Hace cinco años, cuando Miriam se separó de quien entonces era pareja, se acercó con una de sus tías para pedirle un préstamo para alimentar a su hija, pero ella en lugar de entregarle dinero le ofreció un trabajo para que solventara los gastos de su casa.
Desde entonces Miriam Haromi Gama Hernández trabaja como checadora de “rutas”, algo que agradece a su familiar, pues, aunque es poco el dinero que obtiene, a su hija -que este año entrará a la secundaria- no le falta comida.
“A veces somos mamás y nuestra pareja nos falla y tienes que buscarle. Viví un tiempo en donde no tenía nada para darle de comer a mi hija; me acerqué a mi tía para pedirle un préstamo y ella me dijo: ‘¿quieres aprender a checar?’ y le respondí que sí. Me enseñó y aquí sigo desde hace cinco años”.
Miriam se encarga de registrar el tiempo de diferencia que llevan los operadores de al menos 20 organizaciones de transporte, cuyas unidades circulan sobre la calle Leandro Valle en Cuernavaca.
Por esta labor recibe una propina que va de los 50 centavos hasta lo cinco pesos, lo que al concluir su jornada suma unos 250 pesos.
Sin embargo, no todo es color de rosa, pues señaló que a veces padece hambre porque no hay negocios de comida cerca de su trabajo. Además, no hay baños donde pueda hacer sus necesidades, por lo que tiene que esperar hasta llegar a su casa.
En su actividad diaria -apuntó- se ha encontrado con operadores machistas que le hacen comentarios negativos, a lo que hace oídos sordos, porque considera que ser checadora de “rutas” es una forma honesta de ganarse la vida.
“Algunos me han dicho ‘ustedes están para atender al hombre, no para estar aquí checando’ y a veces nos dicen que este trabajo no es para mujeres, pero hago oídos sordos porque vengo a trabajar para poder darle un taco a mi hija”. g