“Mi papá fue chofer toda su vida y por él empecé a trabajar en la ‘ruta’; falleció hace dos años por una enfermedad en el hígado y sé que le hubiera gustado que tuviera una profesión, pero aunque hubiera terminado una carrera estaría en el transporte porque es lo que me gusta”.
Así relató Ángel Ortega su incursión en el transporte público desde hace nueve años y contó que, aunque su progenitor fue operador durante muchos años, no era a lo que se quería dedicar, sino que soñaba con ser rotulista; sin embargo, cuando formó su propia familia tuvo que empezar a trabajar.
Su padre -dijo- siempre le aconsejó tener paciencia con los pasajeros y no estresarse por pagar los “minutos quemados”, porque al correr para llegar a tiempo con el checador podría ocasionar un accidente.
“Mi papá tenía mucha paciencia y no hacía corajes. Decía ‘si tengo que pagar 100 o 200 pesos por minutos quemados’ los pago sin problema; nunca se preocupó por eso y yo con pagar 80 pesos ya me duele, porque a veces viajas con seis personas y varias con credencial del Inapam”.
Ángel afirmó que diariamente recuerda los consejos de su padre, quien trabajó los últimos ocho años en la Ruta 3, y aunque hace un esfuerzo por no estresarse señaló que a veces no se puede, porque todos los días tiene que entregar una cuenta de mil 100 pesos y otros mil para el combustible.
Además, indicó que por el tráfico en la avenida Morelos o cuando se encuentra con el camión recolector de la basura le es imposible checar a tiempo y lo que le estresa es que los primeros dos “minutos quemados” los tiene que pagar en 40 pesos y posteriormente en 20 y diez pesos, por lo que en ocasiones llega a su casa con cien pesos.
Si bien su jornada es de más de quince horas diarias, refirió que la ventaja es que obtiene ingresos diarios y en otras empresas le pagarían el salario mínimo y cada quince días, lo que no le conviene ni le alcanzaría para mantener a su familia.