Cuando tenía 13 años de edad, Rodrigo acompañaba a su papá en su trabajo como chofer del transporte público. Observaba cada movimiento que daba al volante y recuerda que le decía que al cumplir la mayoría de edad también trabajaría como operador.
A los 17 años empezó a conducir camiones gracias a que aprendió “de un gran maestro” y ahora que son colegas y laboran en la misma organización comparten experiencias al terminar su actividad.
"Mi papá siempre me dice que tengo que trabajar con cuidado, que no tengo que correr porque puedo ocasionar un accidente, además, en esta Ruta no pagamos 'minutos quemados' lo que es una gran ventaja".
A pesar de que durante un año fue aprendiz de su progenitor, recuerda que su primer día como rutero fue un poco complicado, pues por los nervios se le olvidó "checar", además de que se encontró con pasajeros que en ese momento estaban de mal humor y le contagiaron el estrés.
"Algunas personas nos hablan con groserías, piensan que uno tiene la culpa porque llegan tarde a su destino y se molestan, pero no les hago caso porque me gusta el volante y aquí sigo para mantener a mi familia ".
Dijo que para desempeñar mejor su actividad ha recibido cursos de capacitación, en los que le han enseñado sobre todo el manejo a la defensiva y el trato al usuario.
En su opinión es necesaria la preparación, pues hay operadores de otras organizaciones que tratan mal a las personas adultas mayores.
Sus ingresos económicos alcanzan por lo menos para mantener a su familia, sin embargo, comentó que por la pandemia de covid-19 tuvo que dejar el volante durante tres meses para trabajar en un taller mecánico, debido a que por falta de pasajeros solo tenía un día laborable a la semana, lo mismo que le pasó a su papá.