Retomo y modifico el título del libro Estructuras compartidas de la arquitecta Fernanda Canales para confines de este artículo, ya que dicho título nos sugiere un excelente tema para discutir la ciudad.
Me es imposible hablar de arquitectura si esta no tiene relación alguna con su progenitora la ciudad.
La arquitectura es espacio físico construido del territorio urbano, sin embargo, esta debe nacer con la identidad de su ciudad y, perdónenme que insista mucho en el tema de la relación que tiene la arquitectura con la ciudad y su gente, pero me es indispensable enfatizar y “hacer ruido” en algo tan importante como cambiar la consciencia social sobre su entorno construido y la importancia de esta.
Una estructura, llámese arquitectura, edificio, o espacio físico, es un elemento que desde su imaginario comparte esencia con su contexto, esa identidad que la hace icónica o, por el contrario, destructiva para la sociedad. La estructura, ya sea pública o privada, debe compartirse. Ese difícil trabajo de conectar la arquitectura con su ciudad y su gente es primeramente una acción natural del arquitecto o al menos en mi caso, pero también es trabajo de la comunidad exigir que toda arquitectura se comparta y se conecte con la urbe a pesar de que hoy en día sea un tema político y de inseguridad con la “aclamadas” urbanizaciones cerradas.
Compartir es disfrutar, y me refiero a disfrutar en todos los sentidos de la palabra. Una estructura de uso mixto hecha con y para la gente debe ser el elemento perfecto para conectar esos hilos delgados que separan hoy en día a la comunidad de la propia identidad de su ciudad.
En mi utopía imagino una ciudad donde todas las edificaciones se conectarán como las raíces de un árbol con el tronco principal y así sucesivamente con los demás arboles, creando una red de elementos urbanos que se comparten y se disfrutan unos con otros. Este imaginario no tiene por qué ser una historia de fantasía. Ya lo comentamos en el artículo de “supermanzanas”, donde la ciudad de Barcelona está creando redes entre sus manzanas para que la gente disfrute y comparta el espacio público. Si a esta idea de “supermanzana” le agregamos un elemento arquitectónico compartido, ya ustedes imaginaran el nuevo perfil de ciudad que podríamos habitar.
A través de la historia hemos visualizado proyectos utópicos que han cambiado el rumbo de la arquitectura, como la “ciudad radiante” de Le Corbusier o aún más interesante el proyecto de James Wine “Highrise of Homes” que a mi parecer es un proyecto que debemos retomar, modificar y ampliar al contexto histórico en el que vivimos, pero esa es otra historia de la cual hablaremos después.