Sociedad

Historias de Migrantes Geraldine


Lectura 4 - 8 minutos
HISTORIAS DE MIGRANTES GERALDINE
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Historias de Migrantes Geraldine

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Jojutla. Claudia Geraldine Chávez Alas o Geraldine, como todos la conocen, recuerda muy bien una procesión de autos detrás una carroza fúnebre. Fue un miércoles 27 de marzo de 1996, en Rosario, Sinaloa. Adentro del féretro iban los restos de una mujer fallecida el 24 de marzo. Su nombre artístico fue Lola Beltrán o Lola la Grande, "La reina de la canción ranchera", que en vida se llamó María Lucila Beltrán Ruiz y nació el 7 de marzo de 1931 en la misma ciudad donde fue enterrada.

Gerladine había salido días antes de Jojutla, rumbo a Huitzuco, Guerrero, por indicaciones del “coyote” que los pasaría a Estados Unidos. Eran 54 migrantes en total y procedían de Morelos, de Puebla y Guerrero y había un guatemalteco.

Viajaba con su hermano menor, su entonces cuñada y su sobrina de cuatro años.

A los pocos minutos de que llegaron a Huitzuco, el coyote llamó y dijo que se fuera a la Ciudad de México y de ahí, a Hermosillo, Sonora. Esto causó mucha molestia, porque perdieron tiempo y dinero, si les hubieran dicho “nos vemos en Hermosillo”, hubiera resultado más fácil.

En la Ciudad de México, antes de abordar el autobús, agentes del Instituto Nacional de Migración los interrogaron, “incluso yo tuve que cantar el Himno Nacional mexicano para demostrar que era mexicana. Salimos rumbo a Hermosillo”, relató Geraldine.

En esa ciudad tomaron otro autobús que los llevó a Agua Prieta, Sonora.

“En ese entonces la ciudad era un pueblo con poca gente, no se me olvida que había viento y arbustos redondos atravesaban las calles desiertas, como en las películas de vaqueros”, explicó.

Buscaron un hotel y se hospedaron. Geraldine cuenta que comenzó a hacer amistad con los demás migrantes y, en especial, con una muchacha de más o menos su misma edad, ya que sus familiares se habían enojado con ella y le dejaron de hablar. De ahí en adelante, viajaría sola.

Horas después llegaron siete u ocho muchachos de Sonora y Sinaloa, serían los guías para cruzar hacia estados Unidos.

Ese mismo día intentaron pasar tres veces, pero no pudieron, la migra patrullaba la zona y se tuvieron que regresar. Su grupo lo intentó por siete ocasiones y nada.

“En una de esas veces me acerqué a los agentes y les dije ´déjenos pasar, como que no nos ven’. Ellos se reían; me explicaron que había cámaras por todos lados y que si sus jefes los veían haciendo algo indebido irían a prisión por cinco años.

“Recuerdo una vez que ya estábamos del otro lado, en Douglas. En cuestión de segundos llegó un operativo de migración con patrullas, sirenas prendidas y altavoces, ordenándonos que nos echáramos al suelo con las manos sobre la nuca.

Después de muchísimos intentos en varias semanas, lograron pasar. Los guías los llevaron a Phoenix, Arizona, a una casa en donde estuvieron resguardados un mes, esperando a que todo el grupo pasara, tardaron dos semas más.

“Durante ese tiempo mi amiga y yo nos las ingeniábamos para poder comer, hacíamos trabajos para el grupo; una vez cociné 108 huevos estrellados, nos tocó una porción pequeña, se me olvidó con qué los acompañamos.

Mi hermano y su familia comían muy bien, porque mi tío le mandaba dinero; una parte de ese dinero era para mí, pero mi hermano jamás lo dio”.

Geraldine y su amiga escaparon de ese lugar; se dirigieron a Carolina del Norte, en ese entonces allí había mucha gente de Guerrero.

Después se enterarían que un coyote las había perseguido por varias ciudades de Estados Unidos, porque se habían ido sin pagar.

En Carolina del Norte estuvieron sólo un mes, porque el hermano mayor de Geraldine, sus tíos y su abuelita (ya fallecida) llegaron por ella, procedentes de Nueva York y la llevaron con ellos. De esta manera llegó a la Gran Manzana.

“Mis tíos eran ciudadanos americanos y el plan era que yo trabajara por lo menos cinco años y regresara a Jojutla, con mi hijo, de tres años y medio, que se había quedado con mis padres.

Conocer Nueva York era el sueño más hermoso de mi vida, y ahora se estaba cumpliendo. Lo conocía por las películas, por los programas de televisión, por las revistas.

Empecé trabajando con mi tía, en la limpieza de departamentos de gente de dinero, pero después de algunos meses me independicé y entré a trabajar como mesera, cerca de las factorías, en un restaurante italiano.

Tuve distintos empleos; por ejemplo, en la casa de los judíos, como niñera de una niña coreana...

Recuerdo que un tiempo laboré en una tienda de discos compactos en donde se podía escuchar lo más nuevo de la música sonidera. En esa época estaba de moda “El Listón de tu pelo”, de los Ángeles Azules. Allí me empapé de música y aprendí a bailar; tuve muchos amigos que formaban parte de pandillas.

Unos paisanos me escucharon cantar y me dijeron que fuera a probarme al restaurante “Selena’s”, ubicado en la calle 37. El dueño tenía un grupo llamado “Navarro Show”, los integrantes eran de Puebla y ya habían grabado varios discos. El lugar era famoso y acudían mexicanos, en su mayoría.

Entré a trabajar allí como mesera, junto mujeres originarias de la Ciudad de México, de Tlaxcala, de Puebla.

Yo ganaba aproximadamente 200 dólares al día y me cobraban 100 de renta; llegué a pagar 75 dólares diarios por vivir en la sala de una casa; la dueña era de Atlixco, Puebla.

A mí me gustaba hacerle plática a los clientes, les preguntaba de dónde eran; cuando ellos me preguntaba de dónde había yo llegado, les decía que de Cuernavaca (en realidad nací el 24 de octubre de 1973, en Poza Rica, Veracruz, pero desde los nueve años me llevaron a vivir a Morelos), porque si mencionaba a Jojutla, no iban a saber dónde quedaba. Poco a poco fui haciéndome de clientes y, con el tiempo, cuando llegaban, pedían que yo los atendiera.

No sé qué día comencé a cantar con “Navarro Show”, lo que sí recuerdo es que fue por las noches.

De allí me invitaron a un grupo que tocaba en la avenida Roosevelt, en Queens.

El primer grupo serio en donde estuve trabajando como ocho meses se llamaba Dos Mil, eran mexicanos y salvadoreños, tocaban música versátil: salsa, bachatas, norteñas; yo cantaba canciones de la Sonora Dinamita, de Lucerito, de Límite, de Ana Bárbara.

Por aquel entonces conocí al mariachi Estampas de México, el cual me invitó a cantar varias veces.

En una ocasión, en un restaurante mexicano de la avenida Ámsterdam, en Nueva York, me ofrecieron cinco dólares por cantar "Amor Eterno", la canté y me la volvieron a pedir muchas veces, como si fuera rockola.

Cierta vez, en una tocada inicié cantando "Tristes Recuerdos". Los paisanos comenzaron a gritar que cantara yo, esa es Lucero; decían. El mariachi dejó de tocar y yo seguí cantando a capella, y pues ya no dijeron nada.

El segundo grupo que me invitó se llamaba Frenesí, eran del Bronx, estaba integrado por músicos muy buenos, con ellos amenizábamos bailes, bodas, todo tipo de eventos. Yo cantaba canciones de los Llayras, Estrellas andinas, etcétera, además tocaba el güiro y bailaba.

En una tocada había como cinco mil personas, me sorprendió que nadie bailara, que estuvieran en silencio, atentos; me di cuenta que me escuchaban.

El último grupo en el que trabajé se llamó “Wendys”, era de mexicanos, de Queens, y cantaba de todo.

Cantando no ganaba mucho, me servía para sobrevivir; el dinero que nos pagaban los repartíamos entre ocho o más personas, dependiendo del número de integrantes del grupo.

Trabajaba principalmente de mesera, porque esto me permitía comer. Cuando no tenía empleo compraba una sola comida, en los restaurantes chinos, ahí la comida era abundante.

También llegué a dormir en la estación de tren Gran Central. Nunca me drogué, ni me dio por hacer cosas malas para obtener dinero.

A pesar de que algunos árabes y boricuas me ofrecieron matrimonio y papeles para poder quedarme en Nueva York, no acepté.

Regresé a México a mediados de septiembre de 2001. No hice dinero, pero cumplí un sueño: conocer Nueva York.

Hace algunos años tuve la oportunidad de cantar en el Villa Béjar de Cuernavaca y en el Barco, en Tequesquitengo.

En el estado, laboré en varias áreas en varios municipios, en la actualidad trabajo como reportera, oficio que he desempeñado por varios años en diferentes medios; tengo tres hijos, en agosto de este año terminaré la prepa y quiero estudiar Ciencias de la Comunicación en la universidad.

La cantada solo está en mis recuerdos; todo eso quedó atrás.

Geraldine Chávez y grupo musical.

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