Julián quería ser abogado o arquitecto.
“No quería ser taxista, las circunstancias me obligaron. Yo trabajaba fuera del país y cuando regresé fue difícil encontrar otro empleo, por eso me dedico al taxi”, contó Julián González, cuya experiencia al volante es de doce años.
Aunque manejar un taxi no era lo que él quería, afirmó que ser chofer es una gran labor que le ha dejado suficientes ingresos económicos para mantener a su familia.
Sin embargo, con la pandemia de covid-19 la demanda en el servicio de transporte ha disminuido hasta en un 70 por ciento, por lo que en ocasiones con mucho esfuerzo apenas realiza diez viajes en todo el día.
Contó que hace tiempo emigró a Estados Unidos, donde laboró por siete años para ahorrar el dinero suficiente para poder construir una casa para su familia y dejar de pagar una renta. Cuando cumplió su sueño regresó a Morelos, porque su mayor temor era que sus hijos -que estaban pequeños- dieran malos pasos.
Una vez que llegó a la entidad buscó varios empleos, sin embargo, dijo que por su edad (45 años) no fue contratado, de tal manera que empezó a laborar en el taxi, aunque de pequeño soñaba con trabajar como abogado o arquitecto.
El entrevistado refirió que en su labor como taxista ha observado que por la emergencia sanitaria hay poca clientela, pero cuando es quincena el número de viajes aumenta, porque la gente aprovecha para realizar sus compras.
Explicó que cuando un cliente que no lleva puesto el cubrebocas le niega el servicio, porque lo que menos quiere es exponerse a un contagio e infectar sus padres que, por su edad, son más vulnerables.
Además, desinfecta de manera constante el volante y la palanca de velocidades, así como los asientos, para sentirse confiado mientras recorre las calles de Cuernavaca.