No se arrepiente de haber dejado la escuela para trabajar.
“Mi papá me dio la oportunidad de seguir estudiando, pero me gustó el volante y a los 16 años ya traía mi primer microbús”, refirió Oscar Aparicio Rangel, quien trabaja como operador en la Ruta 1.
Señaló que aprendió a conducir hace 23 años gracias a una persona que vivía cerca de la casa de sus papás y que lo invitó a trabajar como operador del transporte público.
Aunque reconoce que su labor es estresante porque diariamente tiene que batallar para entregar la cuenta y lidiar con algunas personas que están de mal humor, dijo que no se arrepiente de haber dejado la escuela, porque gracias a este oficio ha logrado mantener a su familia.
Además, aseguró que está agradecido con su vecino que le enseñó a trabajar porque fue ejemplo para sus dos hermanos menores que también son conductores del transporte desde hace varios años.
Sin embargo, lamentó que cada vez que aumenta el pasaje disminuye la demanda en el servicio y en ocasiones con mucho esfuerzo reúne el dinero para entregar la cuenta y comprar el combustible, por lo que a veces llega a su casa sin un peso.
“No me pesa el trabajo porque me gusta manejar, pero en ocasiones me da flojera venir a trabajar porque todos los días te tienes que levantar a las cuatro de la mañana. Lo que más nos acaba es el estrés por el tráfico o el mal humor de la gente y a veces también el operador viene de malas por la presión que tenemos para juntar el dinero”.
Desde hace unos años, Oscar trabaja de lunes a viernes y dedica el fin de semana a su familia.