Sociedad
Lectura 4 - 8 minutos

Sor Juana en la cocina

TXT Chef Lynda C. Balderas
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Hubo una época en que cada navidad llegaba a visitarnos a la pastelería sor Mónica. Ella era miembro de Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Esperaba con gran cariño e infinita paciencia su visita por que siempre venía acompañada de unos deliciosos buñuelos con su miel de piloncillo. Era un hermoso regalo de agradecimiento que recibíamos con gran alegría.

Si bien durante el año cada jueves me tocaba ir a la congregación para entregar el postre para el desayuno de los abuelitos, mi visita era solamente de entrada por salida y no había tiempo para platicar. La veía muy poco, siempre estaba ocupada atendiendo a las personas mayores o visitando algún enfermo.

Una navidad en particular los buñuelos sabían mucho mas deliciosos que de costumbre y en mi visita a la siguiente semana me di a la tarea de buscarla y felicitarla por los buñuelos.

Al ver mi interés me invito a acompañarla a la semana siguiente, ya que haría nuevamente buñuelos.

Gustosa acepté la invitación para ayudarle en la preparación y me puse muy contenta de que ella deseara mostrarme cómo los preparaba.

Ese jueves llegué más temprano con el postre para los abuelitos y más que lista para hacer buñuelos. Sor Mónica se puso muy contenta con mi llegada y aprovechando que tenía una ayudante me pidió que la apoyara en el desayuno para los abuelitos y al terminar haríamos los buñuelos.

Me toco ayudar en la preparación de los alimentos y, una vez listo el desayuno, servir a los abuelitos que llegaban y tomaban su lugar en la gran mesa colocada en la terraza. Me impresionó sobre manera el ver el manejo de aquella cocina.

Ese día entendí la importancia de la caridad y la gran necesidad de alimentos que existe en contraste con la gran cantidad de alimentos que se desperdician. Sor Mónica hacía milagros con los pocos insumos que recibían y algunos, por no decir la mayoría, eran productos que no usaríamos ya en un restaurante. Sin embargo, algo había algo en esa cocina que nunca olvidaré… y era un deseo profundo de alimentar a quien llegase a pedir alimento, ya fuera para el cuerpo o para el alma. Ese año los buñuelos habían sido diferentes tal vez porque fueron los últimos que preparó para agradecer el apoyo de los amigos de la Congregación.

Años más tarde recibí una invitación para un paseo literario en la Ciudad de México donde se haría un recorrido temático sobre Sor Juana Inés de la Cruz. Visitaríamos el ex convento de Sta. Teresa la Antigua, Palacio Nacional y el ex convento de San Jerónimo, edificio reconocido como patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO, que ahora alberga las instalaciones de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Me pareció muy interesante sobre todo porque se hablaría también de un manuscrito que al parecer era autoría de Sor Juana, un manuscrito publicado en 1979 que es una recopilación de 36 recetas del claustro de San Jerónimo. El soneto que lo antecede a manera de introducción y el autógrafo final son de Sor Juana Inés de la Cruz y según estudios realizados para conocer su autenticidad se descubrió que el papel del manuscrito era del siglo XVIII.

En estos tiempos de grandes pérdidas y recuerdos, recordé los buñuelos de Sor Mónica y me di a la tarea de releer la novela histórica “Yo, la peor” de la escritora Mónica Lavín, una historia que nos narra momentos decisivos en la vida de Juana Inés, además de las diversas situaciones que viven el resto de los personajes que rodean a la protagonista, una lectura muy amena que nos cautiva y nos transporta a la época virreinal.

Disfrute mucho la lectura como la primera vez…

Es el primer día de clases de la pequeña Juana Inés en la escuela Amiga de Amecameca, quien acompañada de su hermana llega por voluntad propia, a diferencia del niño común, al que hay que persuadir para que asista a la escuela.

Son muchos sus deseos de aprender. Desde el primer día cautiva a su maestra, quien decide cobijarla en el campo del saber, cómo sucede siempre a los maestros que han nacido con vocación al descubrir grandes aptitudes en alguno de sus pupilos.

A sus ocho años escribe una loa (composición breve en verso que se escenificaba antes que el primer acto o jornada de una comedia) al Santísimo Sacramento, acto que la hace merecedora de un premio.

Es notable su inteligencia. La habitación preferida de la pequeña Juana Inés en la hacienda de Panoayan, es la biblioteca de su abuelo. Leía y a su corta edad soñaba con estudiar en la universidad cuando creciera.

Una madre que nunca desposó al marido, un padre que abandono a su mujer con tres hijas... la tía que vive en la Ciudad de México y quién se ofrece a dar educación a la pequeña, el esposo de la tía, quién se ofrece a presentar a Juana Inés con los virreyes en su cumpleaños número dieciséis, sabiendo que su belleza e inteligencia pueden ser la entrada a la vida de palacio… y tal vez de esta manera a la bella niña sin dote alguna le sea más fácil encontrar marido.

Como lo había previsto el esposo de la tía, la notable inteligencia de Juana Inés cautiva a la Marquesa de Mancera desde su primer encuentro en el palacio. Y es la Marquesa quien a partir de ese momento supervisa personalmente su educación. Así, la joven aprende música, artes y buenos modales, continúa con sus lecturas y escribe versos, poemas y sonetos,  inspirada en los devaneos de la corte…

Es durante su estancia en el convento de San Jerónimo, época en la que a Sor Juana se le encomienda confeccionar el arco triunfal que adornaría la entrada de la Catedral para la llegada de los Marqueses de la Laguna, ahora virreyes de la Nueva España. Gratamente impresionados con la inteligencia de la religiosa, le brindan su amistad y es la virreina María luisa Manrique de Lara, Condesa de Paredes, quién al partir para España se lleva consigo los textos de Sor Juana para que fuesen impresos por vez primera.

Es el año de 1691 cuando Sor Juana escribe la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz” como contestación a la carta que le hace llegar el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz y en donde se le reprime a seguir escribiendo.

Una historia fascinante la de esta gran mujer mexicana… y la pregunta es ¿habrá ella escrito ese recetario, le habrá interesado la cocina, siendo que tenía una esclava quien la atendía y le cocinaba?

En busca de respuestas pregunté al doctor Alberto Peralta de Legarreta, investigador y académico de la Universidad Anáhuac México y quien realiza una investigación sobre los recetarios antiguos.

Fue una charla exquisita e interesante como siempre lo es platicar con él. Cuando nos dedicamos a la investigación, nos damos cuenta que han existido autores que han hecho verdad sus propias historias, descubrimos que algunas fuentes no son confiables, descubrimos que no todo lo que está en los libros es cierto, descubrimos que en la cocina hay una gran cantidad de mitos y debemos entender que la historia es maravillosa, ya que nos permite conocer el pasado, aprender y planear el futuro.

 

Queridos lectores: les comparto con mucho cariño la receta de los

 

BUÑUELOS DE SOR MÓNICA

 

INGREDIENTES:

1 kg de harina de trigo.

2 cucharadas de azúcar.

½ cucharadita de anís en grano, lo que tomes con tres dedos de tequesquite.

12 cáscaras de tomate verde.

4 pz de huevo.

2 cucharadas bien servidas de manteca vegetal.

¼ de cucharada de sal.

 

PROCEDIMIENTO:

Poner a hervir un litro de agua con el tequesquite, agregar las 12 cáscaras de tomate y el anís. Una vez que soltó el hervor colar y reservar. Cernir la harina, vaciar en la mesa y formar una fuente, en el centro agregar la sal, agregar el huevo y la manteca, empezar a incorporar los ingredientes, ir agregando agua que debe estar fría, amasar. Una vez lista la masa dejar reposar en un lugar tibio una noche para que doble su volumen. Esto hará que rinda el doble. Al día siguiente hacer tantos de la masa para cada buñuelo y dejar reposar. Extender cada buñuelo con un rodillo a que queden bien delgaditos. En un cazo grande poner un litro de aceite para freírlos y ayudarse con dos palitos de madera para voltearlos. Dejarlos escurrir una vez listos.

Para la miel de piloncillo: poner a hervir un piloncillo con agua, agregarle una pizca de anís y una pizca de sal, agregarle una raja de canela. Retirarle la espuma, una vez que esta listo colar y dejar enfriar.

 

 

 

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