“No va a haber fiesta, ni pueblo ni paisaje que me detenga…”
Lázaro está sentado cerca de la ventana que da a la calle, a contraluz. Lo acompañan a la mesa una chica y un hombre.
Si hubiera estado solo, esperándome, a mi llegada le hubiera pedido que se sentara frente a la luz, para que yo pudiera hacer un retrato próximo a lo que a mí me parece bueno; pero no, está donde está y trataré de hacer una foto de mi amigo, a quien no veo hace más de cuatro años y que se recupera de un balazo que, después me relataría, iba a dirigido a su corazón.
Lázaro tiene su brazo izquierdo inerte, cubierto con una manga hasta la muñeca. Lo mira de reojo, trata de no moverlo como para no despertarlo o para que su extremidad no se percate de que el motivo de la plática es ella.
En el momento oportuno de la charla se baja la manga para enseñar a sus amigos dónde le pegó el balazo y las operaciones que le practicaron. Con la ayuda de su mano derecha expone el brazo y las heridas.
Mientras explica qué y dónde, el brazo izquierdo va despertando como una mascota entumida: mueve los dedos como una mano mecánica. Después de enséñarlo, Lázaro cubre de nuevo el brazo y éste regresa a su posición discapacitada.
El día viernes 25 de febrero de este año a las 15:20 horas, el fotógrafo Lázaro Sandoval Mendoza recibió un balazo en el brazo izquierdo por ser testigo de un asalto en la colonia Lázaro Cárdenas. Lo llevaron a varios hospitales y el día de hoy está pasando por un proceso de rehabilitación. Esta es una reseña de las más parcas sobre lo que pasó el fotógrafo.
En algunas páginas y portales de esa fecha se podrá encontrar un poco más de información sobre este hecho, incluso que hubo tiroteos y otras mentiras. Algo cierto es que la Fiscalía General del Estado de Morelos jamás interrogó a la víctima y hasta el día de hoy no ha recibido ninguna atención por parte de esta institución que asegura estar a la altura del FBI.
Cada persona que participó en esta sucesión de hechos tiene su propia versión, de tal suerte que la verdad histórica se va alargando más y más en detalles. Lázaro tiene la suya, quizá más larga, porque él y su brazo fueron los principales afectados. De su versión, el fotógrafo relata lo más significativo y cómo va su proceso de recuperación:
Lázaro nunca pensó que el balazo que le dieron no era tan grave.
“Uno de los asaltantes, que observó que yo había visto el asalto, me siguió hasta la altura de la entrada de la casa de mis suegros, a quienes les llevaba comida que yo había preparado para ellos.
El delincuente se pone atrás de mí, me da un cachazo en la cabeza y me desestabiliza. En segundos, recompone la orientación de la pistola y por atrás me dice: “calladito, cabrón”. Ahí se sintetiza la excitación de la carrera que tuvo qué hacer para llegar hasta mí. El vaho de su aliento me llega a la cara, sus ojos están desorbitados, muy rojos. En segundo plano, está Margarita, la calle, la reja, la casa de mis suegros, la puerta. Luego, por detrás y a quemarropa el disparo y el sonido”. (Esta es, según Lázaro, la” fotografía” que subsume todo.)
“El proyectil (nueve milímetros, según los médicos) iba dirigido a mis pulmones y a mi corazón, pero yo pude girar un poco, hacia mi izquierda, y eso me salvó la vida.
“Yo nunca caí, nunca perdí el conocimiento, desde que me dispararon hasta que fue por mí la Cruz Roja y me llevaron al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) del Plan de Ayala; tampoco pensé en morir. Para mí, me habían dado un golpe en la cabeza y un balazo. Me preocupaba mi hijo, que había quedado solo mientras yo iba a dejar la comida.
“En el hospital del IMSS le dijeron a Margarita que me habían roto dos venas y me había desecho los huesos; que debía firmar para que me trasladaran a la Ciudad de México al Hospital Siglo XXI.
“Un segundo momento ocurre hora y media después de que entré a cirugía en el hospital. Dos médicos que me acababan de operar llamaron a Margarita Estrada, mi esposa, y le dijeron que habían podido reparar las venas con injertos de mi pierna, pero que tenía que entrar a cirugía porque en una hora me amputarían el brazo.
“Ella, desde luego, se enojó y exigió que hicieran lo que tuvieran que hacer para que no me lo cortaran.
Después de tres horas y media, los médicos salieron y dijeron a Margarita que la operación había sido un éxito, pero era necesario que me trasladaran al hospital de Traumatología en Lomas Verdes”.
Después de varias cirugías suspendidas por contagio de covid-19, el que el fotógrafo tuvo que ser trasladado a la Unidad Médica de Atención Ambulatoria, donde pasó más de quince días en una cama donde habían muerto más de 450 personas. El lunes 28 de marzo Lázaro por fin pudo regresar Cuernavaca, con un programa de recuperación tardado, doloroso y costoso.
“Desde que la ambulancia de la Cruz Roja me recoge hasta que me dan de alta en la Ciudad de México y me traen hasta mi domicilio, según mis cálculos se gastaron más de cinco millones de pesos: sueldos de cirujanos, enfermeras, choferes, anestesiólogos, medicamentos, equipo especializado, software, etcétera, etcétera, derivados de la intención de matarme de un asaltante que me disparó. Creo que si esos recursos que se gastaron en mi persona se utilizaran para diseñar y aplicar programas de prevención del delito, podría ayudar a que no ocurran estos hechos. Esto es algo en lo que pensé mucho en esos días que estuve hospitalizado”.
La mano y el brazo izquierdo soportan el peso de la cámara. Una y otra extremidades superiores son como dos hermanas, la que configura, la que afina, y la que permite que la diestra pueda maniobrar a su antojo sin perder la concentración.
“Ya en casa, días después de que llegué, estaba acostado en la cama, y llegó un momento en que pensé que el brazo no me iba a servir. Pensé vender mi cámara. Es una Nikon 810, con dos lentes que siempre me acompañan, un 10 -24; y un 24-120. Con el cuerpo, los lentes y el battery grip de dos baterías, mi mano izquierda soporta más de tres kilos.
“Después de muchos años que por fin pude tener una cámara full-frame temí que tenía que venderla para comprar una cámara de menos de un kilo, alguna Sony o Pentax”.
En estas circunstancias el maestro siente más todavía la pérdida de su acervo.
Relató que en 2018 guardó sus archivos de cuadro discos portátiles en uno de cuatro terabytes. Cuando terminó de pasar todos, este disco grande dejó de funcionar. Los discos que vació también dejaron de funcionar.
Allí se perdieron más de 400 mil fotos, que representan 65 por ciento de todo su acervo de 43 años de fotografía.
“Tengo en fotografía digital de cinco años para acá, y todo lo de los primeros años: medio millón de negativos, tres archiveros de negativos, de carpetas”.
Su recuperación física es muy lenta. Considera -de acuerdo con los médicos y terapeutas que lo han atendido- que en diez meses podrá recuperar los movimientos, para comenzar de nuevo a documentar lo que perdió.
“Cuando este brazo se recupere va a recuperar la movilidad en 90 por ciento. Va a quedar medio chuequito, me dio boludito, va a quedar ligeramente doblado del codo, los dedos van a tener una ligera deformación, pero van a estar fuertes; una vez que logre eso no va a haber fiesta, ni pueblo ni paisaje que me detenga”.
“Hace poco fue a la parroquia y ex convento de Santiago Apóstol, en Jiutepec”.
Ahí anduvo entre andamios, recordando las fotografías que hizo a este edificio y que se perdieron en el disco. Realizó algunas fotos con trípode.
El 27 de agosto va a salir con Fabricio, su hijo, a hacer fotos. Eso fue lo que respondió cuando el pequeño le preguntó a dónde irían en su cumpleaños.
“Jamás he tirado mi toalla. Nunca he pensado en dejar de producir, ¡menos de salir a hacer fotos!”, asegura Lázaro Sandoval Mendoza, mientras abraza su brazo enfermo con la mano derecha.
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Lázaro Sandoval Mendoza nació en 1960 en la Ciudad de México y desde los dos años de edad, radica en la Ciudad de Cuernavaca.
Sus estudios básico y primarios los realizó en Cuernavaca. Para realizar algunos estudios profesionales de fotografía regresa a la Ciudad de México. Participó en más de treinta cursos de especialización, diplomados, coloquios, seminarios y congresos de fotografía en todo el país.
Su primer contacto profesional con la imagen, la realiza cuando laboró en el Archivo General de la Nación, en la Secretaria de Gobernación, donde se prepara, vinculado siempre a la preservación y conservación de la imagen fotográfica. Desde ese momento Lázaro creó y fundó los tres más importantes acervos fotográficos de la entidad morelense.
Ha colaborado en revistas y diarios nacionales y locales, como ¡Siempre!, La Jornada nacional, La Jornada Morelos, La Unión de Morelos y quizás en más de 30 revistas. Ha laborado en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos como académico de fotografía, donde diseñó y supervisó la construcción del más importante laboratorio foto químico estudiantil del estado.
También ha participado en más de 35 exposiciones, entre colectivas e individuales, y se ha publicado su trabajo en una veintena de revistas, magazines, posters, folletos, trípticos, películas, videos, tesis profesionales y libros especializados; asimismo, ha impartido más de dos docenas de cursos especializados en fotografía y ha organizado en Morelos coloquios y congresos de fotografía.
Su trabajo fotográfico fue seleccionado para integrar las carpetas de fotografía de la Comisión del Bicentenario en Morelos. (sic)
Su trabajo fotográfico ha escalado visual, técnica y artísticamente en los últimos años, logrando varios proyectos editoriales de un alto valor artístico.
Trabaja permanentemente en diversos proyectos personales, editoriales, académicos y de divulgación cultural.