Cuauhtémoc Sedano Díaz estudió una carrera técnica en Mecánica Automotriz, pero desde hace 21 años trabaja como chofer del transporte público y aunque reconoció que es una labor estresante, dijo que gracias a este oficio ha logrado mantener a su familia.
Hace 22 años –recordó–, cuando terminó sus estudios, empezó a trabajar en un taller mecánico donde daban mantenimiento a las unidades del transporte público. Ahí conoció a una persona que lo invitó a trabajar en la “ruta” y aceptó, pues como ayudante le pagaban 600 pesos a la semana y esa cantidad la obtenía a diario como chofer.
Desde su experiencia para ser operador se necesita vocación porque no cualquiera tiene la paciencia para lidiar con los pasajeros, con sus colegas y con los automovilistas particulares; ser chofer –apuntó– es una gran responsabilidad y requiere compromiso.
“A veces todo está en nuestra contra, los pasajeros vienen de mal humor y se quieren desquitar con uno. Yo soy educado, pero tampoco me voy a quedar callado cuando sin alguna razón me insultan”.
Aunque Cuauhtémoc no ejerce su carrera, dijo que impulsa a sus hijos para que estudien y no vean el volante como una opción de trabajo, pues sus jornadas son de más de 16 horas diarias, trabajan hasta en días festivos y descansan cada 25 días.
“Veo a compañeros que traen a su familia o a sus hijos y a veces digo: ‘Aquí anduviera mi hijo para estar más tiempo con él’. Pero después digo; ‘No, mejor que le eche ganas al estudio’, porque para esto se necesita vocación y es muy estresante”.
De su actividad diaria contó que hace unos diez años tuvo un accidente con un automovilista particular que se impactó contra el autobús que conducía y aunque la culpa no fue de él, estuvo 72 horas detenido hasta que terminó la investigación.
“Ese día sentí miedo porque el chofer del otro carro argumentaba que fue mi culpa, hasta que concluyó la investigación y se dio cuenta que no tuve la culpa, pero desde ese accidente tuve una lesión en el hombro y cada que hace frío me duele”.