La arquitectura ha tenido diferentes corrientes artísticas que han marcado su historia, algunas influidas por situaciones políticas, sociales y económicas, otras más arraigadas al arte o a movimientos culturales.
Todas las corrientes tuvieron una enseñanza para la humanidad y hoy en día definen a la sociedad.
Nuestros tiempos son sumamente complejos, ya no seguimos una corriente cultural, hoy es más una “corriente intuitiva” plagada de cotidianidades de nuestra sociedad, parece ser más una forma de supervivencia de la arquitectura que un hecho artístico, como se ha mencionado en el pasado, pero esto no quiere decir que sea negativo para la enseñanza y la construcción de la arquitectura. Es lo contrario, ahora necesitamos desaprender la arquitectura y voltear a ver el pasado, desde la raíz, el origen de lo más básico de la arquitectura: la artesanía.
La artesanía siempre ha sido parte del proceso de la arquitectura, nuestros ancestros construían a partir de este noble oficio. Los mayas tenían procesos artesanales complejos y estudios de su contexto que les permitían construir con maestría desde la estructura de sus edificaciones hasta el mobiliario que usaban en el día a día.
La arquitectura contemporánea, especialmente la latinoamericana, ha aprendido a implementar, con bastante precisión, la artesanía. En gran parte se lo debemos al maestro artesano que se ha vuelto constructor y creativo del arquitecto.
En lo particular, mi experiencia me ha permitido incorporar atención por los valores espaciales y constructivos propios de la arquitectura anónima. Los albañiles, los carpinteros y los artesanos son personas que nos acercan a lo primitivo de la arquitectura y en lo general son muy buenos haciendo su trabajo, porque ellos aprendieron desde la base y con las herramientas más rudimentarias que tenían a su alcance.
Hacer más con menos es lo que mueve mi practica arquitectónica. Me interesa el vínculo de lo técnico con la sabiduría del material, ya sea concreto en su naturaleza, ladrillo, piedra o madera, que son los materiales con los que más trabajo. No me interesa importar tecnología o desarrollar arquitecturas “complejas” que importan mano de obra y materiales, me interesa trabajar con el artesano del pueblo, con mi maestro de confianza, y que juntos aprendamos y tengamos errores, como sucede en la artesanía, que los errores son vistos como parte del proceso y de la identidad del producto final y es exactamente eso lo que lo hace bello, sin perder su función para la que fue destinada. No quiero borrar eso, quiero profundizar cada vez más en la arquitectura como proceso artesanal y, con un poco de suerte, cambiar la percepción de la arquitectura en el colectivo social.