“Cuando yo me muera no quiero que lloren /
hagan una fiesta con cohetes y flores…”
Tlaquiltenango. Delfino Maldonado Coapango estaba sentado a un lado de su cama. Abrazaba su guitarra que por más de 30 años lo ha acompañado en sus ires y venires por las rancherías de los municipios de Morelos. La acariciaba como a un animal antiguo. En la cabeza del instrumento se había ido a parar una paloma de campo.
¿Qué canción le gustaría que le cantaran en su entierro?
Preparó su guitarra y dijo “esta”, y comenzó a entonar los primeros versos:
Cuando yo me muera no quiero que lloren/ hagan una fiesta con cohetes y flores…
En esta parte de la ejecución otra paloma voló y se paró en la cabeza del corridista, él siguió cantando, la paloma sólo lo acompaño algunos versos y después regresó a su lugar en la habitación de su dueño.
Que se sirvan vino y vengan la tambora/ para que me canten mis propias canciones.
Cuando yo me muera me llevan al cerro/ para que me velen al pie de un encino/ en lugar de caja pongan un petate, /y en lugar de velas botellas de vino.
Y si muero lejos del amor que quiero/ mándenle una carta y que venga enseguida/ para que me bese como despedida/ cuando ya me dejen con la tierra encima.
Cuando yo me muera que suelten palomas/ para que mi alma se vaya volando/ que les dé permiso la iglesia de mi pueblo/ para que repiquen por mi las campanas…
(“Con la tierra encima”, del Charrito Negro.)
“Estas dos palomitas de ala blanca estaban tiradas en el campo de cultivo, no tenían ni plumas, pensamos que se iban a morir”.
Los corrideros
Conocí a Delfino en Yautepec, en la Casa Tenayo, el sábado 15 de octubre, durante la Sexta Rueda de San Miguel, Círculo de Corrideros, allí se organizó una convivencia musical entre los "jilgueros" de diversas comunidades, familiares y amigos, entre ellos Delfino Maldonado Coapango.
En su domicilio particular en el Centro de Tlaquiltenango, contó que es originario de este municipio, estudió sólo hasta la primaria, aunque quería estudiar para licenciado en Derecho, para defender a las personas que no conocen la ley. También dijo que es campesino y que había aprendido a tocar la guitarra cuando era joven, como de 25 años, de manera lírica, para cantar canciones de moda, boleros, para dar serenata a las muchachas. Desde luego que sabía la letra de corridos populares, como Valentín de la Sierra, los Pavorreales, El corrido de los Pérez, pero desconocía el corrido suriano o zapatista.
El cantador relató que en su familia tiene dos hermanos, pero que ninguno canta o toca la guitarra o algún instrumento. Por parte de los Maldonado nadie, pero por parte de los Coapango tuve un pariente llamado Antonio Coapango, alias El Muñeco, quien “cantaba, tocaba y le gustaba beber, vino a cantar la casa, ya estaba grande. Otro fue Silvino Coapango, también tocaba y cantaba”.
Encuentro con el corrido suriano
Maldonado Coapango platicó que, en una ocasión, un acordeonista de nombre Tomás Peraza, el Bolillo, lo invitó a un festejo que organizaron los Salgado. Y entonces, cuando llegaron a esa fiesta vio a Néstor Martínez. Tocaba una guitarrita y estaba cantando un corrido en el que se mencionaba a su abuelo, el coronel Isaac Maldonado Gadea, quien estuvo bajo las órdenes del general Lorenzo Vázquez.
“Nos hicimos amigos, y a los ocho días me invitó a Tlaltizapán y yo fui y así comenzamos a ir a las reuniones y fiestas. Mi idea fue aprenderme la letra y la tonada de esa canción y otros corridos surianos y zapatistas, y así me fui metiendo. Me aprendí esa letra y otras y comencé a involucrarme con ellos.
El corrido, de autor anónimo, se llama “Como mexicano”, es muy largo, relata uno de los últimos enfrentamientos de los zapatistas con el Ejército, en la parte donde mencionan a mi abuelo, dice:
Isaac Maldonado invita a tío Anselmo/ dice somos suficientes,/ ya lo conocía, le tenía confianza/ por distinguido jinete.
Las ocho de la mañana/ ya las marcaba el reloj/ y parando a las trincheras / en combate se enfrentó./
Don Anselmo Hernández que en ese combate muy malherido cayó/ en ese momento fue su cruel desgracia pues muy fallido quedó.
Se esperaba cruel desgracia/ cuando ya estaba tirado/ prefería morir peleando antes que se le avanzara.
Pero un compañero, soldado valiente, a las balas se arrojó/ porque era su amigo, era su paisano y la vida le salvó.
Ese fue Joaquín Cardoso/ que se rifó como gallo/ ya estoy aquí mi fiel compañero te llevaré en mi caballo…”
Los meros corrideros
Uno de los corrideros de los que aprendió se llamaba Francisco Gutiérrez, Don Chico.
“Una vez me enteré que iba a ir Don Chico a cantar y fui y me gustó, esas canciones nunca las había oído, eran corridos de antes.
Después hubo una reunión de corridistas aquí, en el centro, llegó un tal Bárcenas, de Valle de Vázquez, de Los Hornos, cantaba muy bien, estamos hablando de hace unos 20 años.
Por medio de ellos conocí a muchos corridistas de Tepoztlán, de Villa de Ayala, de Anenecuilco, de Tepalcingo, de Huitchila.
Cuando era santo o cumpleaños de Don Chico, en Santa Cruz, invitaba a corridistas, llegaban dieciocho o veinte corridistas, y ahí estaba yo. Nos echábamos uno o dos corridos cada uno, daba la vuelta.
“En mis épocas de corridero había reuniones en las rancherías de Tlaquiltenango, Yautepec y otros municipios, hasta allá íbamos. Nuestro interés siempre fue reunirnos a tocar estos corridos, a platicar, a aprender otras letras, a tocar nosotros lo que habíamos aprendido. No eran borracheras hasta el amanecer, como ocurre con las fiestas populares, aquí eran un pequeño grupo de músicos y algunos llevaban a sus acompañantes, lo hacíamos en el patio de las casas de alguno de los músicos o alguna persona que le gustaba este género y nos invitaba; de vez en cuanto alguien llevaba mezcal y con un trago se aclaraba la garganta”.
Delfino relató que antes de que hubiera pandemia por coronavirus tenían mucha actividad, se reunían seguido y en diversas partes, incluso en festejos organizados por el gobierno o los municipios, pero durante la pandemia se suspendieron. Ahora ya se están volviendo a retomar las reuniones.
“Paco Peredo, por medio de Paco Ramírez, nos invitó. Fuimos a un evento grande, aquí en Villa de Ayala, donde estuvo el presidente de México Andrés Manuel López Obrador, le cantamos a la gente, yo participé con Paco Ramírez y Paco Peredo participó con una persona de Tepoztlán. Ha sido el evento más importante en el que he cantado”.
Ya vienen los relevos
Le pregunté a Delfino si a los jóvenes les gusta este tipo de música y me dijo que no, que lo consideran música para viejitos. Sin embargo, durante la tocada en Yautepec a mediados de octubre participaron unos muchachos: Eduardo Sánchez Beltrán, su hermana Gayla, de Yautepec, y Margarita Cano, también de Yautepec.
“Sí, las jovencitas y jovencitos, me da mucho gusto que participen. Estos muchachos son los relevos. A Andrés Rubio y a Paco Ramírez les he cantado ‘Les voy a entregar las llaves’, porque de nada sirve quedarse con lo que uno sabe, es necesario. Les he dicho, tengo un cuaderno con letras de corrido de diferentes autores y anónimos, para que se las aprendan.
Tengo dos hijos, una hija y un hijo de 30 años, que toca la guitarra y canta en un coro de una iglesia, pero no está interesado en los corridos surianos o zapatistas. No tengo relevo”, concluyó Delfino Maldonado Coapango.
Delfino en Yautepec.
Los relevos.