Los artistas visuales, sean pintores, grabadores, escultores o aquellos que trabajan otros materiales y hacen collages, instalaciones y arte conceptual son hijos de la misma madre: la pintura. Cada uno busca la originalidad con miles de horas de trabajo para hallar la genialidad, confían porque creen en lo que hacen, son creadores.
Pero la obra de arte necesita ser vista, observada, contemplada, y admirada también. Su ciclo natural requiere el encuentro con el otro. Cuando una obra asombra la mirada del espectador éste quiere poseerla, tenerla, y aquí aparece el mercado, sector que no determina la calidad y el valor de las obras, pero obliga al otro a pagar para adquirir esas obras. En esta ecuación surgen los mediadores, galeristas o promotores de arte; y aunque existen algunos medios personales para verlas y tenerlas, la más común son las exposiciones públicas en galerías y/o museos.
Las galerías en nuestro país son un séquito centralizado, solo las grandes ciudades poseen espacios dignos. En Morelos son contadas las galerías serias dedicadas profesionalmente a exhibir obras de arte. Muchas son espacios improvisados de aficionados y/o diletantes del arte, y qué decir de alguna casa de subasta, no existe ninguna. Por otra parte, y para los fines de exhibición, que no venta, son más los espacios institucionales que abren sus puertas a artistas renombrados, los cuales de vez en cuando programan a artistas nativos del estado. Sin embargo, para llegar a exponer en ellos se requiere no solo esperar la aprobación del funcionario en turno, sino que es menester poseer una trayectoria robusta y de calidad. Lamentablemente no todos llegan a reunir los requisitos, y por ello quedan fuera.
Frente a esta cruda realidad los creadores buscan con afán espacios alternativos para mostrar su trabajo. Entonces hallan una casa de cultura, quizá un lugar en algún jardín del arte, el lobby de un hotel, los muros de un restaurante, un showroom comercial o algún espacio público o privado alterno. A pesar de ello también deben pedir, solicitar y a veces “rogar” para exponer sus obras, para vender. En Morelos son cientos los artistas que no tienen espacios para exhibir su trabajo, y para lograrlo, deben transitar un camino tortuoso y complejo.
Por otra parte, no son los artistas visuales quienes deberían realizar estas gestiones. Sería ideal que contaran con un mediador o gestor cultural que les ayude a un sinfín de acciones para hacer algo digno, trabajar en equipo. Esta labor, además, implica una cantidad enorme de actividades pues después del visto bueno para usar un lugar para exhibir sus obras hay muchas acciones que aún se deben realizar; desde adecuar y pintar muros, enmarcar, iluminar correctamente y hacer una museografía decente hasta conseguir patrocinios para el coctel, un diseñador para la invitación, manejo de redes y medios, difusión y promoción, y ya no digas publicar un catálogo. Eso resulta prácticamente inasequible; a pesar de ello, algunos artistas logran hacer un guion que les permite presentar una exposición profesional. Todo artista que se digne serlo sabe lo que significa orquestar una presentación seria de su trabajo.
Así, después de miles de contratiempos, deudas y pagos pendientes, incertidumbres, boletines de prensa sin respuesta del público (sólo asisten los familiares y amigos) los invitados que llegan a la inauguración donde son agasajados con vino y viandas; algunos honran el evento con una ceremonia con listones y palabras halagadoras, y casi siempre se da la magia en cada presentación, asiste mucha gente. Los otros admiran y gozan gratuita y generosamente de las obras ahí expuestas. La inauguración cierra con vítores porque la asistencia fue todo un éxito, al final no es tal pues no hubo ventas.
¿Por qué las exposiciones de arte privadas son eventos en los cuales hay una inversión importante y la recuperación es lenta, escasa, o nula en la mayoría de las veces?, ¿por qué no hay suficientes espacios adecuados para que ellos exhiban sus obras?
A veces me pregunto por qué vamos a exposiciones solo para ver y en raras ocasiones, si no es que nunca, nos atrevemos a comprar un grabado, un collage, un dibujo, una obra de caballete, ¿por su precio?, ¿por qué preferimos gastar en otras cosas?, ¿tenemos el hábito de adquirir una obra de arte?, ¿hay en Morelos un mercado del arte?,
Frente a estas preguntas pienso que se debería cobrar la entrada para ver una exposición privada, quizá solicitar un pago por el derecho a observarla, no sé, llevo muchos años promoviendo arte y sé que existe un “gran mercado del arte", pero para los pintores de a pie, aquellos que trabajan arduamente y logran una exposición decente ¿cuál es su expectativa? es cuando me pregunto si viven los pintores de su trabajo.
Cierro estas reflexiones señalando que es obligación del Estado establecer políticas públicas que generen acciones concretas que impulsen la exhibición y venta de arte. Bien podrían crear circuitos culturales en los más de treinta municipios del estado que promuevan e impulsen el arte creado por morelenses, o cuando menos generar las condiciones tanto económicas como fiscales que propicien la apertura de galerías o espacios culturales privados.
