Gracias a su trabajo como conductor de autobuses sus hijos lograron estudiar una carrera universitaria, aunque ahora que son profesionistas le han pedido que deje el volante, asegura el taxista Efrén, quien afirma que él se niega porque tiene la creencia de que el cuerpo necesita estar activo para no enfermarse.
Hace ocho años, el entrevistado obtuvo su jubilación en la empresa de autobuses donde trabajó 30 años y en la actualidad conduce un taxi.
Dice que desde las siete de la mañana recorre las calles de la ciudad en busca de pasajeros, pues está tan acostumbrado a esa rutina que se aburre en su casa.
Comentó que como operador de autobuses tenía poco tiempo libre para estar con su familia, debido a que en ocasiones tenía que viajar a Monterrey, Guadalajara o a Ciudad Juárez y a veces manejaba hasta 22 horas sin descanso.
“Cuando estaba por retirarme pensaba que cuando estuviera en mi casa iba a dormir lo que no pude por andar trabajando, comer a mis horas y salir a pasear, pero solo aguanté seis meses encerrado; me aburrí de estar en la casa, aunque hacía diferentes actividades, y por eso me puse a trabajar en el taxi”.
“Mis hijos fueron a buenas escuelas y son profesionistas; una es licenciada en turismo y otra en derecho. Tengo un nieto que también es abogado y una nieta en ingeniería; eso me da mucho gusto, pero ellos se enojan porque ando en el taxi”.
De su labor como taxista, señala que trabaja de siete a nueve de la mañana, regresa a su casa para tomar sus alimentos y por la tarde se reincorpora a sus actividades.