La vocera de la CIDH, Julia García Quintanilla, expresó que el 10 de mayo, instituido desde 1922 como Día de las Madres, debe servir para recordar y exigir el derecho a una vida digna, “lo que para nosotras significa libertad, autonomía, respeto, poder de decisión sobre nuestras vidas como forma de desarrollarnos plenamente como personas”.
Rechazó enérgicamente la ola feminicida y la violencia contra las mujeres, agravada por la “guerra contra el narcotráfico” y que ha cobrado la vida de mil 700 mujeres y más de 500 desaparecidas en el último año.
“La impunidad en estos delitos y en el caso concreto de las mujeres asesinadas por exigir justicia y respeto a los derechos humanos. Para las madres el mejor regalo es que la justicia se acerque a las mujeres, la presentación con vida de los hijos e hijas desaparecidas, terminar con las complicidades y la impunidad en nuestro país.
“Porque somos mujeres, que opinamos, debatimos y señalamos cotidianamente las prácticas discriminatorias y violentas que vulneran nuestros derechos, convocamos a todas las mujeres, instituciones, organizaciones políticas y sociales, personas en lo individual, pero sobre todo a las y los representantes de la ciudadanía que nos representan o que nos quieren representar, para construir un país basado efectivamente en derechos que se puedan ejercer, donde las mujeres sean reconocidas como ciudadanas plenas y personas con todos los derechos y no como botines políticos”, dijo.
Afirmó que es necesario insistir en el tema de la educación y la conciencia feminista, asociada a la lucha por los derechos de las mujeres, lo que implica descubrir las contradicciones y resolverlas aún cuando esto signifique poner al descubierto conflictos que, en ocasiones, no resulta fácil ni sencillo de abordar porque tiene que ver con tradiciones y concepciones ideológicas dominantes.
Además de otros tipos de violencia, García Quintanilla pidió contrarrestar el lenguaje sexista, que cotidianamente agrede a las mujeres con expresiones machistas.
“Hay textos y palabras que parecen inofensivas pero son tremendamente sexistas, en un país donde lo que priva es el lenguaje y una profunda convicción machista. La utilización del lenguaje no-sexista se presenta como una oportunidad excepcional para hacer creíble unas relaciones más igualitarias entre la ciudadanía. Una oportunidad para ir reduciendo espacios de desigualdad. Que somos como hablamos no hay duda alguna, pero muchas personas niegan ser machistas pese a utilizar un lenguaje que desprecia a la mujer en todas y cada una de las índoles de su persona. Que la palabra madre recupere su significado profundo y real”, explicó.