Sociedad
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Alejandro Amaro y el Museo de la Máscara


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Las 619 máscaras de Alejandro Amaro Díaz tienen cuento. La primera fue la del Barón Siniestro, un luchador ya fallecido.

Se la regaló en el año 2003. El Barón era extraño: cuando iba a luchar salía de su casa a escondidas y tomaba un taxi lejos de su domicilio, para que no lo vieran. Llegaba a la Arena Isabel una hora antes del combate, y una vez que terminaba de luchar se esperaba una hora para regresar a su casa. Cuidaba mucho su entidad.

“Era tan fuerte su mirada, su personalidad, que te impedía incluso ver su rostro. Cuando se quitó la máscara por primera vez frente a mí, lo cual consideré un privilegio, bajé la mirada, porque era impactante. Por respeto no tengo una sola foto de él sin máscara. Cuando falleció hice un reportaje y omití su nombre de pila”.

Alejandro Amaro Díaz quiere fundar el Museo de la Máscara en Morelos. Es autor del libro "Los últimos años de vida de la Arena Isabel" y está escribiendo uno nuevo, "Barón Siniestro y máscaras que le acompañan"; es licenciado en informática y trabaja como profesor en escuelas públicas y privadas; asimismo, es fotógrafo y corresponsal de la revista de lucha libre Estrellas del Ring.

Relata que antes del año 2000 no había en la entidad ninguna publicación especializada, ni fotógrafos que se dedicaran a reportar las funciones de lucha de la extinta Arena Isabel y a él le interesó mucho este tema, por lo que comenzó a hacer fotografías con una cámara analógica “desechable”, poco a poco fue comprando cosas de mejor calidad hasta que logró hacerse de un equipo fotográfico con el que da cobertura a las luchas en Morelos.

Las máscaras las ha adquirido de diversas maneras: las ha cambiado por fotos, se las han regalado, las ha comprado, y una de las características que tiene las suyas es que la gran mayoría han sido “luchadas”, por eso están manchadas de sangre o rotas o gastadas. La más reciente es de Black Hangman; el luchador se la obsequió en abril de este año.

Su mayor tesoro es la de Mil Máscaras:

“En 2003 fui a una función en la Arena Coliseo, en la Ciudad de México y afuera había un anciano vendiendo chácharas, entonces vi la de Mil Máscaras y le pregunté si la vendía y me dijo que sí. Me contó que era utilero y se la había regalado el luchador. Me la vendió por trescientos pesos. Es una máscara muy bien hecha, la costura, los cortes”.

Hace algunos años Amaro Díaz organizó una función de lucha en Temixco. Le fue muy mal y no pudo pagar ni los honorarios de los luchadores. Entonces Flechador del Sol, un luchador local, le obsequió su máscara para compensarlo por la pérdida. La máscara es muy burda, pero está muy bien hecha”.

Su pasión son las máscaras de luchadores locales, ya que algunos fueron muy buenos, pero ahora son desconocido:

El hermano de Mil Máscaras, Dos Caras, me dio una. Recuerdo que le llevé unas fotografías a su local en donde daba masajes. Él me dio a escoger entre tres máscaras y yo seleccioné una que estaba rota y él me dijo que escogiera otra en mejor estado y yo le dije que no, que me gustaba esa porque estaba luchada y tenía historia.

Alejandro tiene también máscaras emblemáticas, como el primer diseño de la de Pierrot, la cual tenía más grecas; también tiene la que perdió en la lucha Ráfaga Moreno.

Amaro Díaz reconoce que aún quedan luchadores que sienten pasión por lo que hacen y uno de ellos es Pequeño Leopardo:

“Nunca he visto que repita un traje en sus combates. Es muy creativo. En una ocasión vi que portaba una máscara con ojos brillantes, muy impactantes. Me dijo que en la basura encontró unas bocinas, recortó las celdillas y las puso en sus ojos y se veía impresionante. Pequeño Leopardo viaja horas y horas en autobús para ir a las luchas y para ir a entrenar se va caminando; es pobre pero muy creativo y muy bueno luchando. Y su máscara es muy buena. Hay luchadores que han perdido la humildad, como Místico: una vez una niña se le acercó con una máscara y Místico la vio y se la regresó porque no era la original, la que él vendía”.

Para Alejandro la máscara proyecta lo que uno no es:

Una vez en Ocotepec se suspendió una función de lucha porque no llegó el ring. Entonces de pronto salieron dos personas a disculparse: un señor gordito, pelón, sonriente, y otro comiéndose una nieve, con la boca chueca. El gordito era Súper Muñeco y el otro de la boca chueca era Fishman, que en paz descanse. Sin máscara no das un peso por ellos, pero con máscara se ven imponentes.

Hay muchos luchadores locales que también necesitan ser reconocidos; uno de ellos es el Barón Siniestro, el ya murió, pero quedó su máscara, su diseño.

Alejandro Amaro Díaz critica la dinámica de la lucha libre actual, porque dice que no hay una cabeza que ordene:

“Todos se siente en este amos y señores de la lucha libre, ya todos son promotores, no le ponen orden a esto. Por ejemplo, yo estoy en contra de ver luchas de hombres contra mujeres, porque pues dices a la fuerza un hombre no es igual una mujer, independiente de cosas sexistas. Otra cuestión que afecta es que un luchador, por más sencillo que sea su vestuario, debe ir bien presentado, y esto no ha ocurrido así. En cualquier evento hay lucha libre; eventos políticos y luego luego una lucha; la gente se aburre de esto y la lucha libre ya no resulta lo que es, un espectáculo, un deporte, una pasión”.

 

 

 

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