-Mira ese cabrón anda tomando fotos y no trabaja en ningún medio. ¿Quién lo dejó pasar? No me chingues. ¡Dame chance! –reclama el fotógrafo detrás del corralito designado para la prensa.
-No, no se puede, son órdenes –responde el encargado de seguridad.
Al fondo, muy cerca del presídium un hombre flaco, canoso, con chaleco caqui, pantalón holgado de pana café y playera roja se da vuelo tomando fotos a los protagonistas del evento, antes que comience la ceremonia.
Nadie sabe cómo pasó. ¿Quién le dio permiso? El hombre desaparece y se le vuelve a ver en el chacaleo, tomando retratos y gritando: ¡Viva Morelos!
Por muchos años y hasta antes de haberse decretado la contingencia por el SARS-CoV-2 o coronavirus, esta escena se repetía con frecuencia en las coberturas. Al día de hoy el fotógrafo tiene una discapacidad en su extremidad inferior derecha y ya no se le ha visto en los eventos.
El hombre se llama José Encarnación Aguilar Rodríguez, nació el 18 de mayo de 1950, en Pachuca, Hidalgo, y todos los conocemos como el fotógrafo de los que venden las imágenes impresas después de los eventos; lo que no conocemos es que es un artista plástico que ha fotografiado a los más grandes personajes desde los años sesenta.
Su habilidad para entrar a los lugares y conseguir lo que se propone es algo sorprendente.
En entrevista, en su casa en la colonia Volcanes, en Cuernavaca, José Encarnación asevera que ninguna fotografía es fácil de tomar y no por las cuestiones técnicas sino por lo que se tiene que hacer para estar frente al personaje y, circunstancialmente o por un objetivo preciso, hacer el retrato. Hay que ser tenaz.
JOSÉ LÓPEZ PORTILLO
Uno de los lugares en el que le costó mucho meterse fue a la inauguración del museo Rufino Tamayo en la Ciudad de México, el 29 de mayo de 1981, ya que había mucha vigilancia, pues estarían grandes personalidades y artistas, además fue el presidente de México José López Portillo y el Estado Mayor Presidencial se caracterizaba por no dejar pasar ni a una mosca.
“Pude pasar porque llevé unas fotocopias de unas cartas que me había mandado tiempo antes José López Portillo, felicitándome por unos cuadros que un arquitecto me compró y que regaló al en ese entonces presidente de México y a éste le gustó tanto mi trabajo que me mandó felicitar.
“La otra gran experiencia fue haber entrado a la inauguración del Polyforum Cultural Siqueiros, también en la Ciudad de México, en diciembre de 1971. Lo inauguró Luis Echeverría Álvarez”.
CÓMO METERSE A CASA DE SIQUEIROS
Allá por 1969 se enteró que David Alfaro Siqueiros estaba en Cuernavaca con un proyecto grande y de largo plazo: La Tallera. En la escuela de artes plásticas en la que estudió había conocido la obra de los grandes muralistas y le interesaba particularmente Siqueiros por su trabajo experimental. José tenía sólo la dirección de la casa: Venus 8, en Jardines de Cuernavaca:
“Fui a esa dirección porque quería conocerlo en persona. Afuera de la casa había un andamio. Llegué al domicilio y pedí hablar con él, pero me dijeron ‘el maestro no puede recibir visitas’. Cerraron el portón y me quedé esperando afuera. En seguida escuché una orden desde dentro: ‘Metan el andamio que está en la calle’. Salieron varios trabajadores y sin que me lo pidieran ayudé a meter la estructura a la casa. Cuando estuve adentro, los trabajadores continuaron lo que estaban haciendo en sus lugares y me dejaron solo en la mitad del patio:
“-¿Y usted qué joven?
“-Me preguntó el maestro Siqueiros.
“-Yo nada. Sólo quería tener el gusto de saludarlo personalmente, maestro –le dije.
“Me quedó viendo de arriba abajo y me dijo:
-Pues véame mientras trabajo y luego se va”.
LAS FOTOS DE COLOSIO Y DE MÉNDEZ ARCEO
José Encarnación tiene miles de retratos con artistas y políticos de diferentes épocas, una de ellas es la de Luis Donaldo Colosio. Asistió como parte de la prensa morelense con Antonio Riva Palacios al Comité Nacional del Partido Revolucionario Institucional, en la Ciudad de México, y no permitieron entrar a los periodistas, pero él buscó la manera de retratar al candidato a la presidencia de México, y lo logró.
La imagen de Colosio sonriente es de octubre o noviembre de 1993; el 23 de marzo de 1994, en la colonia Lomas Taurinas, de Tijuana, Baja California, Mario Aburto Martínez lo privaría de la vida de un disparo en la cabeza.
Otra de las fotos muy conocida y que pocos saben que fue tomada por José Encarnación, porque pocos le reconocen los créditos, es una del obispo Sergio Méndez Arceo. En la imagen el religioso que predicaba según la teología de la liberación está de tres cuartos, con hábito en color rosado.
De acuerdo con la imagen impresa, al fondo hay una ventana, pero la foto que se publicó en revistas y libros y que se sigue reproduciendo, está editada y sólo se percibe al hombre con una expresión seria. El gesto de Méndez Arceo es muy parecido al del actor Marlon Brando en la película Apocalypse Now (1979), de Francis Ford Coppola:
“Me gustaba ir a las misas y les estuve haciendo varios disparos y lo seguí hasta que de pronto se paró y me dijo: A ver, haz la foto que quieres. Entonces hice tres disparos y en uno de ellos yo sabía que había conseguido la foto que yo quería. No podía revisar la imagen, porque era una cámara Minolta análoga, pero sabía que ahí estaba la foto”.
SU ESTUDIO
El estudio de José consta de dos cuartos llenos de libros de arte y pinturas, esculturas, recuerdos, cada uno tiene una historia y una anécdota.
Algo que impresiona son sus códices aztecas, cultura de la que conoce ampliamente y en la que se ha especializado.
Tiene colgado frente a su mesa de trabajo un códice azteca de 1.20 por 1.20 en el que se expresa la vida, la muerte, la filosofía náhuatl, y relata que le ha llevado veinte años de trabajo.
“La maestra Carmen Cook Leonard tenía contactos en varias partes del mundo, entre ellos con una impresora austríaca que le mandaba reproducciones de los códices depositados en Europa. En una ocasión le llegaron dos o tres entregas y me dijo que ya los tenía y que si yo los quería que los pagara, así que me quedé con ellos. Por necesidades los tuve que vender, pero algunos los he reproducido apegándome a los originales en color y en trazos; como ese cuadrado que está en frente”.
LA FOTO COMO MODO DE VIDA
José Encarnación Aguilar Rodríguez estudió artes plásticas en la Escuela de San Carlos de la Ciudad de México, y desde los veinte años radica en Cuernavaca Morelos. Aunque se le conoce como fotógrafo, su verdadera pasión es la pintura:
“La vida de un artista plástico es muy complicada, pobre. Comencé a hacer fotografía para poder pagar mis gastos y continuar con mi trabajo de pintor. La fotografía me abrió muchísimas puertas y con ella pude conocer a personajes importantes y grandes artistas. Además me dio los recursos necesarios para que yo sobreviviera y para pagar, junto con mi esposa, la alimentación, comida y educación a mis dos hijas”, relata.
“Yo empecé tomando fotografías hace 50 años, con cámaras de rollito, les tomaba fotos a mis vecinos, eran unos niños. A pesar de que ya había cámaras digitales hace algunos años, yo seguía tomando fotografías en cámaras de rollo, me acostumbre. Pero hace como veinticinco años Sergio Estrada Cajigal me dijo que ya no usara esos aparatos viejos y tuve mi primer cámara digital de ocho megapixeles marca Sony. Aún la conservo”.
Su imagen más antigua de una fotografía es de cuando tenía como cuatro años.
En 1954 o 1955 en la Ciudad de México había muchos retratistas de calle. Ellos conocían a las personas que transitaban por el centro de la ciudad, qué día y a qué hora pasaba. Entonces hacían las fotos, cortaban la diapositiva y la montaban en el visor y cuando la persona volvía a pasar le ofrecían el producto, era una novedad.
“A mi mamá le hicieron la foto en la calle. Mi mamá va caminando, carga a mi hermana menor y al lado voy yo. Aún conservo una copia de esa fotografía. Mi madre, que tiene 93 años, todavía vive aquí conmigo”.
A LOS CINCUENTA SE COMIENZA A VIVIR
José Encarnación es hijo de Miguel Aguilar Macías (finado) y Gloria Rodríguez Gutiérrez; tiene tres hermanos, un hombre y dos mujeres. Él a su vez tiene dos hijas y vive en compañía de su esposa.
Hace algunos meses cumplió 70 años, pero su ánimo es el de un adolescente. Siempre fue así, desde chiquito, inquieto, preguntón:
“Cuando salía a la calle contigo me lo pensaba: eras un perico y todo el tiempo te las pasabas hablando”, me decía mi madre.
“A los cincuenta años el hombre ya se sabe ganar la vida, ya resolvió uno muchos problemas, tiene experiencia, ya lo golpeó la vida, ya se puede reír de la vida. A los cincuenta el hombre ya sabe cómo agarrar al toro por los cuernos”, asegura el entrevistado.
¿Qué es lo más impactante que ha sucedido en este tiempo de vida de este personaje? Nos cuenta que quizá lo más significativo ha sido el sismo de 1985, el de 19 de septiembre de 2017 y el covid-19, de 2020 que, según él, ya casi se acaba.