“Me encanta manejar, aprendí a los 11 años porque mi papá me enseñó en un carro particular. En ese entonces él manejaba una combi en la Ciudad de México y yo fui aprendiendo y a la fecha es un trabajo que me gusta mucho. Por eso no lo dejo”, contó Rafael, quien tiene ya 23 años como chofer.
Aunque está consciente de que en la actualidad ser taxista ya no es negocio, afirma que no deja esa actividad, porque es una labor noble con la que ha podido mantener a su familia.
En su actividad diaria, Rafael ha conocido a tofo tipo de personas, desde las que abordan la unidad en estado de ebriedad y se bajan sin pagar a los que olvidan sus pertenencias dentro del taxi y a aquellos que le recompensan sus buenas acciones.
Por ejemplo -contó- hace algunos años una señora pidió un viaje de la colonia Universo al hospital general porque a su hijo le había picado un alacrán. Por el susto la mujer olvidó pagar el servicio, pero tres meses después se encontraron en la calle y ella le agradeció y dio una compensación porque gracias a la rapidez del taxista el menor se salvó.
A decir de Rafael, otros clientes le han agradecido porque les ha regresado sus pertenencias, como teléfonos celulares, que olvidaron en el vehículo.
“Cuando han dejado el teléfono marcan para decir que se les olvidó en el taxi y me piden que lleve el equipo al lugar donde están. A veces es en su trabajo, pero solamente dicen ‘muchas gracias, ojalá existan más personas como usted’ y no toman en cuenta que gasté tiempo y dinero por llevar lo que olvidaron en el taxi, aunque en una ocasión un doctor me dio 500 pesos por llevarle su teléfono”, indicó.