Para trabajar como operador del transporte público se necesita vocación, afirma Alfredo Hernández, quien se dedica a este oficio desde hace 37 años, en el que se ha encontrado con todo tipo de personas, desde los que le agradecen hasta los que se molestan por todo.
El trabajador del volante aseguró que conducir una unidad del transporte colectivo es una labor estresante y difícil, pues aunque parece fácil, diariamente están expuestos sufrir un accidente, además, de que tiene que guardar la calma ante el mal humor de algunos pasajeros.
“Lo más importante de este trabajo es que te guste, hay que tener vocación, porque hay personas que vienen estresadas o que tienen prisa para llegar a su destino y se desquitan con uno, pero yo no hago caso porque no me gusta pelear”.
Entrevistado en el mercado Adolfo López Mateos, Alfredo explica que se contagió con el virus del covid-19, lo que lo obligó a dejar el volante durante dos meses y, para solventar los gastos, su mamá empeñó un terreno, debido a que su estado de salud se reportó grave.
Aunque asegura que durante su jornada laboral se protegía con el cubrebocas, lamentablemente se infectó porque varios pasajeros se negaban a usar la mascarilla.
“En esos momentos uno primero piensa en la familia, que no se vaya a contagiar, porque cuando me enfermé todavía no se hablaba de las vacunas y luego me puse muy grave, (tanto) que necesitaba anticoagulantes. Cada uno me costaba mil 200 pesos y me pusieron alrededor de 20”.