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Los corrideros


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Fotógraf@/ MÁXIMO CERDIO
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Yautepec. El sábado 15 y el domingo 16 de octubre se celebró en Yautepec la Sexta Rueda de San Miguel, Círculo de Corrideros, una convivencia musical entre los "jilgueros" de diversas comunidades, así como sus familiares y amigos.

Los asistentes disfrutaron de la plática y de las historias cantadas con acompañamiento del bajoquinto o la guitarra.

De acuerdo con el historiador Gustavo Yitzaack Garibay, esta celebración se realiza desde 2016 en Yautepec, Morelos, por iniciativa de El Dichoso Lugar Espacio, para la Cultura y la Tradición y el maestro Andrés Rubio Zavala, promotor del corrido del sur, así como laudero y constructor del bajoquinto, corazón del corrido.

El interés es generar la participación de la comunidad y acercar a los niños y jóvenes a los cantos y los acordes de la memoria expresada en el Corrido del Sur.

En esta ocasión participaron soneros y corrideros de varias entidades de Morelos, como Delfino Maldonado Coapango, de Tlaquiltenango, el dúo integrado por Eduardo Sánchez Beltrán y Gayla Sánchez Beltrán, de Yautepec y Margarita Cano, también de Yautepec, entre otros.

Yitzaack Garibay, director de Casa Tenayo, explicó que, por esta ocasión, el convite fue por parte de El Dichoso Lugar y Casa Tenayo y el platillo fue el Elopozole, un guiso suriano que mezcla granos de elote, trigo y garbanzo en caldo rojo de guajillo, hecho con espinazo de cerdo, servido con rábano, lechuga, aguacate y cilantro picado, al que se le agrega limón, chile, cebolla y orégano.

Los corridistas y soneros cantaron hasta “el golpe del alba” en que la liebre es ligera, como dice en el “Sauce y la palma” el sinaloense Luis Pérez Meza.

 

Orígenes prehispánicos

En Poesía y Canto de finales del siglo XIX y principios del siglo XX de la región sur de Morelos, Elsa Castorela Castro y Agur Arredondo Torres explican que los náhoas tuvieron a Xochipilli como dios del canto, de la música y de la fiesta; esta figura también era descrita como príncipe de las flores, y a los hombres que se encargaban de componer los cantos se les llamó cuicapicques.

Estas creaciones literarias indígenas fueron escritas por los tlacuilos en los cuicámatl o papeles de cantos, que se pegaban, usualmente a manera de biombo. Este conjunto de hojas (o libro) era llamado amoxtli. El papel se elaboraba de la corteza del árbol amate. Quien poseía y leía los amoxtli era llamado tlamatini, y era considerado el sabio.

Leyendo estos libros pictoglíficos algunos sabios enseñaban a los cantores indígenas los teocuícatl (sus cantares divinos) y todos los cantos. Este proceso de enseñanza-aprendizaje se llamó amoxohtoca, palabra que traducida significa “seguir el camino o la secuencia registrada en el libro”; estos cantos eran aprendidos y entonados en los calmecac o escuelas sacerdotales. Los cantos usaban frases paralelas y tenían un ritmo propio muy característico llamado mexicacuicatl que se conoció como cantar a la manera mexicana.

Con la expresión Flor y Canto se designaba en el mundo náhoa a una obra “artística, melódica y literaria: un texto en verso acompañado por instrumentos y compuesto para ser entonado”.

Dentro de la gama de composiciones surgieron himnos sagrados dedicados a los dioses, cantares para rememorar hazañas de los antiguos señores, de congoja profunda que hablan de la fugacidad de la vida, cantos que hablan de la inmensa dificultad de acercarse al supremo dios dual, que es noche y viento; otros, de regocijo de la gente y de carácter erótico. Nezahualcóyotl, Axayácatl, Xicohténcatl el Viejo, entre otros muchos poetas anónimos, nos dejaron su herencia literaria.

 

El corrido y el romance

En “El corrido: su origen e historia, Guillermo Zapata explica que en el siglo XVIII, las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia Española definen al corrido como “romance o jácara que se canta acompañándolo con la vihuela”.

En su libro Historia de la música en México, Gabriel Saldívar deduce que el término se originó en la época colonial, pues se decía de varios manuscritos denunciados ante la Inquisición que “corrían con escándalo por la ciudad y reino”.

También se afirma que proviene del romance español, un género de la poesía apoyado en la tradición oral, con una gran variedad temática, muy popular en el siglo XV. Se dice, asimismo, que el corrido proviene de la “itoloca”, una forma de la poesía narrativa náhuatl.

Por último, está la tesis mestiza que sostiene que la población se encargó de reunir los corridos después de la Independencia.

Al parecer, el primer corrido-romance en español escrito en México fue compuesto por los soldados españoles en Tacuba, después del episodio llamado “la Noche Triste”, cuando los mexicas les dieron una tunda y los expulsaron de Tenochtitlan:

En Tacuba está Cortés / con su escuadrón esforzado, / triste estaba y muy penoso / triste y con gran cuidado, / una mano en la mejilla / y la otra en el costado…

El corrido suriano

Por su parte, en “Breve ensayo del Corrido Suriano”, Daniel Hernández Montes expone que un elemento fundamental de la cultura tradicional de los pueblos de Morelos es el llamado corrido suriano. Éste se extendió por toda el área conocida como “el sur” (el sur del Distrito Federal, la zona norte de Guerrero, el sur de Puebla, una amplia región del Estado de México y por supuesto Morelos), incluso los habitantes de esta zona se definían como surianos.

Según el musicólogo, investigador y trovador Jesús Peredo, el corrido tradicional suriano es un producto cultural mestizo con influencias de todas las culturas que han habitado esta región. Observamos que la filosofía y literatura nahua convive con la greco-latina occidental, de igual forma sucede con el sistema tonal de la música europea, ya que fue adoptada por la cultura indígena imprimiéndole su sello. Lo mismo sucedió con la influencia de otras culturas como la africana. Es por estos influjos, que la canción suriana es un conglomerado de géneros pero que nos llega como un todo denominado simplemente corrido.

Para obtener una definición más clara sobre el corrido suriano cabe hacer una comparación con un género muy conocido en México. Luego entonces, la diferencia entre el corrido norteño y el corrido suriano se encuentra en que en el primero predomina el virtuosismo instrumental y generalmente se baila. En cambio, en el segundo lo más relevante es su complejidad literaria; el corrido suriano es solo para escucharlo con atención.

Debido a la complejidad de sus versos y al tratamiento poético de su temática, el corrido suriano es considerado como uno de los más eruditos de América Latina.

La particularidad de los trovadores era su conocimiento literario: no se conformaban con hacer sus poesías bien rimadas, sino que hacían estructuras muy complejas. Surge la pregunta: ¿Cómo un campesino que a duras penas terminó la primaria podía escribir con tan semejante conocimiento y exactitud letras que en su complejidad plasman metáforas con personajes y dioses de la cultura griega que antecedió hace miles de años? Los trovadores morelenses, al leer mucho, se informaban por medio de publicaciones de lo que ocurría en el país y en el mundo, de igual forma en esa época las iglesias se habían convertido en centros culturales que contenían un amplio repertorio de documentación.

Ya en la lucha revolucionaria el corrido tuvo un papel relevante como un vehículo de información verídica entre los pueblos. Este género nació de la resistencia, del ideal colectivo, del movimiento de todos. Fue un instrumento de lucha, perseguido en los años posteriores por su naturaleza de unidad local y concreta en oposición al proyecto de nación.

Antonio Avitia, en su libro Corrido histórico mexicano, cita a Cuauhtémoc Esparza Sánchez y afirma que el corrido tiene una línea de construcción:

“Entre las estrofas inicial y final del corrido aparecen algunos elementos: la introducción, las invocaciones, el mensaje, el estribillo, la moraleja, la despedida del corridista y el nombre del autor”.

Algunos corridos también contienen el lugar, la fecha e incluso la hora del suceso; otras veces, los autores piden permiso para contar la historia.

Guillermo Zapata asevera que el corrido sirve como referente histórico y es cantado por el pueblo. Lo que se narra, en general, no es una versión imparcial de un hecho, sino la visión del autor de los acontecimientos; éstos no siempre son reales, o lo son parcialmente.

 

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