Sociedad

El nahual de Cuautla


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Lectura 4 - 8 minutos
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El nahual de Cuautla


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Andan diciendo los berreros de por acá que apareció un brujo de esos que ya no se habían visto en mucho tiempo y que anda buscando a alguien que segurito le debe algo. Yo estoy medio preocupada porque vivo cerca del río, pero de este río ya casi nadie se acuerda. La Llorona ya tiene rete harto que no lo visita ¿y cómo va a querer andar por estás vertientes si ya es un cuchitril con toda el agua negra que le avienta? En temporada de lluvias nada más hay que estar al pendiente de que los chamaquitos no jueguen en las orillas porque de repente se descuelga todísima el agua que viene del volcán y arrastra lo que sea. Si no fuera por eso y por la peste ni nos acordaríamos del río. Y ahora con lo del nahual sólo algunos estamos con un ojo al gato y otro al garabato. Ya a nadie le importan las historias de antes, piensan que son puro cuento. ¡Va! que van a andar creyendo que es un nahual, todos piensan que ha de ser un marihuano o un malnacido deshaciéndose de algún cadáver. Estos tiempos son muy peligrosos. Nadie quiere encontrarle cinco pies al gato buscando al dichoso nahual, no vaya a ser que en lugar de encontrarse con el brujo se encuentran con una bala entre ojos. Yo ya estoy vieja y sí creo en los nahuales, en el ahuizote y en el waay, y creo porque alguna vez oí a la llorona gritar a las tres de la mañana mientras yo estaba en la letrina.

Ayer vino mi comadre Chuy, la que vive a la vuelta. Mi compadre Pedro, su marido, trabaja del otro lado del Río, dizque en la reserva natural, a la altura del parque Santa Rosa. Bueno pues me contó que la noche anterior Pedro había llegado pidiendo un pan para el susto. Como fue viernes él y dos de sus amigos se quedaron tomando cerveza después de deshierbar los terrenos. Eran las ocho de la noche y ya andaban medio chiles cuando escucharon como un borbotón o un sonido de motor de motocicleta ahogándose. Empezaron a caminar hacia allá pensando que algún abusado se había metido a los terrenos del patrón. Envalentonados por el alcohol llevaron sus machetes. Dejaron de escuchar el ruido, pero estaban seguros que el fulano seguía allí. Todavía podían escuchar el movimiento de la hierba. Se quedaron calladitos viendo hacia dónde las los pastos estaban más altos y nada. Ya se iban a dar la vuelta pero vieron que una figura encorvada con el cabello largo se levantaba alta como a 20 m de donde ellos estaban. Se paralizaron viendo esa cosa a la que no terminaban de encontrarle forma de hombre. La mentada cosa volvió al suelo y ellos en automático comenzaron a correr en sentido contrario. Hasta la peda se les bajó. Decían que sentían que los alcanzaba por un pelo porque parecía que les respiraba atrasito de sus orejas. Ni con los machetes les alcanzó el valor y salieron despavoridos gritando a todo pulmón. Uno de ellos hasta perdió el machete.

Ahora sí están segurísimo que es un nahual. Ningún hombre tiene esa altura ni esa forma. Lo bueno fue que los tres amigos borrachos no le interesaron a la criatura, de haber sido así ahorita ni lo estarían contando. Suerte tuvieron que no les lanzó una maldición nomás para divertirse. Sólo así dejaron de pensar que era puro chisme lo del brujo. hasta los ejidatarios convocaron una junta. Resulta que no es lo único raro que ha pasado por estos días. Hubo otras personas que dijeron escuchar los mismos sonidos cuando caminaban por la ladera del río. Uno de ellos, que vive por dónde antes estaban los manantiales, contó como la otra noche sus perros que son muy bravos, unos rottweilers grandotes, estuvieron ladrando un buen rato hasta que escuchó que chillaban pero para cuando salió con la pistola para a ver qué pasaba uno de los perros estaba descuartizado en el suelo y el otro había desaparecido. Andan atando cabos para descubrir quién es el chingado brujo e ir a molerlo a palos antes de que se vuelva la bestia en la que se transforma.

Yo le tengo mucho respeto a los animales por eso ni pollos tengo. No como uno de mis patrones al que le iba hacer la limpieza. Vivía allá por Huitzilac. Tenía una casa bien grande pero más grandes estaban sus terrenos. Era un chamaco que estaba re loco, luego lo veía llegar con jaulas bien enormes; quién sabe qué bichos metería ahí. Una vez me pidió de favor que cuidara algunas de sus mascotas, hasta me los trajo acá a mi pueblo, en Cuautla. Desde allí no me quedaron ganas de cuidar ni a un pez, y tampoco volví a ir a su casa a hacerle la limpieza. Hasta una tortuga, si te descuidas te puede arrancar un dedo. No quiero ni imaginarme lo que hará el brujo ese convertido y no sé qué bestia. Mejor que se anden con cuidadito.

Anoche, les juro por Diosito santo, que me temblaron las piernas. Salí como a las once de la noche al baño para ya no volver a salir más tarde y de regreso al estar abriendo la puerta de la casa escuché lejos el mismo ruido del que hablaron mi comadre y mi compadre. A mí me pareció más como uno de esos camiones que hacen un montón de ruido cuando van de bajada. Patitas para que las quiero. Me metí rapidito a la casa cerré todo, me eché las cobijas encima y así estuve toda la mendiga noche esperando no volver a oír nada. Eran como las cuatro de la mañana cuando empecé a cabecear, pero unos gritos y mucho argüende afuera de mi casa me despertaron. Salí toda modorra a ver qué pasaba porque hasta me patearon el zaguán.

Lo que vi afuera de mi casa fue una zalea llena de sangre. El cuerpo de una criatura enorme que se moría a mis pies. Después volteé y vi entre la bola la cara de mi compadre Pedro, todo orgulloso con un machete en la mano.

― ¡Quítese, comadre ―me dijo―, le voy a arrancar la cabeza ese maldito brujo pá que no ande persiguiendo a nuestra gente!

Yo estaba pasmada, volví a voltear al suelo y le vi las orejas al brujo. Esas orejas yo las conocía de antes. Una de ellas tenía un corte que hacía parecer que les faltaba una rebanada de carne.

 ― ¡Chimino ¡―dije― ¿qué haces aquí, Chimino?

Me agaché y le toqué la oreja, pero él ya no se movió ni un centímetro.

― ¡Compadre, pero si serán brutos! ―les dije―Esto no es un brujo. Este es un viejo león que yo conocí hace muchos años.

―No comadre, no se deje engañar, es un brujo que toma esa forma. Sino dígame ¿qué haría un chingado león por acá? Mejor quítese comadre, le vamos a dar en la madre a este cabrón.

Antes de quitarme le acaricie la cabeza como cuando era apenas un gatito.  Después de eso dio un último suspiro. La verdad es que ya tampoco había mucho que hacer. Acto seguido mi compadre le dio cinco machetazos más y se lo llevaron a rastras por donde habían venido los muy pendejos.

Resulta que después unos biólogos dijeron que Chimino, como yo lo conocía, había sido vendido hace mucho tiempo a un circo. En dónde lo habían entrenado a la mala para que se levantará en dos patas y otras ridiculeces más. Y cuándo fue prohibido que los circos tuvieran animales lo vendieron a un rancho productor de lácteos en Ayapango en donde les gustaba tener leones en jaulas de 10 x 10. Allí el poderoso león se hizo viejo. Un día, cuando ya nadie le tenía miedo y se habían casi olvidado de él, dejaron su puerta abierta sin darse cuenta. Entonces aprovechó para escapar. Los biólogos dijeron que el león estaba tan viejo que ya no podía ni rugir. Dijeron que aproximadamente tenía veinticinco años y que viajó kilómetros en busca del único lugar en donde recordaba lo habían tratado bien, aunque eso hubiera sido cuando fue cachorro.

Yo tenía como cuarenta y tantos cuando cuidé a ese leoncito. Fueron tan sólo dos semanas. Mi ex patrón el loco de Huitzilac, que después resultó ser traficante de animales, me lo encargó y lo trajo a mi casa. La gente siempre ha pensado que mi casa está a disposición porque vivo sola. Yo no recuerdo haber sido especialmente cariñosa con el animal, sólo lo alimentaba, lo limpiaba y de vez en cuando le dedicaba una caricia. Era un bebé pero ya traía su orejita cortada. Pobre mi leoncito no obtuvo más en la vida que eso. No cabe duda que nosotros somos los miserables monstruos.

Tiktok: expedicion_nocturlabio

 

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Arquitecta, escritora, diseñadora, amante de los animales, la naturaleza y la aventura.

Dayan Casaña

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