"Haciendo tu trabajo de forma excelente, puedes mejorar la vida de otros".
Alejandro Aravena
¿Se puede hacer arquitectura sin política?
La respuesta es subjetiva: hay movimientos que mencionan a la arquitectura como un arte y otros como ciencia o un trabajo social. Sin embargo, en todos los casos la política está detrás. Sin política no hay arquitectura y sin arquitectura no hay política.
La arquitectura desde tiempos ancestrales ha sido el catalizador social entre pueblo y gobierno y hoy en día es el estandarte de la mayoría de los candidatos para gobernar al pueblo.
La profesión me ha enseñado que en cada muro está detrás un interés político.
Por muy pequeño o de bajos recursos que sea la arquitectura hay siempre el interés político y no necesariamente de una persona inmersa en la esfera política, también el pueblo, a través de líderes vecinales hace democracia y se imparte igualdad y equidad en cada proceso en el que esté involucrada la arquitectura.
La arquitectura puede transformar vidas y ciudades completas y por eso es tan importante la ética profesional del arquitecto y su labor social, ya que así como un arquitecto puede cambiar la vida de las familias también la puede destruir. Es aquí donde la política juega el rol de juez y parte.
En el libro Arquitectura y política, de Josep Maria Montaner y Zaida Muxí, mencionan un dato bastante interesante en el capítulo urbanismo como política.
En el presentan una referencia a una pregunta que le hacen al autor, ¿existía un urbanismo de izquierdas y uno de derechas? A lo que el autor responde …el urbanismo era de izquierdas y las especulaciones de derechas.
En mención a que las respuestas que se dan en este tipo de ambientes deben referirse con contundencia, simplificadoras, provocadoras; es decir, lo contrario a lo que sucede en el ambiente académico, erudito y propio del argot profesional o de la retórica de los políticos. El urbanismo nació y se desarrolló como disciplina práctica de intervención sobre el territorio.
Estar involucrado en la política es esencial en mi práctica profesional, porque desde mi perspectiva entiendo que para ayudar a más personas es indispensable pasar por el territorio que, por lo general es gobernado por la esfera política.
Otro dato que se menciona en el libro antes citado y con el que estoy totalmente de acuerdo es sobre la labor que los intelectuales tienen en la sociedad y que no se debe resumir solo a la posición moral, sino que exige al menos tres tipos de ejercicios de responsabilidad: en primer lugar, no limitarse solo a las publicaciones, estudios o proyectos de papel sino tener la capacidad de desarrollar una crítica constante que haga dudar el trabajo que hacen los políticos sobre nuestras ciudades; segundo, utilizar nuestros conocimientos para entender y explicar los mecanismos y contradicciones que se generan en las dinámicas urbanas y sociales que muchas veces pueden estar en pro o contra de un ideal; tercero, contribuir, siempre en lo posible, con propuestas que refuercen los mecanismos de impacto social y así generar culturas alternativas a las antes conocidas.
La arquitectura tiene la labor de recuperar la ética política de lo que en algún momento de la historia fueron los enciclopedistas del Siglo XVIII (arquitectura y política, pp12). Se requieren políticos que interpongan sus intereses personales en pro del desarrollo social y cultural de su ciudad.