Tlaquiltenango.- Mucha gente cree que el signo que representa a este municipio es un platillo volador sobre una ciudad, así lo expuso el historiador Abdí Azael Vázquez Román, durante una entrevista.
El egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dijo que durante sus investigaciones que duraron cerca de cinco años y que concluyeron en un libro denominado Glifo de Tlequiltenango, como parte de la metodología preguntó a una gran cantidad de personas qué veían en los dibujos que dan identidad al municipio y muchos le respondieron que un ovni (objeto volador no identificado).
Vázquez Román explicó que los nahuas poseían un sistema de escritura ideográfico-fonético, al que los españoles llamaron “pinturas” hechas “a manera de los indios”, ya que se integraban por ideogramas, también llamados glifos.
Tlaquiltenango proviene de Tlakil-li, (encalado o bruñido), tenam-itl (muro o construcción) y ko (adverbio de lugar); que en conjunto significa “lugar de muros bruñidos o encalados”.
La descripción heráldica oficial del glifo es: “una base rectangular, con tres círculos internos que son el centro de tres torres simétricas, que descargan en la base, sobre ella se encuentra dibujada una llana, instrumento utilizado para pulir las construcciones”.
Imprecisión del glifo oficial
Abdí Azael Vázquez aseguró que la interpretación de este glifo es la oficial y la más conocida, pero carece de precisión y hay otra, propuesta y sustentada por él.
En 1918, Ramón Mena descubrió un conjunto de piezas históricas que llamó Colección arqueológica de Boturini (porque habían pertenecido a don Lorenzo Boturini), y al número 10 le llamó “Mapa de Tlaquitenanco”.
De la descripción de este documento se destaca: “La leyenda en mexicano se puede traducir por: camino grande por donde vienen de Castilla a Tlaquiltenanco… De Tlaquiltenanco parten y de abajo hacia arriba, dos ríos… junto al camino la palabra ‘Tezcatzinco’ y el jeroglífico de Tlaquiltenanco, que es una almena o muro con una brocha, lo que da la ideografía a la palabra”.
En la parte derecha del documento o mapa, debajo de la glosa de Tezcatzinco del mapa del Otumba hay un dibujo unidimensional que Mena reproduce y que supone que es el glifo:
Son dos rectángulos, el superior cruzado por una línea, la mitad que sobrepasa el rectángulo y que en la punta es atravesada a su vez por una figura alargada en forma de rectángulo que acaba en punta.
Ramón Mena lo copia y a esta última parte le da forma de llana o plana, un instrumento de albañilería que servía para bruñir la cal de los muros.
A raíz del hallazgo de este documento, Ramón Mena se atribuye el descubrimiento del glifo de Tlaquiltenango. Años después, comparte con su alumno Manuel Mazari, historiador jojutlense, estas investigaciones y se cree que éste último es el autor del glifo que representa a Tlaquiltenango hasta nuestros días.
Un glifo más antiguo
Abdí Azael Vázquez Román propone que el verdadero glifo de Tlaquiltenango es el que consta en un documento de 1549, localizado en un conjunto de “Códices de algunos pueblos del marquesado del Valle de Oaxaca” que se mostraron en el Primer Congreso Mexicano de Historia, celebrado en Oaxaca en 1993.
En éste, los indígenas redactaron un documento en contra del Marqués del Valle, Martín Cortés, y le demandan la restitución de terrenos de los que se había apropiado de manera arbitraria y que pertenecían de manera legítima a los habitantes indígenas de los pueblos.
Allí los demandantes escribieron con glifos, a través de un tlacuilo, su demanda en hojas de papel amate, las cuales llevaron al tribunal de la Real Audiencia para dar formalidad a su petición. En el tribunal un traductor nahuatlato redactaba, en algún sitio de la hoja, con glosa latina la petición hecha por los gobernadores indígenas que presentaban la demanda.
Según Vázquez Román el glifo se lee de abajo hacia arriba, como sugirió Motolinía, y se encuentra en primer lugar el glifo tenamitl, que hace referencia a Tlaquiltenango. Después hay dos sujetos que se ven de frente, uno vestido como europeo y el otro como indígena, se trata del marqués del Valle y del gobernador indígena de Tlaquiltenango (sentado sobre un “trono”). En medio de ambos se encuentra un tlalli (terreno) que en la parte izquierda y superior tiene aproximadas unas manos sosteniendo algunas banderas, las cuales representan las medidas del terreno y se encuentran a escala, ya que cada bandera representa 20 brazas, medida de longitud de la época. Dentro del Tlalli hay dos cañas y una flor, ambos elementos son conducidos por una línea irregular hasta unos círculos formados en fila (en el caso de la caña, unidos también por una línea), los círculos representan las cantidades de caña y flor respetivamente, quizá cada círculo equivalga a una unidad de carga, por lo que hay 12 cargas de flor y 6 de caña.
El glifo que propone
“Merece especial atención el glifo de Tlaquiltenango, ya que no se parece al aceptado de manera oficial. Se trata de un muro o cimiento con dos almenas escalonadas que se miran de frente y dejan un espacio entre ellas; las almenas se encuentran cubiertas por marcos y están perforadas. El muro y las almenas representan la voz nahua tenamitl, que sugiere la presencia de muros significativos en el lugar, el marco que cubre las almenas representa la voz nahua tlaquillli que alude a un recubrimiento de cal (encalado y bruñido) en los muros antes mencionados”.
Y remató: De “lugar de muros bruñidos o encalados”, Tlaquiltenango pasaría a ser “lugar de muros encalados y bruñidos”.