Sociedad

Las Generalas


Lectura 4 - 8 minutos
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Fotógraf@/ FERNANDA CERDIO
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Durante algún tiempo varias mujeres policías me trajeron asoleado: “Nos tuvieron miedo. No tenía para pagar el cartón que apostaste”.

Cuando podía les explicaba por qué no había podido cumplir mi palabra, pero nadie me creía.

“Nos dijiste que preparáramos un equipo de futbol porque tenías uno de reporteRas muy buenas y nos iban a meter una chinga… Eso nos dijiste. También apostaste un cartón de caguamas a tu equipo”.

 

“Esta fue una de las pocas veces que no cumplió una promesa y un reto en su vida (y en bajada)”, van a escribir, seguramente, mis biógrafos cuando el suscrito deje sus últimos restos mortales en este mundo matraca.

La mayoría de los amigos y amigas del gremio sabe qué ocurrió, pero mucha gente lo ignora, y escribo esto para dejar constancia.

 

A principios de junio de 2013, varios reporteros fuimos a documentar los entrenamientos de la selección morelense de futbol 7 para amputados, en la Unidad Deportiva Fidel Velázquez del Instituto Mexicano del Seguro Social, ubicada en Paseo Cuauhnáhuac, colonia Revolución, cerca del rastro municipal de Cuernavaca.

El profesor Guillermo Bautista Michua, a cargo de esos muchachos y de entrenar a los chicos y chicas que participarían en las paralimpiadas, nos convocó para solicitar a las autoridades municipales y estatales recursos para los atletas.

Asistimos algunos medios, hicimos notas y reportajes con entrevistas y aspectos del entrenamiento.

En las siguientes semanas hubo más cobertura para el entrenador y los muchachos y se logró el objetivo. Para el equipo de fut hubo balones y guantes, faltaba conseguir unas muletas canadienses, que van desde el brazo al suelo (permiten mayor libertad de movimiento), de aluminio que eran bastante caras y que, finalmente, no supimos cuántas consiguieron.

Uno de los integrantes del equipo de futbol era el actual diputado y ex alcalde de Xochitepec, Alberto Sánchez Ortega, quien nos solicitó que consiguiéramos a otro equipo para entrenar y “cascarear”, ellos eran muy pocos y apenas lograban completar un cuadro y practicar.

No pudimos conseguir un equipo como tal, pero dos o tres reporteras llevaron uniforme deportivo y participaban con ellos.

Los entrenamientos eran los martes por la tarde, las chicas hacían calistenia con los atletas y luego jugaban una cascarita: no había equilibrio en los equipos, los jugadores en muletas se “bailaban” a las chicas.

En una ocasión Xóchitl fauleó a Alberto Sánchez Ortega: por la velocidad con que iba lo levantó del suelo y se elevó por los aires con todo y muletas, como un cangrejo o como un samurái con sus catanas. La caída fue bárbara. Por fortuna no pasó a mayores y siguieron jugando.

Hubo más periodistas interesadas que se integraron: Xóchitl, Tirza, Fabiola; Magnolia, Silvia, Adriana, Alejandra, Nicolasa.

Con la promesa de formar una escuadra que no terminara frustrada al término de los partidos, me ofrecí a entrenarlas.

A principios de julio convoqué a quienes estuvieran interesadas en formar parte del equipo de futbol femenil se pusieran en contacto conmigo. Nadie respondió.

 

Un equipo de cabronas

El grupo de compañeras no era homogéneo, aunque tenían varias cosas en común: más o menos la misma edad, eran reporteras de a pie, tenaces y un carácter fuerte que les había hecho ganarse el bien aplicado calificativo de “cabronas”.

Dos o tres pertenecían a equipos de sus colonias y barrios o al futbol llanero o amateur (se pronuncia amater); otras habían jugado y dejaron de hacerlo por cuestiones laborales. Las más, tenían ganas de jugar y eso era lo que importaba, aunque cuando se les arrojaba la pelota la patada pasara zumbando (“esas chavas no le dan ni a un elefante sentado”, dijo una vez un burlisto durante los inicios de los entrenamientos).

Comenzamos desde cero

“El balón que debe ser esférico, tiene una circunferencia comprendida entre 68 y 70 cm (27-28 in), un peso entre 410 y 450 gramos (14-16 oz) al comienzo del partido y una presión equivalente a 0.6-1.1 atmósferas (600-1100 g/cm2) al nivel del mar.

Las medidas reglamentarias para un campo de futbol 11 son de 90 a 120 metros de largo, y de 45 a 90 metros de ancho.

“Está dividido en dos partes iguales y hay dos porterías. Nos interesa anotar el balón en la portería contraria; no es fácil, hay un portero que, por más maleta que sea, estorba.

“Dividan el balón con una cruz imaginaria y les quedaran cuatro cuadros, dos arriba, dos abajo, dos a la izquierda y dos a la derecha. Dependiendo la fuerza con la que den la patada a la pelota y en qué parte de ella, ésta irá hacia los extremos, hacia arriba o hacia abajo; si le pegan en el centro, irá derecho, abajo o arriba.

“En el futbol es importante conocer nuestro cuerpo, aun cuando la mayor parte del tiempo conducimos con los pies, son importantes el pecho, la cadera, los hombros, la cabeza, en un ataque o para defender nuestra portería”.

La “cátedra” que estaba dando a las chicas era motivo de exagerada atención por éstas.

Para las mujeres que habían jugado futbol o aún lo practicaban los ejercicios de golpeo a balón parado eran algo rutinario. Para las otras, motivo de alegría cuando lograban pegarle al balón y de locura cuando metían la pelota dentro del rectángulo frente a un portero invisible.

El golpe del balón en movimiento nos llevó casi un mes, pero lo logramos; también pudimos hacer que recibieran a ras de pasto y por lo alto el balón que una compañera les mandaba.

La conducción de balón fue algo complicado porque, como toros de lidia, se salían de la línea de juego.

Poco a poco fueron levantando la vista cuando acompañaba al cascabelero esférico que se deslizaba feliz por el pasto, y lograron patearlo hacia su compañera que se encontraba en una mejor posición para tirar hacia la portería.

Mientras más conocían su cuerpo, al balón y a sus compañeras, las chicas comenzaron a tener más confianza, y esto lo demostraron frente al seleccionado en muletas: ya no les hacían las “faenas” que cuando comenzaron a entrenar.

 

Las Generalas

Después de tres meses de entrenamiento las chicas ya eran Las Generalas (nadie sabe quién propuso el nombre). Teníamos varios balones de futbol, la mayoría tenía zapatos para fut, Gretel, una amiga, ya había conseguido playeras de una marca de cerveza.

Jorge Luis Borges dijo sobre el futbol: “Qué raro que nunca se les haya echado en cara a los ingleses, injustamente odiados, haber llenado el mundo de juegos estúpidos, deportes puramente físicos como el futbol, que es uno de sus mayores crímenes" y “el futbol es popular porque la estupidez es popular”.

El Maestro argentino no jugó futbol, ni fue entrenador ni aficionado. Nunca tuvo un equipo como las Generalas ni las vio bajar un balón, controlarlo, avanzar y anotar un gol.

 

Un equipo para medirnos

Como ya teníamos equipo necesitábamos probarnos con otro de mujeres, y alguien me dijo que en la Policía de Cuernavaca había uno.

Me dieron el teléfono de una de ellas y le dije que tenía un equipo y buscaba un partido amistoso. Me respondió que preguntaría a sus compañeras.

Yo notifiqué a Las Generalas que había ido a retar a las mujeres policías y que seguramente aceptarían. Por ello, debíamos entrenar con más ánimo. Esperaríamos el lugar, el día y la hora.

La mujer policía me respondió como dos semanas después: aceptarían el partido, faltaba definir el lugar y la hora.

Yo me hice ilusiones. Imaginé a mis muchachitas jugar como la selección nacional femenil y dar una golpeada perra a las policías: 20 a 1 me pareció que era un marcador aproximado a la chinga que les íbamos a acomodar.

De nueva cuenta, el día del entrenamiento, avisé al equipo que el partido estaba aceptado y que faltaban detalles.

Cuando acabó el ejercicio, una de las jugadoras me dijo que su compañera de equipo, que había faltado a cinco o seis entrenamientos, le había dicho que no iría más porque estaba embarazada.

Teníamos todavía equipo para jugar futbol siete, y no me preocupé.

Pero la siguiente semana, faltaron dos más y la misma compañera que me notificó de la primera embarazada, me dijo que las dos jugadoras que faltaron no podrían participar porque también se habían embarazado.

 

Epílogo

Los niños y niñas ahora tienen 8 o 9 años, están hermosos. Las mamás felices.

Alberto Sánchez Ortega fue dos veces alcalde de Xochitepec y ahora es diputado, fuimos a visitarlo varias veces a su oficina para solicitarle ayuda para adquirir equipo para deportistas con discapacidad, pero nunca nos recibió.

Yo ya no trabajo en el medio donde trabajaba: me quedaron a deber dinero y hasta la fecha no me pagan.

Vivo con la esperanza de que algunas policías, que aún no se han jubilado, olviden que las fui a retar y que les aposté un cartón de cervezas.

 

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Máximo Cerdio

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