El título de hoy refiere a una lectura que me ha parecido muy interesante y que se encuentra escrita en el libro Ciudad Suave, del autor David Sim. El capítulo que lleva de nombre el mismo de este artículo nos hace una analogía entre la vida de los bosques naturales y su diferencia con los que son plantados. Estos dos ejemplos los asimila con las ciudades actuales.
Los bosques son mucho más que un grupo de árboles, en ellos la diversidad biológica es enorme; es un complejo sistema simbiótico de especies, de diferentes escalas y situaciones. El hábitat del bosque ofrece formas de vida en cada capa de su naturaleza, en particular su estratificación de sistema horizontal, pero a su vez en el sentido vertical, gracias a los árboles. La vida en ellos es contrastante, las formas de vida varían desde insectos en las raíces, a los que están a nivel de suelo, pero también vemos vidas complejas en las ramas de los árboles y muy diferentes en sus copas.
La naturaleza es inteligente y actúa como un todo y no como un ente individual. Su complejo sistema siempre es resiliente ante cualquier situación que se presente, incluso las catastróficas, como un incendio forestal. Algo interesante que podemos ver es que hay una gran diferencia entre los bosques naturales y los que son plantados para otras intenciones. Estos últimos son más vulnerables a las crisis. Es aquí donde se cuestiona ¿las ciudades pueden ser iguales? Es decir, existen pueblos y ciudades que tengan las características resilientes de los bosques naturales y otros más semejantes a las plantaciones.
Otra referencia que nos comparte el autor es la similitud que hay en un edificio parisino con los bosques naturales, en el libro se visualiza una ilustración (img.01) de un edificio que muestra sus distintas capas de vida y acorde a la capa se aprecia la diversidad funcional, social y económica a la que puede dar cabida. El ilustrador, en su momento, quiso mostrar las desigualdad y segregación social que existe en estas edificaciones, sin embargo, se le puede dar otra lectura, los inquilinos comparten el mismo lugar, el mismo techo, la misma dirección, la misma densidad y por ende comparten los mismos servicios que ofrece la ciudad todos confluyendo en el mismo sitio. Esto actualmente es un privilegio y no una desigualdad.
Si esta situación se puede en un edificio, ¿por qué no en todo un barrio? Un barrio diseñado en capas como un todo, resiliente e inclusivo, en donde todos aporten y ayuden, en donde si el barrio tiene un problema se solucione en grupo.
Por lo tanto, es posible que personas con discapacidad, necesidades, finanzas, tradiciones, religiones, orígenes, edades, vivan bajo el mismo territorio.
La analogía no es algo fantasioso, es de hecho lo más correcto en el nuevo urbanismo y esto es un punto de partida para generar mejores soluciones a nuestras ciudades.