Alejandro combina el taxi con el apoyo a personas en terapias en una fundación.
“Hace once años a mi esposa le detectaron una enfermedad y me la dieron por desahuciada, me la dejaron nueve años y para cuidarla tuve que dejar mi trabajo de venta de equipo médico y después uno de mis hijos me ayudó para comprar el carro y empezar a trabajar en el taxi”, señaló Alejandro Chávez, quien desde hace seis años maneja su vehículo de alquiler. Una actividad que le permite darse el lujo de que en sus ratos libres pueda ofrecer terapias y talleres en una fundación en la que su esposa -que falleció hace tres años- se atendió de una enfermedad.
Aunque sus ingresos como chofer de taxi no se comparan con los que obtenía en su anterior empleo, dijo que la ventaja es que es dueño del vehículo, por lo que puede disponer de su tiempo y hacer otras actividades.
Refirió que trabaja en el taxi de tres a cuatro horas diarias y afortunadamente siempre tiene clientes.
De acuerdo con el entrevistado, desde hace cuatro años, al concluir su jornada laboral, acude a una fundación donde imparte talleres y terapias a pacientes con hemodiálisis en fase terminal, porque tiene la creencia de que su misión es ayudar a los demás.
“Trabajo en el taxi porque necesito pagar los gastos de mi casa, pero creo que mi misión es ayudar a los demás, por eso doy las terapias y aquí (en el taxi) cobro lo que es, no me aprovecho como lo hacen otros colegas que cobran más porque dicen que la gasolina subió”.