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Porqué me sé las canciones de Los Temerarios


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Porqué me sé las canciones de Los Temerarios
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Porqué me sé las canciones de Los Temerarios


Porqué me sé las canciones de Los Temerarios
Fotógraf@/ Máximo Cerdio, Ángel Carlos y Marco Fonz.
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Los Temerario anunciaron que después de 46 años de carrera, se separarían de manera definitiva; esto sucedió el 28 de agosto.

“Con el amor que nos ha unido desde que éramos niños, mismo que sentimos por la vocación que hemos tenido el privilegio de ejercer y compartir por más de 46 años, les queremos comunicar que hemos tomado la difícil decisión de separarnos musicalmente, cerrando así uno de los ciclos más importantes y gratificantes de nuestras vidas…”, dijeron los hermanos Adolfo Ángel y Gustavo Ángel Alba.

Algunos portales como El Sofá Mx mencionaron que tras el anuncio de la separación de Los Temerarios, las redes sociales se inundaron de reacciones nostálgicas.

A pesar de que muchos asocian a la banda con generaciones anteriores, éxitos como “Cuándo Te Veré Otra Vez” y “Cuando Pienso En Ti” han resonado incluso entre los jóvenes.

En realidad, este anuncio tuvo efectos en pocos admiradores en estos tiempos en los que este grupo es de los que pertenecen ya al pasado; en su tiempo, la separación había sido declarar luto nacional.

Por allá de 1996 o 1997, cuando las páginas web estaban de moda y las organizaciones o grupos debían ponerse a la vanguardia y tener su propio sitio en internet, me contrataron para trabajar como redactor en la página oficial de Los Temerarios.

En esos años había éxitos que no pasarían de moda, en español tocaban Los Héroes del silencio “La Chispa Adecuada”, “Dar es dar”, Fito Páez, “Chilanga Banda” la Maldita Vecindad, “A fuego lento” Roxana, “Contigo” de Joaquín Sabina y otras más.

De los Temerarios sonaban canciones de uno o dos años antes como “Mi vida eres tú” (1992) y “Tu última canción” (1993), principalmente, y éstas eran escuchadas por gente de clase baja, obreras, empleadas domésticas mal llamadas “sirvientas”.

En una reseña de 2002, después de que tocaron en el Estadio Azteca ante 40 mil espectadores, Arturo Cruz Bárcenas escribiría en La Jornada:

“Decenas de miles fueron invitados de Fuller, firma que ocupa el segundo lugar en la venta directa de cosméticos. Por ello, la mayoría de los asistentes fueron mujeres, las que se ocupan vendiendo entre sus amistades, familiares y cuanta persona se deje un producto que liquidará "más adelante", con la confianza de "ahí luego me lo pagas". Muerte a crédito, quincena "próxima".

“Son las muchachas que dejan el catálogo y enganchan a cuanto mortal necesitado de no oler a chivo compra una fragancia.

“Los Temerarios hicieron llorar con sus rolas a las jovencitas vendedoras; las baladas les pegaron con tubo, entre pecho, espalda y madre. Cerraban los ojos y sus pensamientos volaban cruzando el espacio, hasta quién sabe qué punto del universo.

“Dos horas del ya te fuiste y me dejaste, sufriendo por ti... pura cultura del dolor apache, de la traición tlaxcalteca”.

Definir las secciones, los contenidos, hacer un resumen de la biografía y discografía; redactarlos, corregirlos, en realidad fue muy sencillo, el peso de la responsabilidad estaba en los programadores y diseñadores: eran muy especializados, sus servicios eran costosos porque no cualquiera podía trabajar en esas plataformas.

Redactar no tenía mucha ciencia, pero había que conocer algo de html para hacer correcciones inmediatas y tener una buena ortografía y redacción: los programadores y diseñadores, con mucha frecuencia, no saben redactar, aunque hay excepciones.

Mi trabajo acabó en pocos días y esperábamos en lanzamiento de la página oficial.

Una tarde el director del proyecto se me acercó y me dijo: “necesitamos tu ayuda. Los clientes hicieron un sondeo y están pidiendo que se transcriban las canciones de los Temerarios, pero no tienen las letras, sólo me pasaron este CD en donde, según ellos, está las canciones, todas incluso hay varias inéditas que quieren que transcribas, éstas no se van a publicar, pero las necesitan porque no encuentran el archivo de texto ni el cuaderno donde las escribió el autor”.

En ese despacho nadie escuchaba esas canciones; yo las oía incidentalmente cuando viajaba en el transporte colectivo o cuando llegaba la muchacha que le ayudaba a mi esposa a hacer el aseo, pero no me sabía ninguna completa. Algunas veces llegue a bromear con fragmentos de esas letras cuando explicaba lo que era un lugar común.

Tardé cerca de dos días en oírlas, trascribirlas, recusarlas; esperar a que estuvieran en línea y corregirlas ya subidas.

El portal oficial de Los Temerarios se lanzó con mucho éxito en tiempo y forma.

Desde ese día, puedo identificar cualquier canción de este grupo desde los primeros acordes, me encuentre yo donde me encuentre.

Por regla general el cerebro guarda recuerdos que puede utilizar con posterioridad. A mí estas canciones no me han servido para nada; algunas veces en reuniones con amigos llegaba una melodía desde la calle y yo comenzaba automáticamente a cantarla. Esto era motivo de sorpresa y yo tenía que decir “me las sé todas, es una larga historia, después te platico”.

Una de las pocas veces que tuve oportunidad de aprovecharme del conocimiento que había adquirido sobre Los Temerarios fue en Acapulco.

A finales de 1999 o del 2000, a los poetas Maco Fonz (RIP), Ángel Carlos Sánchez y a mí nos invitaron a un encuentro de poetas en Acapulco, Guerrero. El Angelito editor acababa de publicar mi libro Rodrigo González sus letras y otros rollos y esa era una buena oportunidad para presentarlo.

De la Ciudad de México (en esos años Distrito Federal) viajamos en camión, como viajan los poetas, hacia el puerto porque se nos había ofrecido hospedaje y comida toda la semana que duraba la reunión de poetas de la república mexicana, organizada por una empleada del ayuntamiento priista.

Nos bajamos en la terminal y fuimos directamente a una palapa donde vendían bebidas y botanas en la playa, cerca de la carretera, allí se realizarían las lecturas y presentaciones de libros. Ese día me tocaba presentar el de Rodrigo.

Yo había pagado el boleto del pasaje de los tres, con la esperanza de que los organizadores me devolvieran el importe de los pasajes, ya que aseguraban que pagarían hospedaje y alimentación además de pasajes a los escritores de otras entidades.

No nos ofrecieron ni un vaso de agua, los refrescos y las cervezas costaban un ojo de la cara, no podíamos pagar, así que nos esperamos hasta la hora de la comida.

El evento comenzó muy tarde y la presentadora presumió que el presidente municipal había organizado ese encuentro nacional. Se presentaron algunos libros, entre otros el mío, y hubo mesa de lecturas. A eso de las cinco de la tarde se dieron por concluidas las actividades de ese primer día del encuentro nacional de poetas.

El hambre nos estaba matando y esperamos con ansias que nos llevaran a comer a un buen lugar: así se estilaba en ese tiempo entre los organizadores de estos festivales. La organizadora desapareció y por ahí alguien nos dijo que estaba arreglando lo de la comida y el hospedaje. Quienes tenían dinero pidieron botanas y bebidas, yo andaba con unos pesos de la venta del libro, pero no los podía gastar porque presentía que no nos iban a dar ni comida ni hospedaje. Un grupo de escritores de Guerrero nos invitó a su mesa y nos invitaron refrescos y botanas de las que mandaban al centro de la mesa. Ya entrando la noche, llegó la organizadora y nos dijo que le habían quedado mal con el hospedaje y con la comida: tendríamos derecho a una sola comida en una fonda y a los pocos que habíamos llegado de otros estados nos acomodaron en unos cuartos para estudiantes, cerca del mercado.

Marco y yo nos quedamos en una pensión, un cuarto pequeñísimo, cerca del mercado. Ángel Carlos se iba a quedar con nosotros, pero no había más que dos camas, entonces decidió ir a casa de su familia (él es de Acapulco); nos dijo que pasaría temprano por nosotros, antes de la primera lectura, que era a las nueve de la mañana en la palapa.

Ángel llegó por mí a eso de las ocho de la mañana. Marco Fonz había salido más temprano sin avisarme.

A pesar de que nos habíamos atascado de botanas teníamos hambre, así que antes de tomar el camión del transporte público para ir a las lecturas, nos metimos a una fonda donde vendían tortas. Yo andaba con dinero de la venta de mi libro.

Había como ocho mesas, nos sentamos al fondo. Llegó una mesera bajita, morena y nos preguntó qué queríamos ordenar. Ángel una torta de jamón y yo una de pierna, también dos refrescos de sabor. La chica apuntó y salió de prisa, como nerviosa. Al rato llegaron con nuestro pedido, era la muchacha que estaba como cajera. Desde una cocina muy pequeña, dos empleadas, incluyendo las que nos había atendido se nos quedaban viendo con curiosidad y cuchicheaban entre ellas. Yo metí mi mano en mi cartera y constaté que tenía dinero para pagar.

Devoramos las tortas y los refrescos.

Yo le dije a Ángel que dudaba que nos fueran a dar de comer temprano; es más, no nos van a dar de comer, se van a hacer pendejos, advertí. “Yo voy a pedir otra torta, pide otra también”, le dije a mi amigo.  Llamamos la mesera y le pedimos lo mismo.

Acabamos con las dos tortas y los refrescos con el mismo cariño que con las primeras y pedimos la cuenta.

Cuando la chica se acercó a decirnos cuánto debíamos, le preguntó a Ángel:

-¿Oiga, joven, usted es algo de Los Temerarios?

Mi amigo, poeta, autor de varios libros, pintor, muy reconocido en Guerrero, puso una cara de extrañamiento, casi de molestia, y muy serio contestó a la empleada:

-No.

Recibí la nota de consumo, pagué y nos retiramos. Las chicas de la fonda nos siguieron con la mirada hasta que dimos vuelta en una esquina.

Por el camino fui viendo más de cerca a mi amigo: sí se parecía a Adolfo Ángel, el tecladista y compositor del grupo.

Estoy seguro que si no hubiéramos vendido ni un libro el día anterior, esas tortas y esos refrescos nos habría salido gratis.

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Máximo Cerdio

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