Quería ser administrador de empresas.
“Cuando salí de la secundaria mis papás tenían más de 50 años y ya no me podían mantener, por eso me puse a trabajar en la ‘ruta’, para ayudarles con los gastos de la casa”, contó Joel Barrios, quien trabaja como operador del transporte colectivo.
Por la falta de recursos económicos en su familia, Joel no tuvo la oportunidad de continuar con sus estudios, pero dijo que le hubiera gustado ser administrador de empresas.
Aunque después empezó a ganar dinero, no consideró regresar a la escuela, porque trabajaba más de doce horas diariamente y a veces sin descanso.
“El volante siempre me ha gustado porque en mi familia casi todos se dedican a esto. Aprendí a manejar cuando tenía 14 años y a los 15 me puse a trabajar y ya no pensé en la escuela porque en ese tiempo se ganaba muy bien de chofer y aquí me quedé”.
De su actividad diaria -apuntó- ha recibido buenos comentarios, incluso, algunos pasajeros le han agradecido por la limpieza del vehículo y el trato.
Sin embargo, admitió que ser chofer es cansado porque trabajan bajo presión, pues deben respetar el tiempo que les indican en la base para no pagar los “minutos quemados” al checador.
Desde su experiencia, dijo que para ser chofer se necesita tener amor por el volante, puesto que trabajan largas jornadas, en fechas importantes y no hay vacaciones pagadas.