“En las casas algo de lo más difícil son los vidrios, y aquí se hace lo mismo…”
SÓLO PARA MUJERES
El miércoles 8 de marzo Yésica Trinidad Domitilo va a presentarse a trabajar de ocho 8 de la mañana a 18:00 horas, como casi todos los días, excepto el jueves, que es de descanso.
Sabe que es el Día Internacional de la Mujer, pero no hay descanso obligatorio. Va a ir a trabajar porque le gusta y porque tienen necesidad: junto con su pareja -que trabaja en una empresa de seguridad privada y labora 24 por 48 horas- tienen a una niña de 10 años, pagan renta, luz, agua, comidas, transporte...
Vive en Jojutla, en El Higuerón, cerca de una comunidad de alta marginación, en la que durante los años más duros en la que los carteles se disputaban el territorio aparecían cadáveres en las esquinas.
Nada más para llegar a su empleo se gasta 40 pesos: dos combis de ida y dos de regreso.
Desayuna cualquier cosa y prepara su lonche en su casa, para comerlo en el almuerzo y ahorrarse el pago de una comida.
Ella es una de las ocho mujeres que trabajan en un local llamado Auto Advance, que se lo caliza en la carretera federal Alpuyeca-Jojutla, por Los Pilares.
Mientras se tomaba un breve descanso, con la autorización de la encargada del negocio, Nancy Gacel Cárdenas Bautista, relató que tiene 30 años y entró a laborar en ese negocio hace más de un año.
“Antes, estaba por mi cuenta, haciendo aseo en las casas. Un trabajo muy duro, pero necesitaba más dinero. Entonces, encontré este trabajo”.
Su actividad consiste en limpiar dentro y fuera de los coches, aspirar, secar; detallar algunas partes del auto.
Hay tres hombres. Dos mueven los coches, lavan a presión y hay uno que también lava y hace otro tipo de detalles, más fijo y pulido.
Cuando le dieron el empleo no sabía nada de este oficio, pero en dos días estaba lista y comenzó a limpiar los coches: “fue algo sencillo porque en las casas algo de los más difícil son los vidrios, y aquí se hace los mismo, se limpian, no deben quedar pañosos.
Dentro de los coches, cuando está haciendo limpieza ha encontrado de todo: tangas, condones, latas de cervezas, juguetes, balas. Una vez, una de las chicas y ella limpiaban una camioneta y dentro encontraron un alacrán, de los güeros.
“Le picó a una de mis compañeras y la estuvimos vigilando, pero ella siguió limpiando, dijo que no le había hecho nada”.
“Recuerdo que una vez me tocó un coche. Lo comencé a limpiar y cuando levanté el tapete había varios fajos de billetes de 500 pesos. Yo seguí limpiando y cuando acabé dejé los billetes en el mismo lugar donde los encontré. Seguimos limpiando mi compañera y yo el coche y antes que acabáramos llegó corriendo el dueño, que es un mecánico, levantó el tapete y vio su dinero, lo contó y se lo llevó y se sentó a esperar. Nosotros le entregamos el auto limpio. Nos dio las gracias y 50 pesos a cada una de las que limpiamos”.
Yésica también platicó que durante la jornada limpia de 10 a 13 coches. Los mejores días son los sábados y los lunes y prefiere el calor que el frío, porque cuando hace frío los trapos no asean bien y dejan los coches pañosos y hay que trabajar más para que queden bien.
Las propinas son buenas, le han dejado hasta 100 pesos, pero también hay personas que dejan poco: tres pesos o no dejan nada.
“Es una satisfacción entregar un coche limpio y que la gente lo revise y se suba gustosa.
Me gusta lo que hago. Lo hago bien, me siento bien que queden limpios los coches, que el cliente se vaya contento de que su auto está bien limpio
Algunos clientes son muy agradecidos. En una ocasión, en el mes de diciembre llegó un cliente con dos cajas blancas, cuando acabamos de limpiar su coche mi compañera y yo, nos entregó las cajitas: era dos pares de tenis. “Es su Navidad”, nos dijo, eso fue muy bonito,
Cada semana que nos pagan, llevo el dinero a la casa y eso me da mucha alegría, porque estoy ayudando al gasto familiar, estoy enseñando a mi hija a que no dependa de nadie cuando ella sea más grande”.
Ella estudió sólo hasta la secundaria, y después se dedicó a limpiar casas; nunca tuvo intenciones de hacer una carrera o dedicarse a algo. Su nena es muy inquieta y se interesa por todo, quiera aprender a lavar coches también, como su mamá; pero Yésica desea que su hija estudie enfermería.
Nancy Gacel Cárdenas Bautista, encargada del negocio, dijo que Yésica es una de las chicas más responsable, cumplidas y profesionales.
“La mayoría de las muchachas son jóvenes, algunas son madres solteras y cuando no encuentran quién les cuide a sus hijos dejan de venir, otras se cansan y el marido ya no las deja trabajar y tampoco vienen; también viene una chica los domingos, ella está estudiando la prepa, pero trabaja ese día que tiene tiempo para ganar algo de dinero y ayudarse.
Las chicas buscan empleo cuando ponemos el letrero, o son recomendadas por las que ya trabajan con nosotros.
Vienen de Santa Rosa 30, de Tlaquiltenango, de Tlatizapán, de Zacatepec, de acá de Jojutla.
Preferimos siempre a las mujeres, porque son más cuidadosas con la limpieza, más detallistas, los hombres quieren hacer las cosas a prisa, quieren acabar, las mujeres quieren que quede bien, limpio.
Las que permanecen un tiempo con nosotros van haciéndose de sus clientes. Algunos piden que fulana lave el coche.
Nunca hemos tenido reclamos porque se perdió algo del coche, todo lo contrario, hemos encontrado joyas, credenciales y algunas cosas personales que se le pierden al dueño o dueña y que encontramos, sobre todo cuando las chicas pasan la aspiradora, que tiene mucha potencia…”
SINTAXIS DEL MANDADO
Mi mujer me mandó una lista del mandado por WhatsApp. Pasé a comprar mi bolsa de rafia y me dirigí al mercado municipal Benito Juárez, a una carnicería llamada Sandy, localizada casi al final de los locales de carnes, donde sé que ella compra:
Me paré detrás de varias mujeres que pedían porciones de carne de diferentes tipos, los dependientes se las mostraban y ellas asentían.
A mí me tocó una mujer madura, al parecer la dueña.
-Me da medio kilo de carne –Dije.
Ella me quedó viendo de arriba bajo, como un sujeto desamparado que no sabe lo que está pidiendo.
-¿De res o de cerdo; cómo se la doy?
Vi mi celular y mi mujer no me había precisado.
-No sé, mi mujer solo me dijo carne –respondí apenado.
Ella se me quedó viendo, ahora segura que no sabía lo que yo quería; su mirada dura se suavizó, y me calmó con una sonrisa.
-¿A ver, qué más le encargaron?
Revisé mi lista, más apenado todavía, y respondí:
-Medio kilo de carne, una pechuga de pollo, una bolsa de verduras, dos aguacates para hoy, cuatro ajos, un cuarto de limones, 1 kilo de tortillas, fruta para hacer agua, un cuarto de chicharrón, pan marmoleado de Malena.
La mujer escuchó con atención y me dijo:
-Ah, va a hacer caldo. Le voy a dar chambarete.
Sacó un pedazo de carne, lo escogió y lo pesó, lo puso en una bolsa y lo dejó en el mostrador donde había como seis personas despachando. Luego fue hacía el chicharrón, quebró un pedazo, lo pesó, le agregó un trozo más y me lo puso en una bolsa de plástico. Me vio directo a los ojos, como cuando yo veo a alguien torpe que sospecho que pronto va a olvidar lo que dije, y me ordenó: “Tiene que cerrarlo bien, porque si le entra el aire, se entiesa”, luego me entregó la carne y el chicharrón y me dijo “es tanto”.
Yo saqué mi billete y pagué. Nunca reviso cuando pago o cuánto me regresan y menos después de la cátedra que me habían dado.
Fui a comprar el resto de la lista y aunque tuve dificultades con las verduras porque unas tenían elote y las otras no, el mayor problema fue en la pollería. Ahí, la vendedora también me paró en seco con estas preguntas:
-¿De qué tamaño? ¿Deshuesada?
-No sé, mi mujer nomás me encargó una pechuga de pollo; bueno y verduras y ajos…
-Va a hacer caldo, si es para dos personas, le voy a dar esta pechuga, mire, es mediana.
Me convenció y me dio la pieza.
Llegué a mi casa y saqué el mandado. Cuando llegó a la casa mi mujer, me revisó las compras.
Todo estuvo bien, menos el limón y la fruta.
“Mira. Los limones no deben tener ‘piel de naranja’, ni estar duros; puedes tocarlos, que estén blandos, mira. La sandía está porosa, la sandía debe estar roja, consistente, esta sandía es vieja y no tiene jugo, pruébala, no tiene sabor, para que veas lo que te digo”.
La probé. Era una sandía falsa.