de siempre y a los que van llegando, porque ellos me dan de comer a mí y a mi familia que vivimos de esto. También me gusta tener limpio el puesto, que huela bien, que se sienta fresco, que no haya ninguna cucaracha o insectos o roedores que abundan en el mercado, pero aquí no dejo que se metan, por eso ando haciendo las reparaciones e invento cosas para que no contaminen la mercancía que mis marchantes se llevan para alimentarse”.
La señora Parra Leyva contó que sí cuesta trabajo tener un puesto limpio y descontaminado, porque en ese mercado hay filtraciones y se inunda porque no existe una infraestructura adecuada: “Administración tras administración le hemos dicho al ayuntamiento que nos ayude y repare muchas cosas que están mal en el mercado, pero no les importa; así que nosotros hemos tenido que tomar cartas en el asunto y nos las arreglamos como podemos”.
Silvia estudió y terminó la carrera de maestra normalista pero siempre se ha dedicado a la venta y eso le ha permitido sacar adelante a su familia: de ahí comen su hermana y su esposo, que son los propietarios del puesto, y ella y su hija, que entró a la universidad hace poco, pero que también atiende el negocio.
También comentó que ha podido extender su puesto para vender más, pero que ha preferido permanecer con esa cantidad de mercancía porque le permite controlar la calidad de sus productos, además de que es un riesgo comprar mucho, más cuando la economía de las amas de casa varía mucho de un día a otro y esto ocasionaría que los productos se quedaran y se tuvieran que vender en malas condiciones.
Silvia Parra Leyva invitó a que conozcan su puesto, que le compren porque todo lo que vende está fresco y es de calidad, se ve bien y sabe bien:
“Si necesitan algo que no ven, me lo pueden pedir, yo se lo consigo, garantizo que se los consigo y a buen precio”, concluyó.